El Papa en el Ángelus: “Encontremos a Jesús para contarle lo que nos pesa, y él nos aliviará”

Tomado de Zenit

El Papa Francisco invita a cada uno -“todos” – a ir a Jesús para “contarle su vida”, lo que le pesa, lo que le hace mal y encontrar en él el reposo, la consolación y la paz. Cuando todo va mal, hay que “moverse” “reaccionar”, yendo a Jesús: “Jesús quiere sacarnos de esas ‘arenas movedizas’”.

Antes de la oración del ángelus del mediodía, este domingo 9 de julio, de 2017, en la plaza San Pedro, el Papa Francisco ha comentado el Evangelio del día (Mateo 11, 28 y siguientes).

Jesús, ha dicho el Papa, “nos espera”: “nos espera siempre, no para resolver mágicamente nuestros problemas, sino para hacernos fuertes en nuestros problemas”.

Y explica: “Jesús no nos suprime los pesos de la vida, sino la angustia del corazón; no nos suprime la cruz, sino que él la lleva con nosotros. Y con él, todo peso se hace ligero ( Cf. 30 ), porque él es el reposo que buscamos”.

Un pasaje recuerda una meditación de Blaise Pascal sobre el “entretenimiento”: “Tantos objetivos son ilusorios: prometen el reposo y solo nos distraen un poco, prometen la paz y dan diversiones, dejándonos en la soledad precedente , son ” fuegos artificiales”

He aquí nuestra traducción de este comentario inédito donde el Papa Francisco parece comunicarla fuerza de su experiencia espiritual personal.
AB/RA

Palabras del Papa Francisco antes del ángelus

Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

En el evangelio de hoy, Jesús dice: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados bajo el peso del fardo y yo os aliviaré” (Mt, 11, 28).

El Señor no reserva esta frase a uno de sus amigos, no, se dirige a “todos” aquellos que están fatigados y oprimidos por la vida. Quien puede sentirse excluido de esta invitación?
El Señor sabe lo pesada que puede ser la vida. Sabe que muchas cosas fatigan el corazón: las decepciones, y las heridas del pasado, los pesos que llevamos y los daños que soportamos en el presente, incertidumbres y preocupaciones por el futuro.

De cara a todo esto, la primera palabra de Jesús es una invitación a moverse y a reaccionar: “Venid”. El error cuando esto va mal, es el de permanecer ahí donde uno se encuentra, tumbado. Parece fácil, pero que difícil es reaccionar y abrirse! No es fácil.

En los momentos oscuros, parece natural permanecer en uno mismo, dar vueltas a como la vida es injusta, a como los otros son ingratos, y como el mundo es cruel y así continuamente. Todos lo sabemos, todos a veces hemos sufrido esta mala experiencia. Pero cerrados sobre nosotros mismos así, lo vemos todo negro. Entonces llegamos a familiarizarnos con la tristeza, que acaba por quedarse con nosotros: esta tristeza nos lleva a la postración, es una cosa mala esta tristeza.

Al contrario, Jesús quiere sacarnos de estas “arenas movedizas” y por eso nos dice a cada uno: “Ven” ” Quien?” “Tú, tú, tú…” La salida se encuentra en la relación, en le hecho de extender la mano y de levantar la mirada hacia aquel que nos ama verdaderamente.

No es suficiente con salir de si mismo, es necesario saber dónde ir. Porque tantas finalidades son ilusorias: prometen el reposo y no hacen más que distraernos un poco, nos prometen la paz y dan diversiones dejándonos después en la soledad precedente, son “fuegos artificiales”.

Por eso Jesús indica dónde ir: “Venid a mi”. Y si a menudo, de cara a un peso de la vida, o a una situación dolorosa, intentamos hablar con alguien que nos escuche, con un amigo, con un experto… Está muy bien hacer esto, pero no olvidemos a Jesús! No nos olvidemos de abrirnos a él y de contarle nuestra vida, de confiarle las personas y las situaciones.

Puede ser que haya “zonas” de nuestra vida que no le hemos abierto nunca y que han permanecido oscuras porque no han visto nunca la luz del Señor. Cada uno de nosotros tiene su propia historia… Y si alguno tiene esta zona oscura, buscad a Jesús, id a un misionero de la misericordia, id a un sacerdote, id… Pero id a Jesús, y contarle esto a Jesús.

Hoy nos dice a cada uno: “Ánimo, no bajes los brazos ante los pesos de la vida, no te cierres de cara a los miedos y a los pecados, sino ven a mí!”

Él nos espera, nos espera siempre no para resolver mágicamente nuestros problemas, sino para fortalecer nos en nuestros problemas. Jesús no nos suprime el peso de la vida , sino la angustia del corazón, el no nos suprime la cruz, sino que la lleva con nosotros. Y con él, cualquier peso se vuelve ligero (Cf. v. 30), porque él es el reposo que buscamos
Cuando Jesús entra en la vida, llega la paz, esta paz que permanece incluso en las pruebas, en los sufrimientos.

Vayamos a Jesús, démosle nuestro tiempo, encontrémosle todos los días, en la oración,, en un dialogo de confianza, personal; familiaricémonos con su Palabra, redescubramos sin miedo su perdón, saciémonos de su Pan de vida: nos sentiremos amados y nos sentiremos consolados por él.

Es él mismo el que nos lo pide, casi insistentemente. Lo repite una vez más al final del Evangelio de hoy: “Aprendan de mi … y les daré reposo” (v.29).

Aprendamos a ir a Jesús, entonces durante los meses de verano que vamos a buscar un poco de reposo de lo que fatiga el cuerpo, no olvidemos encontrar el verdadero reposo en el Señor.

Que nos ayude en esto la Virgen María, que cuide siempre de nosotros cuando estemos fatigados y oprimidos y ella nos acompañará junto a Jesús.

[Ángelus]

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo