Carta de nuestro Cardenal Arzobispo
Queridos hermanos y hermanas:
Me dirijo a toda la diócesis para que guieis vuestra atención a los monasterios de vida contemplativa, que son como una especie de joyero de nuestra diócesis, donde encontramos los mejores adornos de nuestra Iglesia diocesana, como de toda la Iglesia. Las monjas contemplativas, son para mí algo muy querido, mucho les debo, valoro, aprecio, y agradezco, porque en ellas nos acercamos a esa realidad tan fundamental y querida por la Iglesia que se encuentra en lo más nuclear de su corazón: la contemplación y la adoración.
Hay que acercarse a ellas, particularmente el domingo de la Santísima Trinidad –este año, el domingo 11 de junio– en el que las tendremos muy presentes, sobre todo, en la oración; acercarnos a ellas como de puntillas, para asomarnos con sumo respeto y ánimo de acogida, a sus monasterios que son comunidades de oración y de la fuerza del silencio en medio de las comunidades cristianas, de nuestra ciudades y nuestros pueblos. La vida contemplativa, por eso, está en el corazón y en la entraña misma de la vida de la Iglesia y de los hombres.