Jueves después de la Epifanía

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa. Sufragio Agustín Alonso

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,19–5,4):

Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: Quien ama a Dios, ame también a su hermano. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él, En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no, son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 71,1-2.14.15bc.17

R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día. R/.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,14-22a):

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net
No se oyen palabras de un simple hombre que lee en voz alta sino que, aquello que proclama, transmite un mensaje de esperanza y libertad. El mensaje se queda clavado en nuestros oídos y penetra en la intimidad de nuestra persona. Así, millones y billones de miradas se concentran sobre un mismo punto. Hay un solo mensaje, unas mismas palabras y, sin embargo, hay historias tan diversas detrás de cada mirada.
Algunos ven a este Hombre con una actitud de gratitud por haber sentido un momento de consuelo. Otros, manteniendo una mirada sencilla, no hacen más que contemplar. También se encuentran las miradas cansadas que amenazan con apagarse, pero que no pierden la esperanza y no quieren dejar de esperar.
Hay otra postura de fondo al mantener una mirada. Son los que demuestran desprecio e indiferencia, por pensar que las palabras de este hombre no pueden cambiar la realidad. Las miradas egoístas y soberbias que tan sólo desean verse en un espejo. No se pueden ignorar esas miradas cargadas de odio, rencor, incomprensión…
En fin, una mirada dice más que mil palabras, refleja lo que llevo dentro y descubre las aspiraciones más íntimas.  Así, nos damos cuenta de lo que deseamos y, más aún, revela a los demás mis convicciones, mis principios, mis certezas que son testigos de la fe que llevo dentro.
Una última cosa; recordemos cuánto se agradece el ver una mirada pura, sencilla, sincera…

«Precisamente “hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora. Este “hoy” proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue “bajando” para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión.»
(Jornada de oración por las vocaciones, S.S. Francisco, 2017).