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Templo de las Carmelitas
- 10:30 Misa
- 20:00 Misa. Sufragio, Margarita Álvarez Dauden y difuntos de la familia Benito Simón
Ermita de Campolivar
- 11.30 Misa. Sufragio Fernando Bellver Lloréns
Ermita del Salvador
- 12:30 Misa
Caridad, sí: mendicidad, no.
Al abordar el delicado tema de la mendicidad, quiero sentar unos principios que me lleven de la mano a unas conclusiones operativas en orden a una solución digna de ese problema que está ahí y que pide
a gritos una solución. Para aquellos a los que no dice nada la paternidad de este artículo, debo manifestar que soy un hombre de Iglesia; un cura, para que nos entendamos mejor. Mi reflexión, en consecuencia, tiene que tener olor y sabor a evangelio, es decir, a palabra de Dios.
Mi primer principio a sentar es que hay que hacer caridad, porque la caridad se hace, no se dice, y porque es un mandato divino.
Esto leo en el capítulo segundo de la carta de Santiago: «Si el hermano o hermana están desnudos y carecen de alimento, y alguno de vosotros le dice: id en paz, que podáis calentaros y alimentaros, pero no les diere de comer y vestir, ¿qué provecho les puede hacer? Hay que dar limosna, hay que hacer
caridad. Y además «que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha».
Mi segundo principio es: Dios es amor, y Cristo es epifanía de Dios, es decir, manifestación del Dios-Amor. Lo que Cristo vino a decirnos a los hombres es que Dios nos ama. Todos éramos radicalmente pobres, no tanto en el orden material cuanto en el espiritual, y Dios hizo con nosotros la mayor y mejor caridad posible, dándonos a su propio Hijo. Él es nuestra riqueza. Vino, atención, amigos, para asumir todo lo nuestro, nuestra pobreza, la nacida del pecado, y devolvernos la riqueza de la perdida
filiación divina. Esto no es limosna, es caridad de la buena, la que lo da todo por todos: la que Dios hizo con nosotros y nos mandó hacer entre nosotros.
Un tercer principio a sentar es que, aún cumplidas todas las exigencias humanas y cristianas de la solidaridad y de la caridad, subsistirá el problema de la pobreza. Es verdad: siempre y en todo lugar. Es una realidad endémica que nunca se erradicará, por lo que siempre habrá que activar todos los recursos de la solidaridad y y de la caridad para acabar con este grave problema que nos afecta
a todos. Cualquier trotacaminos de pueblos y ciudades se encontrará en unos y en otras con una mano tendida que le suplica una ayuda.
En otros tiempos, en este caso mejores, se pedía una limosna por amor de Dios.
¿Qué hacer, pues? Pues hay que hacer lo que se hace a favor de la justicia y en contra de la misma, porque, en definitiva, se trata de eso, de un problema de justicia. La injusticia social es uno de los pecados de todos los tiempos y culturas de los que el hombre todavía no se ha redimido. La pobreza y la mendicidad es lepra de todos los tiempos que desfigura el rostro de las sociedades.
Un hombre, una mujer, un joven, un blanco o negro, un anciano, que piden una ayuda a la puerta de una iglesia, de un supermercado o en la acera de una calle, es un hecho vejatorio para el que pide y vergonzante para el que pasa a su lado.
Vengamos, pues, a las conclusiones:
1.º Dar unos céntimos al que nos tiende la mano no satisface las exigencias de la caridad ni remedia la indigencia: a veces la fomenta.
2.º La sociedad civil y la Iglesia, conjuntamente mejor que por separado, tiene que tener, de hecho tienen resortes y remedios suficientes para solucionar este problema.
3.º Centremos la atención en nuestro pueblo: 13.058 habitantes. Ayuntamiento, Diputación,
Asociación Plataforma Solidaria, Cáritas diocesana y cáritas parroquiales, Casal de la Pau, Manos Unidas, Obra social de Bancos y Cajas, Ropero de Cáritas, ONG y otras asociaciones privadas
(no quisiera dejar a nadie en el tintero) ¿no tienen capacidad suficiente para absorber y resolver el problema? Por favor, no me digan que no. Pregunto: ¿Alguien se ha preocupado y ocupado de hacer un
censo de los mendigos que ‘trabajan’ en nuestras calles? ¿No hay asistentes sociales suficientes que se ocupen de esto?
Pongámonos de acuerdo y entraremos en el camino que nos lleva a la solución de tan enojoso problema. Devolveremos a nuestro pueblo su decoro y a los mendigos su dignidad si ponemos en ello toda nuestra buena voluntad. Lo pide la solidaridad y lo exige la caridad. Caridad, sí: mendicidad, no.
Primera lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (42,1-4.6-7):
Mirad a mi Siervo,
a quien sostengo;
mi elegido, en quien me complazco.
He puesto mi espíritu sobre él,
manifestará la justicia a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
la mecha vacilante no la apagará.
Manifestará la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará,
hasta implantar la justicia en el país.
En su ley esperan las islas.
«Yo, el Señor,
te he llamado en mi justicia,
te cogí de la mano, te formé
e hice de ti alianza de un pueblo
y luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la cárcel,
de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 28
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz
V/. Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.
V/. La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.
V/. El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10,34-38):
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
Palabra de Dios
Evangelio
EN aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio
El Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los “bautizará con el Espíritu
Santo y con fuego”.
A juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia es hoy “la mediocridad espiritual”. La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.
Estos últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco
nos estamos quedando ciegos para leer los “signos de los tiempos”.
Se da primacía a certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categoría
premodernas, no toca los corazones ni convierte nuestras vidas.
Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación.
De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la institución eclesial y no pocos creyentes.
Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son “espíritu y vida”.
Dentro de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas.
En muchas parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente.
Qué importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico.
A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.
Avisos Parroquiales
Grupo de Catequistas de Infancia y Juventud:
- Tendremos oración y reunión el miércoles 16 de enero, a las 18:30h, en el Oratorio.
Grupo de Oración y Amistad (G.O.A.):
- Tendremos oración y reunión el lunes 14 de enero, a las 18:30h, en el Templo Carmelitas
Colecta extraordinaria para Cáritas Parroquial:
- Todos los segundos de mes, la Colecta irá destinada a Cáritas Parroquial. Gracias por vuestra colaboración.
Adoración al Santísimo:
- Peticiones, silencio, acción de gracias y cantos, todos los sábados de 7 a 8 de la tarde en la Ermita de El Salvador.
Balance de los sacramentos impartidos durante el Año 2018
- Bautismo: 66
- Comunión: 29
- Matrimonio: 9
- Bodas de Plata: 2
- Bodas de Oro: 4
- Defunción: 37