(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, como cada domingo, ha rezado el ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, acompañado por los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, en este tercer domingo de adviento.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos el tercer domingo de adviento, caracterizado por la invitación de san Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca” (Fil 4, 4-5). No es una alegría superficial o puramente emotiva a la que nos exhorta el apóstol. Y tampoco esa mundana o esa alegría del consumismo, no no es esa. Se trata de una alegría más auténtica, de la que estamos llamados a redescubrir el sabor, el sabor de la verdadera alegría. Es una alegría que toca la intimidad de nuestro ser, mientras que esperamos a Jesús, que ya ha venido a traer la salvación al mundo, el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María. La liturgia de la Palabra nos ofrece el contexto adecuado para comprender y vivir esta alegría. Isaías habla de desierto, de tierra árida, de estepa (cfr 35,1); el profeta tiene delante de sí manos débiles, rodillas vacilante, corazones perdidos, ciegos, sordos y mudos (cfr vv. 3-6). Es el cuadro de una situación de desolación, de un destino inexorable sin Dios.
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