Miércoles de la II semana de Cuaresma

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa.
  • A continuación exposición del Santísimo hasta las 20:30 h

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (18,18-20):

ELLOS dijeron:

«Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso, Señor,
escucha lo que dicen mis oponentes.
¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti,
pidiendo clemencia por ellos,
para apartar tu cólera.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,5-6.14.15-16

R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

V/. Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

V/. Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.

V/. Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Evangelio

En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.»
Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Palabra del Señor

Reflexión

De https://www.franciscans.cat/la-palabra-todo/4039-no-sabeis-lo-que-pedis-21

La situación que presenta hoy el Evangelio es penosa. Jesús abriéndole el corazón a sus discípulos, mostrándole el trago amargo por el que tiene que pasar y ellos, a lo suyo. Los hijos del Zebedeo, a través de su madre, piden la seguridad y el prestigio de un buen puesto. Los otros, indignados por esta petición que en el fondo también manifiesta su enfado porque ponen en peligro su futuro.
“¡No sabéis lo que pedís!” ¿Cómo lo iban a saber si seguían sin darse cuenta de que era el Hijo del Hombre quien les conducía? Serán necesarias la cruz y la mañana de Pascua, la huida en medio del pánico y el bautismo del Espíritu. Serán necesarias la Mesa compartida en memoria de Él y la copa del Reino, para que, poco a poco, sepan…
Una cosa es estar “en las cosas de Dios” y otra muy distinta es “estar en Dios”.
Jesús, encamina esta “lucha de intereses” entre los suyos, abriéndoles la mente y el corazón para que entiendan que el Reino que Jesús ha inaugurado con su vida, solo se entiende desde el servicio y la entrega. Que no se trata de querer salvar al mundo, sino de sumergirse en el torrente de amor que lo renueva todo. Beber de la copa con toda humildad y dejar que Cristo nos conduzca. Compartir el destino del Señor día a día. Hasta el final. ¿Lo entiendes ahora?

¡Paz y Bien!

Santos Marino y Astirio Mártires

De https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=69

San Marino pertenecía a una noble familia de Cesarea de Palestina y se había distinguido en el ejército. Iba a ser condecorado con el emblema de centurión, cuando uno de sus rivales objetó que no tenía derecho a aspirar a esa dignidad pues era cristiano y no podía ofrecer sacrificios al Emperdor.

Al ser interrogado por el gobernador Aqueo, Marino se confesó servidor de Cristo y ante su negativa de adorar a las divinidades paganas, fue ejecutado inmediatamente. San Astirio, un senador romano que gozaba del favor del emperador asistió al martirio de Marino, envolvió el cadáver en su propia capa, se lo echó sobre los hombros y le dio cristiana sepultura. Cuando el gobernador se enteró de lo sucedido, interrogó a Astirio y al confesarse cristiano, fue condenado al martirio.