Sábado de la III semana del Tiempo Ordinario

Aforo 30%

Templo Carmelitas 

  • 19:00 Adoración al Santísimo, cantos, acción de gracias
  • 20:00 Misa del IV Domingo del Tiempo Ordinario

Ermita Virgen Desamparados – Campolivar

  • 19:00 Misa del IV Domingo del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 11,1-2.8-19:

Hermanos:

La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

Salmo

Lc 1,69-70.71-72.73-75 R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo

Suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R/.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza. R/.

Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán,
para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano
de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-1-2021/

Por la fe

El hombre tiene en su configuración una trascendencia que abarca mucho más de lo que vemos y palpamos. «La FE es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve». El camino de la Fe es adentrarse por un Camino que toca el origen y la meta de todo hombre porque nuestra vida es un recorrido, una itinerancia, un inicio que va avanzando hacia el Encuentro con el Dios que además de crearme se me manifiesta como Amor,  como Camino, Verdad y Vida, como Plenitud.

Pero esto requiere un proceso fuerte y decidido, iluminado y fortalecido por la Gracia,  la Revelación, que apuntalan las Promesas. «Nuestros padres» así lo vivieron y son prototipo y modelo ya que «fundaron un linaje, alcanzaron las promesas, pasaron por pruebas”.

Así tenemos delante la luz para encajar cada uno de nuestros pasos y experiencias, cada una de nuestras pruebas, horizontes y alegrías; así y ahí tenemos la certeza de conocer el camino propio insertado en la fe y en la promesa del Pueblo de Dios,  de la Iglesia que ahora vive «la Plenitud de los tiempos » porque en nuestro Señor Jesucristo «se han cumplido todas nuestras esperanzas».

Adoremos el Misterio de este Amor que nos salva y nos va conduciendo al «Plan que había trazado desde antiguo». Al comprobar en nuestra historia la acción de la Misericordia y Bendición, surge de nosotros, como de Zacarías el grito de gratitud casi sobrenatural, que excede toda capacidad de enunciar la experiencia inaudita de ver a Dios, de contemplar en la propia carne cumplida tantas añoranzas propias y del pueblo. Es una gratitud que abarca todo el ser.

En nosotros, como en Zacarías pueden surgir quejas espontáneas y circunstanciales, pero al fin resplandece la Gloria de Dios que actúa no según nuestras prisas, sino en el Kairos de la salvación.

La tempestad calmada: ¿aún no tenéis fe?

En este día la Palabra nos va marcando un itinerario,  comienza con la carta a los Hebreos, poniendo la FE como base, sostén y referencia. El salmo responsorial, tomado del Benedictus,  nos ayuda y enseña el camino de la admiración y alabanza por la obras de Dios en nosotros.

Ahora  en el Evangelio se juntan la fe,  o su falta, con el nuevo asombro por la fuerza e intervención directa de Jesús,  por la confianza absoluta de Él en el Padre, por su dominio  sobre la creación con tal naturalidad como que es el Dueño;  por la paciencia de Jesús  con los apóstoles,  con nosotros, en un suave pero firme reproche junto a la apertura serena para que podamos seguir el camino del reencuentro y descubrimiento de nuestra fragilidad y la acogida del Corazón divino que da por hecho nuestra pertenencia a Él, su misión junto a nosotros y la conciencia de que estamos en camino, que este camino tiene tempestades que nos acobardan, que necesitamos aprender a confiar  y «saber de quién nos hemos fiado». Jesús va por delante, pero no deja de estar al lado.

Somos privilegiados por estar en la misma barca con Él y poder gritarle en nuestras angustias y miedos, de poder descargar nuestra inquietud y recibir como respuesta  un abrazo divino que nos conforta y alienta.

Dominicas de Lerma
Monasterio de San Blas. Lerma (Burgos)

Santa Martina, Virgen y Mártir

De https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=35

Como en otros casos, el culto de Santa Martina gana fuerza al revés, o sea, a partir del descubrimiento de su sepultura junto a las de Santos Concordio y Epifanio (30 de enero), en 1624, en las excavaciones de la vieja iglesia romana que le había sido dedicada a la santa, por el papa Honorio I. El papa Urbano VIII, que restauró las más conocidas basílicas romanas, muy preocupado por la renovación espiritual y material de la Iglesia trasladó su cuerpo, colocando la cabeza en un relicario aparte, y embelleció la iglesia. También propuso a los romanos y toda la Iglesia la devoción a Santa Martina, fijando la celebración el 30 de enero. Él mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri», una clara invitación a honrar a la santa por su testimonio. La memoria litúrgica pasó a toda la Iglesia hasta la reforma litúrgica de 1969.

Pero la cosa es un poco más antigua, afortunadamente. Las noticias más tempranas (sin dejar de ser tardías) son del siglo VI, cuando el Papa Honorio I le dedicó una iglesia en Roma (lo cual habla de un culto previo, aunque fuera limitado); y que en el siglo VIII ya se celebraba su fiesta en toda Roma, pero nada más. Debido a esta escasez de noticias, se recurrió a copiar de otras «passio» de santos, escribiendo una historia totalmente legendaria que, en resumen dice que Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Al quedar huérfana dejó todos sus bienes a los pobres para dedicarse a la oración y la caridad. Debido a esto, que la señaló como cristiana, fue arrestada en tiempos de Alejandro Severo (222-235). Aquí la «passio» se entretiene en contarnos detalles, como que la llevaron al templo de Apolo donde Martina se negó a sacrificar al dios, mientras que para probar la veracidad de su fe, destruye el templo y la estatua de Apolo (esto le ha valido el patronato contra los terremotos y los derrumbes, y por extensión sobre los mineros, siempre expuestos a los últimos).

Luego se siguen una cantidad de tormentos típicos en las leyendas de santos: Un día es sometida a golpes, azotes, aceite hirviendo en las heridas. Al otro día es llevada al templo de Diana, que se incendia mediente un rayo, lo cual le ha valido el ptronato contra las tormentas y rayos. Atormentada de nuevo con peines de hierro en el potro, es dejada por muerta, pero sobrevive y es arrojada a los leones, que no la atacan, sino que lamen sus heridas. Ante esto es llevada a la hoguera, que se vuelve contra sus ejecutores. Al final morirá decapitada (quizás sea el único martirio al que realmente fue sometida) en el 235.

De todo esto hay que quedarse con lo único que se sabe: El cuerpo de una mártir llamada Martina fue hallado en su tumba y puesto en veneración, como tantos otros.