8 de julio. XIV Domingo del Tiempo Ordinario

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Templo de las Carmelitas

  • 10:30 Misa
  • 20:00 Misa. Sufragio,  Margarita Álvarez Dauden

Ermita de Campolivar

  • 11:30 Misa. Sufragio, Luis Mújica Alonso

Ermita del Salvador

  • 12:30 Misa. Sufragio, Fernando Bellver Lloréns

El gran carpintero

Pasamos por la vida afirmándonos en los aspectos más salientes de nuestra personalidad, buscando en ello una causa a ser impuesta a todos los demás.

Hace poco tiempo llegó a mis manos un hermoso cuento: Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea: fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea decidió que tenía que renunciar. ¿La causa?: ¡hacía demasiado ruido!. Y además se pasaba el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo: dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en el trato y siempre tenía fricciones con los demás. La lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.
Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera se convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó de nuevo sola , la asamblea reanudó su deliberación.
Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos.

Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos. La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de su fortaleza y de trabajar juntos.

En este maravilloso y simple texto vemos retratada en gran medida la aventura humana: pasamos por la vida afirmándonos en los aspectos más salientes de nuestra personalidad, buscando en lo que consideramos “bueno” de nosotros mismos una causa a ser impuesta a todos los demás. Si soy muy ordenado, imponer el orden, si soy paciente, imponer la paciencia, si soy enérgico imponer una actitud enérgica en los demás. Y así utilizamos aspectos sin dudas buenos de nosotros mismos, como elementos de división y discordia entre los que nos rodean. Como en la carpintería,
dejemos que Jesús, el Gran Carpintero, nos utilice de acuerdo a Su Necesidad.

Dios sabe muy bien por qué a cada uno de nosotros nos dio una aptitud o virtud más marcada que las otras: que sea Él el que nos tome como herramientas de Su Taller Espiritual, para moldear Su Obra de la Salvación del modo que Su Divina Voluntad requiera.

No nos esforcemos en lograr un mundo formado sólo de martillos, de lijas o de serruchos, según sea que nos sentimos nosotros mismos martillos, lijas o serruchos, respectivamente. Dejemos que el Adorable Carpintero haga en Su Taller el mejor uso de Sus Herramientas: seamos humildes instrumentos de Su Mano Salvadora

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (2,2-5):

En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor.” Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 122

R/. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R/.

Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R/.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,7b-10):

Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Reflexión del Evangelio

Durante mucho tiempo, Occidente ha ignorado casi totalmente el papel del espíritu en la curación de la persona. Hoy, por el contrario, se reconoce abiertamente que gran parte de las enfermedades modernas son de origen psicosomático.
Muchas personas ignoran que su verdadera enfermedad se encuentra en un nivel más profundo que el estrés, la tensión arterial o la depresión. No se dan cuenta de que el deterioro de su salud comienza a gestarse en su vida absurda y sin sentido, en la carencia de amor verdadero, en la culpabilidad vivida sin la experiencia del perdón, en el deseo centrado egoístamente sobre uno mismo o en tantas otras «dolencias» que impiden el desarrollo de una vida saludable.
Ciertamente, sería degradar la fe cristiana utilizarla como uno de tantos remedios para tener buena salud física o psíquica; la razón última del seguimiento a Jesús no es la salud, sino la acogida del Amor salvador de Dios. Pero, una vez establecido esto, hemos de afirmar que la fe posee fuerza
sanadora y que acoger a Dios con confianza ayuda a las personas a vivir de manera más sana.
La razón es sencilla. El yo más profundo del ser humano pide sentido,
esperanza y, sobre todo, amor. Muchas personas comienzan a enfermar por falta de amor. Por eso la experiencia de sabernos amados incondicionalmente por Dios nos puede curar. Los problemas no desaparecen. Pero saber, en el nivel más profundo de mi ser, que soy amado siempre y en cualquier
circunstancia, y no porque yo soy bueno y santo, sino porque Dios es bueno y me quiere, es una experiencia que genera estabilidad y paz interior.
A partir de esta experiencia básica, el creyente puede ir curando heridas de su pasado. Es bien sabido que gran parte de las neurosis y alteraciones psicofísicas están vinculadas a esa capacidad humana de grabarlo y almacenarlo todo. El amor de Dios acogido con fe puede ayudarnos a mirar
con paz errores y pecados, puede liberarnos de las voces inquietantes del pasado y ahuyentar espíritus malignos que a veces pueblan nuestra memoria.
Todo queda abandonado confiadamente al amor de Dios.
Por otra parte, esa experiencia del amor de Dios puede sanar nuestro vivir diario. En la vida todo es gracia para quien vive abierto a Dios; se puede trabajar con sentido a pesar de no obtener resultados; la experiencia más negativa y dolorosa puede ser vivida de manera esperanzada; todo se puede unificar e
integrar desde el amor. El evangelista nos dice que Jesús no pudo curar a muchos porque les faltaba fe. Ese puede ser también nuestro caso. No vivimos la fe en Jesús con suficiente hondura como para experimentar su poder sanador. No le seguimos de cerca y no puede imponer sus manos curadoras
sobre nuestras vidas enfermas.

Avisos parroquiales

Pastoral de la Salud:

Tendremos reunión el próximo martes 10 de julio, a las 11 h, en el Templo de las Carmelitas.

Cáritas Parroquial:

Tendremos reunión el miércoles 11 de julio a las 20:30 h, en el Centro Parroquial.