San Vicente Mártir

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa.
  • A continuación, exposición del Santísimo hasta las 20:30 h

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 8,6-13:

Hermanos:
Ahora a nuestro sumo Sacerdote, Cristo, le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.
Si la primera hubiera sido perfecta, no habría lugar para una segunda.
Pero les reprocha:
«Mirad que llegan días —oráculo del Señor—
en que haré
con la casa de Israel y con la casa de Judá
una alianza nueva;
no como la alianza que hice con sus padres,
cuando los tomé de la mano
para sacarlos de Egipto.
Ellos fueron infieles a mi alianza
y yo me desentendí de ellos —oráculo del Señor—.
Así será la alianza que haré con la casa de Israel
después de aquellos días —oráculo del Señor—:
pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en sus corazones;
yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.
Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo,
el otro a su hermano, diciendo:
“Conoce al Señor”,
porque todos me conocerán,
del menor al mayor,
pues perdonaré sus delitos
y no me acordaré ya de sus pecados».
Al decir alianza “nueva”, declaró antigua la anterior; y lo que envejece y queda anticuado, está para desaparecer.

Salmo

Sal 84,8.10.11-12.13-14 R/. La misericordia y la fidelidad se encuentran

Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
La salvación está cerca de los que lo teman
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo. R/.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,13-19

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.
E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:
Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/22-1-2021/

Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en sus corazones

Curiosa forma de empezar este texto.” Si el primer pacto/ alianza hubiera sido perfecto, no habría sido necesario el segundo”, es decir la llegada de Jesús, que culminaría ese diálogo entre Dios y su pueblo. Jesucristo es el nuevo notario entre Dios y su pueblo.

Quien escribe esta carta, probablemente un sacerdote judío convertido al cristianismo (cosa realmente extraña, pero posible; también entre los sacerdotes judíos los había buena gente, gente buscadora, ansiosa de la verdad del Mesías esperado), conocía muy bien los textos de la antigua Alianza y los cita con fluidez, teniendo en cuenta de que es una carta eminentemente sacerdotal.

Dios, viene a decirnos el autor, no es alguien de ideas fijas, es capaz de cambiar y revitalizar la alianza la amistad con su pueblo y con cada uno de nosotros, haciendo un nuevo pacto, rechazando el antiguo, inscribiendo su ley en las entrañas de cada uno, instruyendo al pueblo y a cada uno según la conciencia interior. Dios, dice, perdonará las maldades realizadas, no se acordará de los pecados cometidos. El autor anónimo conoce bien cual es la función sacerdotal por antonomasia: interceder, ofrecer sacrificios de alabanza, restaurar la amistad maltrecha.

Este pacto nuevo, hecho en el santuario fundamental que no es otro que Jesucristo, adquiere una nueva dimensión. Se trata de que nosotros nos fiemos de Jesucristo, pongamos en Él nuestra confianza y le veamos como el nuevo y definitivo sacerdote intercesor y guía para nuestras vidas. Por eso, en este tiempo ordinario, pasada la Navidad ya deberíamos haber dado la vuelta al corazón, convertirnos hacia Jesús y dar por acabada nuestra vida pasada.

El borrón y cuenta nueva comienza con el sacerdote Jesucristo, intercesor y guía para nuestras vidas. Él es quien levanta acta de la nueva creación y de las nuevas criaturas que comenzamos a ser.

La misericordia y la fidelidad se encuentran

Salmo de súplica y alabanza reconociendo las bondades de Dios para con su pueblo. Es una súplica nacional dividida en tres partes: primero, recuerda la misericordia del Señor cuando los liberó de la cautividad de Babilonia; la segunda, es una súplica que brota de las aflicciones del presente, que no se habían acabado con la libertad y la tercera, un anuncio profético de salvación, de paz y prosperidad para el pueblo para que no perdiesen la confianza en Dios. Era/es tan fácil perderla.

Salmo que merece orarse con pausa porque en verdad: Dios siempre está cerca, a la vuelta de la esquina.

