Ermita del Salvador
- 18:00 Reunión del Grupo de Oración y Amistad:
- 19:00 Exposición del Santísmo
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura del libro de los Números (24,2-7.15-17a):
EN aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae y se le abren los ojos:
¡Qué bellas tus tiendas, oh Jacob,
y tus moradas, Israel!
Como vegas dilatadas,
como jardines junto al río,
como áloes que plantó el Señor
o cedros junto a la corriente;
el agua fluye de sus cubos,
y con el agua se multiplica su simiente.
Su rey es más alto que Agag,
y descuella su reinado».
Y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios
y conoce los planes del Altísimo,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae en éxtasis, y se le abren los ojos:
Lo veo, pero no es ahora,
lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza una estrella de Jacob,
y surge un cetro de Israel».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 24,4-5ab.6-7bc.8-9
R/. Señor, instrúyeme en tus sendas
V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
V/. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
V/. El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humilles con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,23-27):
EN aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».
Jesús les replicó:
«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».
Ellos se pusieron a deliberar:
«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».
Y respondieron a Jesús:
«No sabemos».
Él, por su parte, les dijo:
«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este momento Cristo se encuentra dentro del templo, está en su casa, cuando los sabios y sacerdotes llegaron preguntándole sobre el origen y el tipo de autoridad que tenía. Al igual que estas grandes autoridades, nos creemos con más poder que el mismo Dios para controlar nuestras vidas, planes e incluso nuestro cuerpo. Y tanto ellos, sacerdotes y ancianos del pueblo, como nosotros, estamos convocados a vivir un llamado digno y de gran nobleza de Dios, la vocación a ser servidores amando hasta el extremo, así como el Maestro lo hizo.
Luego, Jesús, riéndose en su interior nos responde con otra pregunta, con la finalidad de darnos una lección. Nos dice, ¿de dónde creen que viene el bautismo que han recibido, de Dios o del hombre? Pueden surgir dos respuestas. Una es, viene del hombre, pero en eso los sabios y nosotros tenemos miedo a vivir diferente a como lo hace el mundo, el pueblo. La otra respuesta dice que viene de Dios, pero pensamos, «Nos dirá Jesús, ¿por qué no me creen?».
Nos encontramos ante dos formas de seguir a nuestro Rey, quien murió dando la vida por cada uno de nosotros para coronarnos con la corona de la felicidad, la corona de gozo. Y ante estas dos vías, ¿por cuál decidimos ir? Vemos el resultado en el Evangelio de aquellos que no buscan a Dios con sinceridad y amor apasionado por la verdad y la santidad; se van sin recibir la respuesta de Cristo a las preguntas que llevaban más en su intelecto que en su corazón. Entonces, tenemos la oportunidad de abrir de par en par las puertas de nuestro corazón pues Cristo quiere que seamos personas auténticas, únicas y alegres, que viven coherentemente los dones recibidos, para poder testimoniar la fe. Cristo quiere, desea y ha venido para entrar en cada uno de nosotros, ese templo donde puede habitar el Espíritu Santo.
«De ahí la importancia de la conversión del pensamiento, del pensar de cristiano. El Evangelio está lleno de esto: cuando Jesús continuamente dice “se os ha dicho esto, pero yo os digo esto” cambia el estilo de pensamiento. Lo mismo cuando dice al pueblo, hablando de los doctores de la ley, “haced todo lo que ellos os dicen, pero no lo que hacen; creed en todo lo que os enseñan, pero no en la forma de creer que ellos tienen”. Esta es la conversión del pensamiento. En realidad, no es habitual que nosotros pensemos de esta manera y por esta razón también la forma de pensar, la forma de creer debe ser convertida. ¿Con qué espíritu pienso? ¿Con el espíritu del Señor o con el espíritu propio, el espíritu de la comunidad a la cual pertenezco o del grupo o de la clase social a la que pertenezco o del partido al que pertenezco? ¿Con qué espíritu pienso? Si yo pienso realmente con el espíritu de Dios, pedir la gracia de discernir cuando pienso con el espíritu del mundo y cuando pienso con el espíritu de Dios. Y por esto es importante pedir a Dios la gracia de la conversión del pensamiento».
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de marzo de 2018, en santa Marta).
Santa Adelaida
De aciprensa
Siendo muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia, pero éste murió joven al parecer envenenado por los que deseaban quitarle su reino. La santa quedó viuda de sólo 19 años. El usurpador Berengario quería casarla con su hijo, pero como la santa se negó rotundamente a esta unión, Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos. El Padre Martín, su capellán, se quedaba admirado porque Santa Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura ya que todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios. El P. Martín logró liberar a la santa y la refugió en el castillo de Canossa.
Sin embargo, Berengario atacó aquel castillo y Santa Adelaida envió a sus embajadores hacia Alemania para pedir la ayuda de Otón, el Emperador. Pronto llegó éste con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina. El emperador alemán se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aceptó, y el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.
Otón el grande reinó durante 36 años, y mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.
Fundó varios monasterios y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados. Su director espiritual fue en ese tiempo San Odilón, el cual dejó escrito: «La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad».
Cuando su nieto, Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a meditar en las verdades eternas.
Murió el 16 de diciembre del año 999.