Sábado de la IV semana del Tiempo Ordinario

Aforo 30%

Templo Carmelitas 

  • 19:00 Adoración al Santísimo, cantos, acción de gracias
  • 20:00 Misa del V Domingo del Tiempo Ordinario

Ermita Virgen Desamparados – Campolivar

  • 19:00 Misa del V Domingo del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta Hebreos (13,15-17.20-21):
Hermanos:Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.
No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios.
Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía.
Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros lo que es de su agrado por medio de Jesucristo.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.Palabra de Dios

Salmo

Sal 22

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

V/. Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

EN aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

De https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/comentario-homilia/?f=2021-02-06

Severiano Blanco, cmf

Queridos hermanos:

¡Hermosa conclusión la de la carta a los Hebreos!: Exhortación a entender la vida cristiana como un sacrificio de alabanza, a practicar la ayuda mutua, a ser agradecidos con quienes animan nuestra fe, a vivir en comunión con otras comunidades… y dejar a Dios que actúe en nosotros, que nos “trabaje” interiormente por medio de Jesucristo.

La lectura evangélica que hemos escuchado es un pasaje de transición, formado de pequeños “retales”. Hace un par de días veíamos como Jesús enviaba a los discípulos a predicar y curar. Ahora ya han regresado, y cuentan al maestro cómo han cumplido el encargo (“todo lo que han hecho y enseñado”). El Jesús de Marcos, siempre compasivo, los invita a tomarse un descanso, a reponerse; pero lo tienen difícil a causa de la multitud, “los que venían e iban”; es el mundo necesitado de la palabra de Jesús y de los suyos. Jesús quiere para sus predicadores una sana combinación entre vida activa y contemplativa, liberándose periódicamente del gentío, siempre hambriento de pan y de palabra. Para lograrlo tendrá que ir más lejos, al otro lado del lago de Genesaret.

Son pequeños retazos, recibidos de una tradición un tanto deshilvanada o creados por el autor para que resulte un cuadro coherente. Y efectivamente tiene más coherencia que la que se percibe a primera vista. El paso por el lago hacia un lugar desierto (en griego “éremos”, como en el Pentateuco) es un reflejo de la historia del Éxodo: tras el paso del Mar Rojo se llega al desierto del Sinaí. Allí el pueblo elegido, ¡que ya existía!, fue “recreado” mediante la Alianza y el don de la Ley, tuvo formidables experiencias del Dios majestuoso, en forma de truenos y rayos, y del Dios cercano que los guiaba día y noche y que realizó para ellos, por medio de Moisés, el prodigio del maná, de las codornices y del agua de Meribá. La palabra de Yahvé por medio de Moisés dio nueva forma al pueblo de Dios. Esto hará que, en el futuro, se contemple el Éxodo como la “edad dorada” de Israel: “De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo, aquel seguirme tú por el desierto” (Jeremías 2,2).

Marcos contempla, por tanto, las andanzas de Jesús con sus discípulos como la restauración del pueblo elegido, el retorno al amor primero, o la llegada de la edad dorada…  Está surgiendo el nuevo pueblo de Dios, ahora no por medio de Moisés y Aarón, sino por medio del mismo hijo de Dios, de Dios encarnado, que ya no se manifiesta entre truenos y rayos sino solo en gestos de ternura. Se compadece de la fatiga de los discípulos, y los invita a descansar, a reponer fuerzas; y se compadece de las multitudes que se le adelantaron al desierto, porque las ve “como ovejas que no tienen pastor”. Según el libro de los Números, que se sitúa en la época del Éxodo, Moisés le pide a Yahvé que le conceda un sucesor (será Josué), “para que la comunidad de Yahvé no quede como rebaño sin pastor” (Nm 27,17).

Pasajes como el de hoy nos permiten captar de forma especial la unidad de toda la Biblia, la perfecta continuidad entre ambos Testamentos; y nos presenta a Jesús como el mediador insuperable, el que convierte en realidad las antiguas figuras. De sus andanzas con los seguidores surge la Iglesia, siempre guiada por Él, Él en medio de ella, derramando sobre ella toda su ternura y compasión. Seguirá la narración de los panes, culminación del maná y prefiguración de la Eucaristía que da vida a la Iglesia.

