Sábado de la XXV semana del Tiempo Ordinario

Ermita Campolivar. 

  • 19:00 Misa del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas. 

  • 19:00 Exposición del Santísimo
  • 20:00 Misa del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiastés (11,9–12,8):

Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón, de lo que atrae a los ojos;

y sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo. Rechaza las penas del corazón y rehuye los dolores del cuerpo: niñez y juventud son efímeras. Acuérdate de tu Hacedor durante tu juventud, antes de que lleguen los días aciagos y alcances los años en que dirás: «No les saco gusto.» Antes de que se oscurezca la luz del sol, la luna y las estrellas, y a la lluvia siga el nublado. Ese día temblarán los guardianes de casa y los robustos se encorvarán, las que muelen serán pocas y se pararán, las que miran por las ventanas se ofuscarán, las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino se apagará, se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán callando, darán miedo las alturas y rondarán los terrores. Cuando florezca el almendro, y se arrastre la langosta, y no dé gusto la alcaparra, porque el hombre marcha a la morada eterna y el cortejo fúnebre recorre las calles. Antes de que se rompa el hilo de planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente, y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio. Vanidad de vanidades, dice Qohelet, todo es vanidad.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 89,3-4.5-6.12-13.14.17

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,43b-45):

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Palabra del Señor

Reflexión

De Ciudad Redonda

Queridos amigos:

Algo importante está en juego. Lo anuncia Jesús por segunda vez, y previene al auditorio con palabras incitantes: “Meteos bien esto en la cabeza”. Otra vez, el tema de su pasión y muerte. Los jefes religiosos lo van a rechazar y, al fin, lo matarán. Pero siempre apunta a la resurrección, que, sin embargo, estaba aún lejos de su posibilidad de comprensión. El dolor, la muerte, la soledad, la enfermedad son misterios dolorosos, siempre presentes en el camino de los hombres, pero nos cuesta comprender este hecho y, sobre todo, aceptarlo. (Por supuesto, aceptar la cruz de Jesús ha de estar a mil leguas de una espiritualidad victimista o dolorista).

Después de momentos de gloria, como la transfiguración y la curación del muchacho epiléptico, y antes de tomar la decisión de subir a Jerusalén para morir y resucitar, vuelve Jesús sobre el destino que le espera. “Solo ante el peligro” y el destino de ser despreciado y ser ejecutado por sus enemigos, en Jerusalén. La reacción de sus discípulos es desconcertante: no entienden nada, les resultaba un lenguaje oscuro y, apresados por el miedo, no se atreven a preguntarle nada. Siguen agarrados a sus ideas de mesianismos políticos. Pero Jesús es el Mesías de Dios porque es “un ser para la muerte”. Es el Hijo del Hombre, no tanto como juez sino como hombre sufriente. Es el poder y la victoria que se manifiesta en la debilidad.  Es la paradoja de la vida de Jesús: es Rey y es siervo; su victoria se cumple en la cruz de los esclavos; su vida es morir, morir y dar la vida por los que ama.

Para “entender” a Jesús, solo cuenta la fe y el abandono en Dios. Solo la fe descubre que en la cruz está la victoria. Aquellos discípulos que no entendían el lenguaje, tras la muerte de Jesús, dieron su vida por él, entre persecuciones y tormentos. El seguidor de Jesús, medianamente coherente, pasa por la cruz. Es que el mandamiento primero es el amor, y el amor siempre lleva aparejado el dolor, el sacrificio por los otros. Hoy tenemos, como expresión clara, tantos cristianos perseguidos; por ejemplo, en el próximo y medio oriente; y qué valientes responden, cuando llega la cruz. En Occidente, ¿entendemos este lenguaje? Junto a cristianos que responden, como los apóstoles, “te seguiré a dondequiera que vayas”, otros creyentes tienen miedo a seguir a Cristo con todas las consecuencias. Tenemos miedo a “ser diferentes”, a ser otra cosa en el mundo, a anunciar los valores evangélicos, que no son los mundanos. Podemos decir sí o decir no; pero seguir a Jesús es seguir al Crucificado.

San Cosme y San Damián

De Aciprensa

Estos dos santos han sido, junto con San Lucas, los patronos de los médicos católicos. En oriente los llaman “los no cobradores”, porque ejercían la medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres. Lo único que les pedían era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su Evangelio.

Lisias, el gobernador de Cilicia, se disgustó mucho porque estos dos hermanos propagaban efectivamente el cristianismo. Trató inútilmente de que dejaran de predicar, y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza. Finalmente, derramaron su sangre por proclamar el amor al Divino Salvador.

Junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, empezaron a obrarse milagrosas curaciones. El emperador Justiniano de Constantinopla, padeciendo de una grave enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente.