21 de abril. Sábado de la III semana de Pascua

Ermita del Campolivar

  • 19:00 Misa del IV Domingo de Pascua

Templo de las Carmelitas

  • 20:00 Misa del  IV Domingo de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,31-42):

En aquellos días,

la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle:
«No tardes en venir a nosotros».
Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo:
«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor.

Palabra del Señor

Salmo

Sal 115,12-13.14-15.16-17

R/. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio segun san Juan (6,60-69):

EN aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hace unos años fui de paseo a la montaña con unos hermanos. La montaña era bastante boscosa y el camino, difícil; además, mis problemas de rodilla no me facilitaba la subida. Hubo un momento que me quise devolver, pero perderme la cima era algo que no quería. Llegué muy cansado pero valió la pena, pues no había estado en mejor lugar hasta entonces; aquella cima fue el mejor premio que pude tener.
Nuestro día a día se pueden relacionar con uno de estos paseos. Ser cristiano hoy en día resulta una subida bastante difícil y en algunas ocasiones parece normal querer dejar de subir, dejar de ser cristiano por unos momentos, olvidar un poco lo hermoso de la cima, olvidar un poco a Cristo y, así, descansar en el camino o devolverme. Pero Jesús me pregunta ¿También tú quieres dejarme? Una pregunta que me interpela y me hace pensar sobre lo que realmente quiero, ¿quiero ver la cima? ¿Quiero ver a Cristo?
La subida no es lo que quiere, jamás será mi objetivo. Lo que toda persona desea es ver la cima. ¿Qué mejor cima que aquella que lleva como nombre Cristo? Porque no hay nada más alto, más hermoso, más grande que la cima del amor de Cristo, un lugar donde siempre puedo descansar, un lugar donde nunca me decepcionaré.
Esta cima la puedo subir todos los días de mi vida cuando hago la opción de amar a Cristo. Y cada momento que sienta la debilidad de mis rodillas y desee regresar debo responder a la pregunta de Cristo, ¿a quién iré? Porque sólo el amor de Cristo es el lugar perfecto para mí, sólo Cristo es la cima más hermosa que puedo subir.

«Ser transformados: esta es la gracia de la salud que trae Jesús. Muchas veces, cuando pensamos en esto, decimos: “pero, ¡yo no puedo!”, porque comenzar una vida nueva, dejarme transformar, dejarme re-crear por Jesús es muy difícil. Isaías profetiza: “Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes. Decid a los de corazón intranquilo: ¡Ánimo, no temáis! Mirad a vuestro Dios”. “Valentía” es la palabra de Dios: “Valentía, dejaros re-crear”. No sanar solamente, sino re-crear: re-crear; y esa raíz amarga florecerá, florecerá con las obras de justicia; y tú serás un hombre nuevo, una mujer nueva.»
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de diciembre de 2016, en santa Marta).