9 de julio. Lunes de la XIV semana del Tiempo Ordinario. Santa Verónica Giuliani, Virgen

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas (2,16.17b-18.21-22):

Así dice el Señor: «Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Aquel día –oráculo del Señor–, me llamará Esposo mío, no me llamará ídolo mío. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 144

R/. El Señor es clemente y misericordioso

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.

Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R/.

Encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias. R/.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»
Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De catholic.net

En el momento al que nos refiere el Evangelio de hoy, era extraño pensar que alguien no supiera quién era Jesús, porque al menos la gran mayoría habían escuchado alguna vez algo sobre Él. Cuando Jesús pasaba, muchos se sentían atraídos hacia Él, algunos quizás por curiosidad, otros para conocerlo, otros para ponerlo a prueba; pero aunque muchos estaban cerca de Él, pocos lo tocaron con fe. Ésa es la verdadera experiencia de Jesús a la que nos invita el Evangelio, tocar al Señor y dejarnos tocar por Él para ser sanados.
Muchas veces vamos a misa, oramos, asistimos a actividades de la Iglesia por costumbre y, aunque estamos cerca de Jesús, no nos damos la oportunidad de tocarlo verdaderamente. Comentarios como: «voy a misa y no me llena, todo sigue igual…» provienen de un corazón que se acostumbró a Dios y quizás no se ha dejado tocar por Él.
La invitación de la Palabra que meditamos hoy es muy clara, dejar de ser de «la multitud» y empezar a tocar a Jesús con fe real y la certeza que sólo Él puede hacer posibles nuestros imposibles. A la hemorroísa le bastó tocarlo para sanar, mientras que en la casa de Jairo, a pesar de que todos se burlaban de Jesús, Él calló y actuó. ¿Por cuál enfermedad física o espiritual necesitamos tocar a Jesús para ser sanados? ¿Por cuántos seres queridos podemos interceder hoy para que sean resucitados a una nueva vida?

«Pidamos al Señor la gracia de que la alegría no nos impida creer, la gracia de tocar a Jesús resucitado: tocarlo en el encuentro mediante la oración; en el encuentro mediante los sacramentos; en el encuentro con su perdón que es la renovada juventud de la Iglesia; en el encuentro con los enfermos, cuando vamos a visitarles, con los presos, con los que están más necesitados, con los niños, con los ancianos. Si nosotros sentimos las ganas de hacer algo bueno, es Jesús resucitado quien nos empuja a esto. Y siempre la alegría, la alegría que nos hace jóvenes.»
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de abril de 2018).

Santa Verónica Giuliani, Virgen

De aciprensa

Ursula Giuliani nació en Mercatello de Urbino, en 1660. En 1667, la joven ingresó en el convento capuchino de Cita de Castello, en Umbría, donde tomó el nombre de Verónica. Después de la profesión, aumentó todavía más su devoción a la Pasión de Cristo; a raíz de una visión de Nuestro Señor con la cruz a cuestas, Verónica empezó a sufrir de un agudo dolor en el costado. En 1693, tuvo otra visión en la que el Señor le dio a gustar el cáliz; Verónica lo aceptó y, desde aquel momento, los estigmas de la Pasión comenzaron a grabarse en su cuerpo y en su alma. Al año siguiente las marcas de la corona de espinas aparecieron sobre su frente y las huellas de las cinco llagas se formaron en sus miembros el Santo de 1697.

Durante 34 años desempeñó en su convento el cargo de maestra de novicias. Once años antes de su muerte, fue elegida abadesa. Formaba a sus novicias con el “Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas” del P. Rodriguez. Al fin de su vida, Santa Verónica, que durante casi 50 años había sufrido con admirable paciencia, resignación y aún gozo, se vio atacada de una apoplejía. Murió el 9 de julio de 1727. Dejó escrito un relato de su vida y sus experiencias místicas, que fue de gran utilidad en el proceso de beatificación. Antes de su muerte, había dicho a su confesor que los instrumentos de la Pasión del Señor estaban impresos en su corazón. Le dibujó su corazón, representando estos instrumentos, pues decía que los sentía porque cambiaban de posición. Al hacerle la autopsia, en la que estuvo presente el obispo, el alcalde y varios cirujanos, se puso al descubierto una serie de objetos minúsculos, que correspondían a los que la santa había dibujado.