Llamó a los que le pareció conveniente

En mi Biblia ecuménica comienza este capítulo diciendo: “Después subió Jesús a un cerro y llamó a los que le pareció conveniente”. Y cuando los tenía reunidos, eligió a doce para que le acompañasen y fuesen testigos. ¿Qué fue de los otros que estaban presentes en esa subida al cerro…? ¿Por qué eligió un alto, un cerro que nos ería muy alto…? ¿Cómo se sintieron los no elegidos? ¿Frustrados, desanimados? ¿Para esto hemos subido hasta aquí? ¿Qué tienen estos que nosotros no tengamos? ¿Qué tengo yo que no pueda ser uno de los enviados…? Los murmullos aún resuenan…

Apóstol significa enviado. Quiero imaginar que Jesús daría alguna explicación a su aparente “antojo selectivo”: que si quería significar a las doce tribus de Israel, que los había observado y conocido bastante bien, que para lo que Él pensaba no todos valían por igual, que si… Dudo de que quedasen convencidos. Y para más abundamiento les dio poder para expulsar a los demonios… Mucho poder de golpe, ¿no?

Cierto, la elección o selección fue muy variada, pertenecían a distintos estamentos. Eso salvaba la situación. La sigue salvando en nuestra época. Porque la verdad, muchas veces el pueblo cristiano se extraña de la elección de algunos para ser enviados. Y de entre los enviados nos extrañamos mucho de que algunos hayan sido seleccionados. ¿Qué criterio siguió Jesús? ¿Qué criterio(s) se siguen en la selección de los que se dicen llamados a ser enviados, a ser predicadores, evangelizadores…? ¿No habrá que revisar esos criterios? A veces es mejor no pensar, como tampoco es saludable decir frases tópicas que no convencen: el Espíritu Santo sabrá lo que hace, Dios elige a los más despreciables, y por último, como a un aborto (dice Pablo) me eligió a mí… No convence, oiga, no convence. Nosotros, el pueblo cristiano deberíamos decir, opinar algo ¿no cree?, porque después sufrimos las consecuencias…

Sin llamada y, por supuesto, sin escucha atenta y paso a la acción/conversión/cambio, no hay enviados, no hay evangelizadores. Con este gesto de libre elección, Jesús hacía frente a aquella guerra solapada entre el mesianismo judío conservador y sus sacerdotes del templo y el nuevo Mesías portador de un mensaje nuevo, de unos nuevos criterios y selección del personal apostólico.

Antes de escribir este comentario, he leído una entrevista a un autor sobre su último libro Así empieza todo: la guerra oculta del s. XXI quien termina con una cita ¡de un chino, sí! que dice acertadamente: “La guerra es una contienda moral que se gana en los templos antes que en los campos de batalla” (Sun Tzu). ¡Contienda moral! Por eso nosotros, apóstoles desde el bautismo, en la rutina de nuestras vidas, hemos de pertrecharnos con las armas de la Luz que viene de lo alto. Una Luz/llamada que no pocas veces es antojadiza; ¿por qué yo, Señor…?; ¿por qué no, Señor?

Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Casa San Alberto Magno (Madrid)

San Vicente Mártir

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/22-1-2021/san-vicente/

Nacido en Huesca en el siglo IV, este diácono fue martirizado en plena persecución de Diocleciano. Pronto se convertirá en uno de los santos del cristianismo antiguo que alcanzó mayor popularidad en todas las épocas

San Vicente ha quedado para siempre vinculado a Valencia, aunque su lugar de nacimiento parece que fue la ciudad de Huesca. Es verdad que no disponemos de fuentes precisas para aclarar los comienzos del cristianismo en la ciudad del Turia. Era colonia romana desde mediados del siglo I a.C., y se descubre ya actividad de los cristianos en la región a finales del siglo III; antes parece que no hubo una presencia significativa de comunidades cristianas.

