
Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús aparecen como la “carta magna” del Reino de los cielos que es dada a los pobres de espíritu, a los afligidos, a los mansos, a quienes tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los constructores de la paz, a los perseguidos por causa de la justicia. Las bienaventuranzas no indican solamente las exigencias del Reino. Manifiestan, en primer lugar la obra que Dios realiza en nosotros haciéndonos semejantes a su Hijo y capaces de tener sus sentimientos, de confianza plena en el Padre, de amor y de perdón hacia todos.