24 de abril. Martes de la IV semana de Pascua

Ermita del Salvador

  • 17:15 Sacramento de la Reconciliación para los niños de Primera Comunión (12 de mayo)
  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa: sufragio Rafael Garrido-Lestache Cabrera (10ª aniversario)

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,19-26):

EN aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos.

 

Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.
Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 86,1-3.4-5.6-7

R/. Alabad al Señor, todas las naciones

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».
Se dirá de Sión: «Uno por uno
odos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». R/.

Evangelio

Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30):

SE celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy el Señor nos invita a ponernos en un lugar que en ocasiones nos cuesta mucho, que es en el lugar de dependencia, de obediencia, pero no en un sentido negativo sino de crecimiento y de seguridad de que lo que hacemos es voluntad de Dios. En este Evangelio, Cristo nos propone estar atentos a su voz, y esto significa seguir las inspiraciones que nos envía el Espíritu Santo.
La imagen de pastor es la imagen del guía y del protector quien nos cuida. Es ésa la imagen que hoy nos muestra la liturgia de la Palabra; Él es el buen pastor que conoce sus ovejas, pero sus ovejas también lo conocen a él. Y yo, ¿se reconocer la voz del Pastor? En nuestra vida ordinaria se nos presentan un sinfín de oportunidades para escuchar la voz del Pastor que nos habla en nuestro corazón, por medio de la oración pero también a través del prójimo. Debemos descubrir y aprender a escuchar su voz.
Pongamos mucha atención a lo que Dios nos dice; pidámosle que nos enseñe cómo conocerlo más y mejor. Así como lo hacemos con nuestros amigos, de la misma forma lo debemos hacer con Cristo que ya no nos llama siervos sino amigos. Correspondamos a ese amor con la seguridad de que nadie ni nada nos podrá arrebatar de sus manos.

«“Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano”. ¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la “mano” de Jesús es una sola cosa con la “mano” del Padre, y el Padre es “más grande que todos”. Estas palabras nos comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida está totalmente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, reveladas de una vez y para siempre en el sacrificio de la cruz.»
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de abril de 2016).