Vuestro hermano

Severiano Blanco cmf

San Alfonso María Fusco

De https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=772

Alfonso María Fusco, primogénito de cinco hijos, nació el23 marzo 1839 en Angri, provincia de Salerno, diócesis de Nocera-Sarno, del matrimonio Aniello Fusco y Giuseppina Schiavone, ambos de origen campesino y educados desde el nacimiento en sanos principios de vida cristiana y el santo temor de Dios. Se casaron en la Colegiata de San Juan Bautista el 31 enero 1834 y por cuatro largos años la cuna preparada con tanto amor quedó desoladamente vacía. A Pagani, a poca distancia de Angri, se conservan las reliquias de San Alfonso María de’ Liguori. En el año 1838 Aniello y Giuseppina fueron a su tumba para rezar. En esa circunstancia sintieron decir al redentorista Francesco Saverio Pecorelli: « Tendrán un hijo varón, lo llamarán Alfonso, será sacerdote y seguirá la vida del Beato Alfonso».

El niño demostró rápidamente un carácter suave, dulce, amable, amante de la oración y de los pobres. En la casa paterna tuvo profesores sacerdotes eruditos y santos que lo instruyeron y lo prepararon para su primer encuentro con Jesús. A los siete años recibió la Primera Comunión y en seguida la Confirmación. A los once años manifestó a sus padres el deseo de hacerse sacerdote y el 5 noviembre 1850 «espontáneamente y solamente con el deseo de servir a Dios y a la Iglesia», como él mismo declaró mucho tiempo después, entró en el Seminario Episcopal de Nocera de Pagani.

El 29 mayo 1863 fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Salerno, Mons. Antonio Salomone, entre el regocijo de su familia y el entusiasmo del pueblo de Angri. Se distinguió bien pronto entre los sacerdotes de la Colegiata de San Juan Bautista de Angri por su celo, por su dedicación al servicio litúrgico y por la diligencia en administrar los sacramentos, especialmente la confesión, donde mostraba toda su paternidad y comprensión por el penitente. Se dedicaba a la evangelización del pueblo con una predicación profunda, sencilla e incisiva. La vida diaria de don Alfonso era la de un sacerdote diligente que llevaba en su corazón un viejo sueño. En los últimos días de seminario, una noche había soñado que Jesús Nazareno le había pedido, apenas fuese ordenado sacerdote, fundar un Instituto de religiosas y un orfanato para niños y niñas.

Fue el encuentro con Maddalena Caputo en Angri, una joven de carácter fuerte y decidido, que aspiraba a la vida religiosa, lo que empujó a don Alfonso a acelerar el tiempo para la fundación del Instituto. El 25 septiembre, la señorita Caputo y otras tres jóvenes se retiraron al oscurecer, a una casa destartalada de Scarcella, en el distrito de Ardinghi en Angri. Las jóvenes querían dedicarse a su propia santificación, a través de una vida de unión con Dios, de pobreza y de caridad, y a través del cuidado e instrucción de los huérfanos pobres.

Así fue fundada la Congregación de las Hermanas Bautistinas del Nazareno; la semilla cayó en buena tierra, en aquellos cuatro corazones ardientes y generosos y a través de privaciones, luchas, oposiciones, y pruebas el Señor la hizo desarrollar abundantemente. La Casa Scarcella fue conocida rápidamente como la Pequeña Casa de la Providencia.