A comienzos del siglo IV y en plena persecución de Diocleciano tuvo lugar el «martirio de San Vicente», uno de los santos del cristianismo antiguo que alcanzó mayor popularidad en todas las épocas. «San Vicente, mártir de Valencia –escribe Ángel Fábrega Grau–, es sin duda uno de los mártires no sólo de España, sino de toda la Iglesia que obtuvo un culto más espléndido y universal desde los tiempos más remotos» (Pasionario Hispánico (siglos VII-XII, Madrid-Barcelona, 1953, T. I, p. 92).

Son varios los datos que tenemos históricamente ciertos. Era diácono de la iglesia Caesaraugustana; fue apresado en esta ciudad de Zaragoza y llevado a la de Valencia en compañía de su obispo, Valero, o Valerio, hacia el 304/305. Puede que el procónsul o juez Daciano la eligiera por el escaso peso específico que tenían todavía en ella los seguidores de Cristo. No se dispone de actas del martirio propiamente proconsulares, es decir, redactadas en el momento mismo del proceso por funcionarios romanos. Su memoria, sin embargo, transmitida al comienzo de forma oral, se recogió después en «pasiones», y de ellas se hicieron eco en sermones y composiciones poéticas. A comienzos del siglo V se conocía ya una «pasión» cuya lectura escuchaba en la liturgia San Agustín y muchos de sus contemporáneos; el aniversario de la muerte se celebraba el 22 de enero. El relato recogía los pormenores de la prisión, proceso, torturas, muerte y ventura que corrió su cadáver; se fecha con toda probabilidad en los últimos años del siglo IV; por tanto, a una distancia de casi cien años de su muerte.

[…] Fue mártir de la particular devoción de San Agustín. En diferentes años predicó en el día de su fiesta y han llegado a nosotros cinco sermones suyos. Contemplaba la victoria total de San Vicente en la persecución, interrogatorio y tortura; venció en la muerte, venció una vez muerto. Su fortaleza la recibió de Cristo, que antes había derramado la sangre por él.

Todo lo superó con la ayuda del Señor –exclama en el sermón 275–, combatiendo en dura lucha contra las asechanzas del antiguo enemigo, contra la crueldad del juez impío, contra los dolores de la carne mortal. «Daba la impresión de ser uno el atormentado y otro el que hablaba. Y efectivamente era otro; el Señor lo había predicho y prometido a sus mártires, diciendo: No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla en vosotros (Mt 10, 20).

[…] ¡Qué belleza de alma tendría aquél hasta cuyo cadáver resultó invicto —escribía en el Sermón 277—. «Dios concede a sus iglesias los cuerpos de los santos no para gloria de los mártires, sino para que se conviertan en lugares de oración». A este propósito podría recordarse la devoción que tenía Santo Domingo a San Vicente, tal como asegura un autor del siglo XIII, Esteban de Salagnac: «El padre Santo (Domingo) visitaba frecuentemente y de buen grado los lugares de oración y los sepulcros de los santos, y no pasaba de largo como nube sin lluvia, sino que allí, en oración, juntaba más de una vez el día con la noche. Con más frecuencia, sin embargo, siempre que se presentaba la ocasión, se retiraba a la villa llamada Castres, en la diócesis de Albí, limítrofe con la de Toulouse. Le movía la reverencia y devoción al santísimo levita Vicente, cuyo cuerpo sin duda alguna se reconoce y es cierto que reposa allí« (L. GALMÉS – V. T. GóMEZ, Santo Domingo de Guzmán, fuentes para su conocimiento, Madrid, BAC, 1987, p. 693).

Tras la paz constantiniana (313) se trasladó su cuerpo junto a la vía Augusta, a un kilómetro de la ciudad de Valencia; sobre su sepulcro se levantó después una basílica. En su entorno se estableció una comunidad de monjes hispano-romanos. Monasterio y basílica permanecieron durante la época de dominación musulmana. Algunas de sus reliquias se fueron dispersando por diferentes partes de España, Francia e Italia, principalmente. A partir del siglo IX se habla de «traslaciones del cuerpo entre otros lugares, al monasterio benedictino de Castres, en el Languedoc.

Fr. Vito T. Gómez García O.P.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA