Martes de la II semana de Cuaresma

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa.
  • A continuación exposición del Santísimo hasta las 20:30 h

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 1, 10. 16-20

Oíd la palabra del Señor,

príncipes de Sodoma,
escucha la enseñanza de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra.
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista
vuestras malas acciones.
Dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien.
Buscad la justicia,
socorred al oprimido,
proteged el derecho del huérfano,
defended a la viuda.
Venid entonces, y discutiremos
—dice el Señor—.
Aunque vuestros pecados sean como escarlata,
quedarán blancos como nieve;
aunque sean rojos como la púrpura,
quedarán como lana.
Si sabéis obedecer,
comeréis de los frutos de la tierra;
si rehusáis y os rebeláis,
os devorará la espada
—ha hablado la boca del Señor—».

Salmo

Sal 49, 8-9. 16bc-17. 21 y 23 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños. R/.

¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.

Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Reflexión del Evangelio

Cesad de obrar mal, aprender a obrar bien

El profeta Isaías, al comienzo de su ministerio, dirige a Israel una expresiva llamada a la Conversión, utilizando para ello el ejemplo del terrible destino de Sodoma y Gomorra. Dios no quiere sacrificios o purificaciones rituales, sino un profundo cambio de actitud: “buscad el derecho, enderezad al oprimido, defended al huérfano, defended a la viuda…” Es el prójimo el camino por el que Israel puede volver a Dios y “litigar” con Él como intentó hacer Abraham.

No pocas veces también los cristianos, y precisamente en este tiempo de Cuaresma, parece que preferimos las fórmulas rituales a la verdadera conversión. El rito, por ejemplo, de la Ceniza suscita en nuestras comunidades todavía (y esto ciertamente es muy positivo en nuestra sociedad secularizada) gran expectación y un numeroso concurso de fieles se dan cita en los templos a pesar de ser una tarde de miércoles. El problema es que el jueves ya se ha vuelto a la rutina en la misma iglesia semivacía hasta la Semana Santa.

Isaías, entonces y ahora, nos invita a cambiar los corazones respecto a Dios y a nuestros hermanos. El pecado es una realidad muy enraizada en nuestras estructuras mentales y sociales, pero Dios no ceja en su insistencia de amor y misericordia.

El primero entre vosotros será vuestro servidor

Todo parece indicar un cierto paralelismo entre este texto y el de las Bienaventuranzas, entre el modo de enseñar de Jesús y el de los fariseos, en su novedad paradigmática y el “dejà vu” de estos. Jesús no trae una nueva religión o una reforma de la ley mosaica, sino anunciar que el Reino de Dios se ha hecho presente como un don precioso de amor y liberación: pues es esto y no otra cosa la Ley.

El problema es que los fariseos y los “maestros” habían convertido a la Ley y los Profetas en unas sufridas obligaciones para el pueblo fiel, obligaciones y ritos en los que ni ellos mismos creían. Y Jesús denuncia esta hipocresía con rotundidad y desde su autenticidad como Maestro que viene de parte de Dios, que habla con convicción y autoridad desde el ejemplo de su Vida.

Pero el texto del Evangelio es también una crítica para los que hoy en día y en nuestra Iglesia se consideran “maestros” y conciben su ministerio pastoral no en referencia a Cristo, único y verdadero Maestro, sino desde su propia autoreferencia. En este sentido, es muy significativo que uno de los títulos del Papa es el de “servus servorum Dei” (siervo de los siervos de Dios), aunque muchas veces se ha utilizado como signo más de poder que de servicio. El papa Francisco ha criticado siempre mucho este fariseísmo y la excesiva clericalización de la Iglesia, aunque todavía queda mucho por hacer y no pocos laicos siguen prefiriendo el servicio en la sacristía más que en la sociedad.

“Hoy el mundo espera de nosotros una respuesta vital, encarnada en nuestra propia entraña; no entiende las respuestas puramente teóricas por sabias que parezcan. Si los hombres se acercan a nosotros interesándose por Cristo, por el sitio donde se le puede encontrar, por su mensaje, por su doctrina, por las virtudes que practicó, hemos de estar siempre preparados para dar una respuesta que brote de una experiencia personal, hecha vida en nuestra propia vida, hecha sacrificio e inmolación de nuestra propia carne” (Alessandro Pronzato: “Evangelios molestos”)

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)

San Simplicio; Papa

Reinó entre 468-483; se desconoce su fecha de nacimiento; murió el 10 de marzo de 483. Según el “Liber Pontificalis” (ed. Duchesne, I, 249) Simplicio era hijo de un ciudadano de Tívoli llamado Castino; y después de la muerte del Papa Hilario en 468 fue elegido para sucederle. La elevación del nuevo Papa no se alcanzó sin dificultades. Durante su pontificado el Imperio de Occidente llegó a su fin. Desde el asesinato de Valentiniano III (455) había habido una rápida sucesión de emperadores insignificantes en el Imperio Romano de Occidente, que se vieron amenazados constantemente por la guerra y la revolución. Siguiendo a otras tribus germánicas, los hérulos entraron en Italia, y su gobernante Odoacro puso fin al Imperio de Occidente deponiendo al último emperador, Rómulo Augústulo, y asumiendo él mismo el título de rey de Italia. Aunque arriano, Odoacro trató a la Iglesia Católica con mucho respeto; también conservó la mayor parte de la antigua organización administrativa, de forma que el cambio no produjo grandes diferencias en Roma.