Empezaron a llegar otras postulantes y las primeras huérfanas y, con ellas, las primeras dificultades. El Señor, que hace sufrir mucho a quien ama mucho, no ahorró penas ni sufrimientos al Fundador y a sus hijas. Don Alfonso aceptó siempre las pruebas, a veces muy duras, manifestando una completa conformidad a la voluntad de Dios, una heroica obediencia a los superiores y una inmensa confianza en la Providencia. La tentativa injusta del Obispo diocesano, Mons. Saverio Vitagliano, de remover, por culpa de una serie de acusaciones falsas, a don Alfonso como director de la obra; la negativa a abrirle la puerta de la casa en Via Germanico a Roma, de parte de sus mismas hijas, causado por un deseo de división; las palabras del Cardenal Respighi, Vicario de Roma: «Ha fundado una comunidad de hermanas competentes que han hecho su deber. ¡Ahora retírese!»; entre otros, fueron para él momentos de gran sufrimiento. Lo vieron rezar con un corazón angustiado, como Jesús en el huerto, en la capilla de la Casa Madre en Angri y en la Iglesia de S. Joaquín en Prati (Roma).

Don Alfonso no dejó mucho escrito. Preferiría hablar con su testimonio de vida. Las breves frases, ricas de sabiduría evangélica, que se pueden sacar de sus escritos y de los testimonios de los que lo conocían, son rayos que iluminan su vida sencilla, su gran amor por la Eucaristía, por la Pasión de Jesús y su filial devoción a la Virgen Dolorosa. Repetía frecuentemente a sus Religiosas: «Hagámonos santos siguiendo a Jesús de cerca… Hijas, si viven en la pobreza, en la castidad y en la obediencia, resplandecerán como estrellas arriba en el cielo». Dirigía el Instituto con gran sabiduría y prudencia y, como padre amoroso, cuidaba sus Religiosas y las huérfanas. Tenía una ternura casi maternal para todos, especialmente para las huérfanas más necesitadas; para ellas había siempre un lugar en la Pequeña Casa de la Providencia, aún cuando el alimento era escaso o simplemente faltaba.

Entonces don Alfonso tranquilizaba a sus hijas preocupadas, diciendo: «No se preocupen, hijas mías, ahora voy a ver a Jesús y Él proveerá». Y Jesús respondía con rapidez y gran generosidad. ¡Para quien cree todo es posible! En el tiempo en que la instrucción era un privilegio de pocos, negada para los pobres y las mujeres, don Alfonso no ahorraba ningún sacrificio con tal de dar a los niños una vida tranquila, el estudio y la preparación necesarias para una ocupación digna, de manera que, una vez adultos, pudieran vivir como ciudadanos honrados y cristianos comprometidos. Quería también que sus Religiosas empezaran pronto a estudiar, para estar preparadas para enseñar a los pobres y, a través de la instrucción y evangelización, preparar los caminos de Jesús, especialmente en los corazones de los niños y jóvenes.

Su voluntad tenaz, totalmente anclada a la Divina Providencia, la colaboración sabia y prudente de Maddalena Caputo que, con el nombre de Sor Crocifissa, fue la primera superiora del naciente Instituto, el estímulo continuo por el amor de Dios y el prójimo, permitieron el desarrollo extraordinario de la obra en breve tiempo. Las muchas peticiones de asistencia para un número siempre mayor de huérfanos y de niños empujó a don Alfonso a abrir nuevas casas, primero en la región de la Campania y posteriomente en otras regiones de Italia.

El 5 febrero 1910 se sintió mal durante la noche. Pidió y recibió los Sacramentos, y la mañana del domingo 6 febrero, después de haber bendecido, con brazo tembloroso, a sus hijas que lloraban alrededor de su cama, exclamó: «Señor, te doy gracias, he sido un siervo inútil». Después se volvió hacia las Religiosas y dijo: «Del cielo no os olvidaré, rezaré siempre por vosotras». Y se quedó dormido tranquilamente en el Señor. Rápidamente se difundió la noticia de su muerte, durante todo ese día, se formó una fila de personas que lloraban diciendo: «¡Ha muerto el padre de los pobres, ha muerto el santo!». Su testimonio ha sido una fuente de vida y de gracia en particular para las Religiosas, hoy difundidas en cuatro continentes.

El 12 febrero 1976 el Papa Pablo VI reconoció sus virtudes heroicas y el Papa Juan Pablo II el 7 octubre 2001 proclamándolo beato, lo ofrece como ejemplo a los sacerdotes y lo indica a todos como modelo de educador y protector especialmente de los pobres y necesitados.