Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (3,14-17):
Volved, hijos apóstatas –oráculo del Señor–, que yo soy vuestro dueño; cogeré a uno de cada ciudad, a dos de cada tribu, y os traeré a Sión; os daré pastores a mi gusto que os apacienten con saber y acierto; entonces, cuando crezcáis y os multipliquéis en el país –oráculo del Señor–, ya no se nombrará el arca de la alianza del Señor, no se recordará ni mencionará, no se echará de menos ni se hará otra. En aquel tiempo, llamarán a Jerusalén «Trono del Señor», acudirán a ella todos los paganos, porque Jerusalén llevará el nombre del Señor, y ya no seguirán la maldad de su corazón obstinado.
Palabra de Dios
Salmo
Jr 31
R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño.» R/.
«Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,18-23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.»
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De Catholic.net
Si el hombre se ve en la necesidad de sobrevivir, hace hasta lo que raya con lo inaudito con tal de lograr su objetivo; un ejemplo de ello es la transformación de zonas desérticas en áreas cultivables, y todos estos esfuerzos van a un solo fin, comer y sobrevivir.
En el hombre existe un hambre gigantesca de felicidad trascendente, de propósito de vida, de alcanzar metas, de paz y tranquilidad. Con todos estos buenos deseos intentamos cuidar nuestro cuerpo, hacer ejercicio, comer bien, procurar tener buenas relaciones familiares, laborales y de pareja. Pero a pesar de todo esto, seguimos teniendo hambre de más. Se supone que esa hambre la llena Dios, pero después de tantos años de escuchar la Palabra, ir a misa, a grupos de la iglesia o, simplemente, intentando ser buena persona, todo sigue más o menos igual y no vemos un cambio sustancial.
El Evangelio hoy nos muestra el camino para saciar esa hambre y que nuestra tierra dé verdadero fruto. La semilla que nos da Dios en su palabra es la misma para todos, el agua y sol necesarios para la vida lo tenemos en los sacramentos. Si todos tenemos más o menos lo mismo, ¿por qué no damos el fruto que esperaríamos? En este camino de santidad hay dos factores, el primero nos toca a nosotros, y es preparar la tierra con el abono de la humildad, la paciencia, el perdón, la oración. El segundo lo pone Dios, porque Él es el único que puede hacer que nazca una nueva vida de donde antes hubo aridez. Los grandes santos como san Juan Pablo II, san Pío de Pietrelcina, san Maximiliano Kolbe, sólo por citar algunos, prepararon el terreno sin saber cuánto fruto iban a dar. Ahora bien, nos toca a nosotros ver una parte de lo que ellos lograron para alimentar espiritualmente a tantas personas. Sólo hasta que lleguemos al cielo veremos la totalidad del fruto que Dios ha hecho crecer en nosotros para bien de tantas personas.
¿Qué diferencia hay entre estos santos y nosotros? Ninguna, quien escucha la voz de Dios y no endurece su corazón ya está preparando la tierra fértil para la vida eterna.
«Recordemos la parábola del sembrador y de los diferentes resultados según los distintos tipos de terreno. La acción del Espíritu, que hace eficaz la respuesta, necesita de corazón que se dejen trabajar y cultivar, de forma que lo escuchado en misa pase en la vida cotidiana, según la advertencia del apóstol Santiago: «Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos». La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. La escuchamos con los oídos y pasa al corazón; no permanece en los oídos, debe ir al corazón; y del corazón pasa a las manos, a las buenas obras. Este es el recorrido que hace la Palabra de Dios: de los oídos al corazón y a las manos. Aprendamos estas cosas.» (Homilía de S.S. Francisco, 31 de enero de 2018).