Jueves de la VII semana del Tiempo Ordinario

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa. Sufr. María Liñán y Alejandro Esparza

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (5,1-10):

NO No confíes en tus riquezas,
ni digas: «Con esto me basta».
No sigas tu instinto y tu fuerza,
secundando las pasiones de tu corazón.
Y no digas: «Quién puede dominarme?»,
o bien: «Quién logrará someterme por lo que he hecho?»,
porque el Señor ciertamente te castigará.
No digas: «He pecado, y ¿qué me ha pasado?»,
porque el Señor sabe esperar.
Del perdón no te sientas tan seguro,
mientras acumulas pecado tras pecado.
Y no digas: «Es grande su compasión,
me perdonará mis muchos pecados»,
porque él tiene compasión y cólera,
y su ira recae sobre los malvados.
No tardes en convertirte al Señor,
ni lo dejes de un día para otro,
porque de repente la ira del Señor se enciende,
y el día del castigo perecerás.
No confíes en riquezas injustas,
porque de nada te servirán el día de la desgracia.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 1

R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los Cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

V/. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,41-50):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manosa la ugehennan al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.
Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

De catholic.net

Cuando era niño, mi padre siempre me decía: «si vas a hacer algo, hazlo bien; si no, ni lo intentes». Tal vez, algunos piensen, ¡qué exagerado, ¡cómo le dices eso a un niño! Sin embargo, nunca tomé las palabras de mi padre como un insulto, todo lo contrario. Encontraba tres cosas fundamentales que el Evangelio de hoy, también nos presenta: conocer, decidir y seguir.

Conocer: Dios Padre, al adoptarnos como hijos suyos, nos otorga un hermoso camino, la santidad, es decir, el poder estar con Él. Es una vía que se necesita conocer, saber en qué consiste.

Es muy famoso ese dicho: «nadie ama lo que no conoce». Es necesario descubrir lo que implica la santidad, pues de otra manera, ¿cómo sería capaz de sacrificarme por algo, si no lo conozco? Es muy importante, antes de seguir el camino, decidirse a seguirlo. Es muy difícil dar el paso, porque implica una respuesta, no sólo de una parte de mi vida, sino de todo lo que yo soy. Santa Teresa de Jesús diría una «determinada determinación». Es una decisión que implica una donación de mí mismo.

Ya que se ha hecho una opción fundamental, es vital seguir el camino; donde, a veces, nosotros mismos seremos el obstáculo que no nos permite seguir. «Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la gehena, al fuego inextinguible.»

Sin embargo, no estamos solos. Cristo nos acompaña en este camino, incluso, en los momentos más difíciles, Él nos carga.

«Pobreza evangélica y transparencia. Para mí, siempre —porque lo he aprendido como jesuita en la constitución— la pobreza es “madre” y es “muro” de la vida apostólica. Es madre porque la hace nacer, y muro porque la protege. Sin pobreza no hay celo apostólico, no hay vida de servicio a los otros… Es una preocupación que se refiere al dinero y a la transparencia. En realidad, quien cree no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón. A veces se ven estas cosas… Es lo contrario a un testimonio hablar de pobreza y llevar una vida de lujo; y es muy escandaloso tratar el dinero sin transparencia o gestionar los bienes de la Iglesia como si fueran bienes personales.»
(Discurso de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2018).