Hermanos:
En nombre del Señor Jesucristo os exhortamos:
no tratéis con los hermanos
que llevan una vida desordenada
y se apartan de la tradiciones
que recibieron de mí.
Ya sabéis cómo tenéis que imitar mi ejemplo:
No viví entre vosotros sin trabajar,
nadie me dio de balde el pan que comí,
sino que trabajé y me cansé día y noche,
a fin de no ser carga para nadie.
No es que no tuviera derecho para hacerlo,
pero quise daros un ejemplo que imitar.
Cuando viví con vosotros os lo dije:
El que no trabaja, que no coma.
Que el Señor de la paz
os dé la paz siempre y en todo lugar.
El Señor esté con todos vosotros.
La despedida va de mi mano, Pablo;
ésta es la contraseña en toda carta;
ésta es mi letra.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros.
Amén.
Salmo
Sal 127,1-2.4-5: Dichosos los que temen al Señor.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás el fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.
Evangelio
Mt 23,27-32: Sois hijos de los que asesinaron a los profetas.
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!
Reflexión
Reflexión del Evangelio
De dominicos.org
No vivimos entre vosotros sin trabajar
La tentación de la vagancia esta inscrita en no pocas vidas. S. Pablo es muy claro al respecto. Los hay vagos por naturaleza. Los hay vagos por planteamiento vital. Los hay vagos con subterfugios de mil formas y colores, que pretenden convencernos de que lo suyo es “otra cosa”, colaborar “de otra manera”, de que están “hechos para otra situación” y que todavía no han encontrado o no ha llegado su momento. “Lo mío es…”. Y están muy ocupados en no hacer nada; con esa actitud viven a costa del esfuerzo y la dedicación de muchos. Y esto desde que el mundo es mundo. También en tiempo de San Pablo y en las comunidades formadas por él, encontró pronto los que “como esto se va a acabar pronto, como el Señor va a venir raudo a nuestro encuentro, mejor LE esperamos sin afanarnos demasiado”.
Pablo es contundente: el que no trabaje que no coma, apartaos de todo hermano que no quiera trabajar ni viva de acuerdo con las enseñanzas que les ha transmitido. Él se pone de ejemplo: no quiso vivir a costa de nadie, trabajo con sus manos y esfuerzo cuanto pudo para no ser gravoso a nadie. Lo sabemos bien: cuántos acuden a las Cáritas parroquiales una u otra vez para que les solucionen lo inmediato, para poder ir tirando y lo hacen con cara de lástima y pena y si no se les ayuda suelen montar en cólera con actitudes agresivas y despreciativas. Por evitar conflictos, muchas veces se cede y se presta la ayuda requerida, no merecida. Y con esa ayuda social mínima no se avanza en la construcción de la dignidad de la persona, sino que se crean dependencias tóxicas que no van a ningún sitio. Cierto: es una minoría. En estos momentos post-pandemia en que aumenta la pobreza y la falta de trabajo, los cristianos arrimamos el hombro y ayudamos cuanto podemos.
La despedida de Pablo es serena y pacífica. Firma con su puño y letra estas recomendaciones prácticas hechas a los tesalonicenses; pero no es un iluso. Sabe que algunos le engañan, como lo sabemos nosotros.
Dichosos lo que temen al Señor
No es el temor del miedo del que habla el salmista. Es la actitud reverencial, respetuosa, de reconocimiento de cuanto uno es ante la presencia del Señor. Es una alabanza de aquellos que trabajan, saben escuchar (obediencia) al Señor, viven en su casa con espíritu sereno, frugal, de unidad familiar. Trabajan con honradez y viven con honestidad. Serán bendecidos por el Señor por ser rectos y humildes de corazón.
Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas
Evangelio de la advertencia ante las propuestas y presentaciones ambiciosas e interesadas de muchos que creen o quieren que los otros crean al Señor, al Mesías de acá o acullá. Son los falsos Mesías, los falsos profetas. Charlatanes de feria; embaucadores eficaces y momentáneos; palabrería hueca y envolvente. Nada de todo ello es cierto. Jesús, listo y perspicaz como era, ya lo advirtió. La gente está anhelando apariciones, mensajes y palabras agoreras de desgracias, guerras y castigos, invitaciones a la conversión sin contenido. Jesús dice bien: ¡No lo creáis!
La fe hay que poner en Él, en su palabra y mensajes de consolación, compañía y ánimo para cada instante. Su yugo es llevadero, si no lo fuera, hubiera mentido. Su carga es ligera, si no fuera transportable, nos hubiera engañado. Jesús no es un político al uso. Sabe que hay que esforzarse y trabajar, poner empeño. “El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común del uno y del otro” (Josep Pla). “Una persona con éxito es capaz de construir con las piedras que le han tirado”. “El éxito es la suma de los pequeños esfuerzos que realizas día a día…” sino que se lo digan a las abejas, a las hormigas, a todos aquellos que aman cuanto hacen con honda convicción.
Estos textos llenos de sabiduría popular, complementan las lecturas del esfuerzo, de la voluntad firme y duradera, de la fe y esperanza sin ambages, del amor a cuanto hacemos y por quien lo hacemos.
La santa que recordamos hoy, Sta. Teresa Journet, así lo vivió, con su entrega a los ancianos, a los enfermos, creando casas de acogida para suavizar tanto abandono y dolor como sufrían. Eso es trabajar sin denuedo, no fiarse nada más que de las palabras de Jesús y no de las vanas promesas que otros oportunistas nos hacen.