Sábado de la V semana de Pascua

Aforo 50%

Templo Carmelitas 

  • 19:00 Rezo del Santo Rosario. Sufragio. Rafael Cristófol
  • 20:00 Misa del VI Domingo de Pascua. Novena a Nuestra Señora de los Desamparados. Sufragio. Antonio Albendea Ruiz y Juan José Núñez Collado

Ermita Virgen Desamparados – Campolivar

  • 19:00 Misa del VI Domingo de Pascua. Sufr. Agustín Alonso

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,1-10):

EN aquellos días, Pablo llegó a Derbe y luego a Listra. Había alli un discipulo que se llamaba Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso que fuera con él y, puesto que todos sabían que su padre era griego, por consideración a los judíos de la región, lo tomó y lo hizo circuncidar.
Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día.
Atravesaron Frigia y la región de Galacia, al haberles impedido el Espíritu Santo anunciar la palabra en Asia. Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Tróade.
Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos».
Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 99,1-2.3-5

R/. Aclama al Señor, tierra entera

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,18-21):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

Palabra del Señor

San Pedro Arzobispo de Tarentaise

De https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=139

San Pedro de Tarentaise, una de las glorias de la orden cisterciense, nació cerca de Vienne, en la provincia del Dilfinado. Desde joven, dio prueblas de una memoria extraordinaria y de gran inclinación a los estudios religiosos y a los 20 años, entró en la abadía de Bonnevaux. Con gran celo, abrazó la austeridad de la regla y edificó a cuantos le trataron, por su caridad, humildad y modestia. Al cabo de un buen tiempo, su padre, su madre y su única hermana tomaron el hábito en un convento cisterciense de los alrededores. Además de esos miembros de la humilde familia de San Pedro, muchos nobles abrazaron también la vida religiosa en Bonnevaux, movidos por el ejemplo del santo.

Todavía no cumplía los 30 cuando fue elegido superior del nuevo convento de Tamié, en las solitarias montañas de Tarentaise. Con la ayuda de Amadeo III, conde de Saboya, que le tenía gran estima al santo, San Pedro fundó un hospital para los enfermos y forasteros, en el que asistía personalmente a sus huéspedes.

En 1142, San Pedro fue elegido arzobispo de Tarentaise. El nuevo arzobispo encontró la arquidiócesis en un estado lamentable, por lo que decidió trabajar con mucho esfuerzo por el bienestar de ella. San Pedro visitaba constantemente su dióceis, recuperó las propiedades confiscadas, destinó a los mejores sacerdotes a las parroquias, fundó instituciones para la educación de la juventud y el socorro de los pobres y promovió la celebración de los divinos oficios en todas las iglesias.

En 1155, después de 13 años de gobierno de su diócesis, desapareció sin dejar huella. Se había retirado a una lejana abadía cisterciense de Suiza, donde los monjes no le conocían y lo aceptaron como un hermano lego. Pero cuando sus superiores supieron la noticia, lo obligaron a regresar a su diócesis donde los feligreses lo recibieron con júbilo. San Pedro decidió entonces dedicarse a ella con mayor ahínco y celo apostólico, realizando múltiples obras en favor de ella.

Debido a su fama de hábil pacificador, Alejandro III decidió enviarlo a negociar la reconciliación entre Luis VII de Francia y Enrique II de Inglaterra. Aunque era ya bastante anciano, el santo partió y predicó durante todo el viaje. Durante el encuentro sostenido con ambos monarcas, el rey de Inglaterra le prodigó al santo de toda clase de honores; sin embargo, la paz no se produjo hasta después de la muerte del santo.

Cuando volvía a su diócesis, San Pedro cayó enfermo cerca de Besanconm y murió cuando le transportaban a la abadía de Bellevaux. Su canonización se realizó en 1191.