Jueves de la II semana del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa.
  • A continuación, exposición del Santísimo hasta las 20:30 h

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 7,25–8,6:

Hermanos:

Jesús puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.
Esto es lo principal de todo el discurso: Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos, y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre.
En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también Jesús tenga algo que ofrecer.
Ahora bien, si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo otros que ofrecen los dones según la ley.
Estos sacerdotes están al servicio de una figura y sombra de lo celeste, según el oráculo que recibió Moisés cuando iba a construir la Tienda:
«Mira», le dijo Dios, «te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña».
Mas ahora a Cristo le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.

Salmo

Sal 39,7-8a.8b-9.10.17 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

«—Como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,7-12

En aquel tiempo, Jesús se retirá con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-1-2021/

El sacerdote Jesús ofreciéndose a sí mismo nos salva

Sin entrar en todos los matices de las enseñanzas que nos ofrece esta primera lectura, el tema central es el del sacerdocio de Jesús, que está muy por encima de todos los sacerdocios anteriores. “Tal convenía que fuese nuestro Pontífice: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo”. Jesús no necesita ofrecer sacrificios cada día, como lo sumos sacerdotes antiguos. Cristo, entregó su vida, murió sacrificado en la cruz, de una vez para siempre. Y es lo que nos ofrece y recuerda en cada eucaristía: “tomad y comed esto es mi cuerpo… tomad y bebed esta es mi sangre”. Este su único sacrificio, esta su entrega es la que nos salva, la que nos reconcilia con nuestro Dios, que perdona nuestros pecados y nos da la abundancia de su vida. “Jesús puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para siempre para interceder en su favor”.

Una muchedumbre

Una vez que Jesús se decidió a proclamar su evangelio, su buena noticia, el pueblo fue cayendo en la cuenta de que era una persona especial. Sus palabras sonaban de manera distinta: “Tú solo tienes palabras de vida eterna”. Llevado de su amor y de sus entrañas de misericordia desplegaba su poder de curación, sanando a todos los enfermos y agobiados que se acercaban a él. No es extraño entonces que, como dice el evangelio de hoy, “cuando se retiró a la orilla del lago, lo siguió una muchedumbre de Galilea”.

Tenemos que reconocer que el panorama en 2021 ha cambiado. Vemos que no acuden “muchedumbres” a nuestras predicaciones de Jesús y su evangelio. Es clara la descristianización que estamos viviendo… muchos no quieren saber nada de Jesús y de todo lo que nos ha traído

Ante esta situación, los cristianos de hoy no podemos batirnos en retirada. No podemos dejar de hablar de Jesús y su evangelio. No podemos privar a nuestros hermanos del tesoro que el mismo Hijo de Dios nos ofrece para vivir, ya en esta tierra, una vida con sentido, con esperanza, con ilusión, antes de poder disfrutar de la felicidad total después de nuestra muerte.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

Santa Inés

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-1-2021/santa-ines/

Santa Inés es una de las más célebres vírgenes y mártires de las persecuciones romanas. Se trataba de una joven romana de pocos años, unos 13 más o menos. Había consagrado su virginidad a Cristo y no sirvieron amenazas ni malos tratos ni tormentos para hacerla desistir.

Virgen y mártir
Roma, siglos III-IV

Santa Inés es una de las más célebres vírgenes y mártires de las persecuciones romanas. Su alabanza resonó por toda la Iglesia y se hicieron eco de su virginidad y su martirio los Santos Padres y los escritores eclesiásticos. Su elogio en el Martirologio Romano es éste:

«En Roma, el triunfo de Santa Inés, virgen y mártir, la cual, por orden del prefecto Sinfronio, fue echada al fuego, que se apagó por la oración de la santa, y fue pasada a cuchillo. De ella escribe San Jerónimo estas palabras: En los escritos y lenguas de todo el mundo, especialmente en las iglesias, es alabada la vida de Inés, porque venció a la tierna edad y al tirano, y consagró con el martirio el título de la castidad.»

Los elogios a la santa siempre subrayan la doble corona con la que fue coronada: la de la virginidad, que de ningún modo quiso perder, y la del martirio, pues dio la vida a causa de su fe cristiana: la castidad virginal y la fortaleza de la fe.

La leyenda forjó unas actas que no pueden admitirse como auténticas, y por ello lo mejor es retener los datos que la tradición hizo llegar a los Santos Padres de los siglos IV y V y por los cuales la alabanza de Inés, como queda dicho, estuvo en la boca de todos.

En primer lugar, hay que decir que se trataba de una joven romana y que Roma fue el teatro de su martirio, la propia capital del Imperio. Los autores han titubeado entre las persecuciones de mediados del siglo III o la de comienzos del siglo IV. Esto último es lo más común y tradicional.

En segundo lugar, hay que afirmar que era una joven de pocos años, unos 13 más o menos, dato este que resalta en la tradición, pues llamó la atención que con tan poca edad tuviera tanta fortaleza, y que no teniendo edad para ser testigo en un juicio, fuera sin embargo testigo (mártir) de Cristo.

En tercer lugar, hay que decir que se trataba de una joven que había consagrado su virginidad a Cristo, una virgen consagrada, y que por ello rechazaba el matrimonio, pues su alma ya tenía un esposo que era Cristo, al que de ningún modo deseaba ser infiel. Que un pretendiente, despechado de su no aceptación, la denunciara como cristiana no es inverosímil. El despecho lleva fácilmente a la venganza, y vengarse de los cristianos era absolutamente fácil.

En cuarto lugar, hay que decir que confesó intrépidamente a Cristo y que no sirvieron amenazas ni malos tratos ni tormentos para hacerla desistir de su propósito de servir a Cristo y de serle fiel. En realidad más parece que ella misma se presentó como cristiana que no que fuera delatada como seguidora del Evangelio.

En quinto lugar, hay que decir que, aunque una tradición sobre su martirio habla del fuego, lo probable es que fuera muerta al atravesarle una espada o espadín la garganta, forma común de ejecución en Roma. El elogio del Martirologio retiene ambas tradiciones —fuego y espada— como forma de sintetizar la contradicción entre ambas.

Fue enterrada en la vía Nomentana, donde luego la princesa Constantina le erige una basílica, y sus reliquias parecen ser auténticas.

La fiesta de Santa Inés se halla en todos los martirologios, y en Roma se celebraban dos días de su fiesta: el 21 de enero, día de su martirio, y el día 28, llamado de Santa Inés segundo, y correspondiente al día octavo de su triunfo.

José Luis Repetto

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA