19:30 – 20:30 Exposición del Santísimo. Confesiones durante la Exposición
Aviso
Deberán respetarse las medidas de seguridad de seguridad e higiene: los feligreses deberán hacer uso de la mascarilla, sentarse en los bancos y lugares señalizados, respetando en todo momento la distancia de seguridad, las pilas de agua bendita continuarán vacías, el diálogo individual de la Comunión se pronunciará de forma colectiva, distribuyéndose la Eucaristía en silencio y se recibirá en la mano. El saludo de la paz se sustituye por un gesto para evitar el contacto directo.
Se prorroga la DISPENSA DEL PRECEPTO DOMINICAL invitando a la Lectura de la Palabra de Dios. Se ruega que las personas mayores o en situación de riesgo sigan las celebraciones por los medios audiovisuales o por radio y/o soliciten que se les lleve la Comunión a sus hogares
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 9a. 11-16
En aquellos días, Elías llegó hasta Horeb, el monte de Dios, se introdujo en la cueva y pasó la noche.
Le llegó la palabra del Señor, y le dijo:
«Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor».
Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor.
Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor.
Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva.
Le llegó una voz que le dijo:
«¿Qué haces aquí, Elías?».
Y él respondió:
«Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, derribado tus altares y pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para arrebatármela».
Le dijo el Señor:
«Vuelve a tu camino en dirección al desierto de Damasco. Cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá».
Salmo
Sal 26, 7-8ab. 8c-9abcd. 13-14 R/. Tu rostro buscaré, Señor
Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro». R/.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 27-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio».
Reflexión del Evangelio
“Qué te trae por aquí, Elías?: “Mi pasión por el Señor, mi Dios”
En esta primera lectura, asistimos a una teofanía. A una manifestación de Dios al profeta Elías. Dios no se le manifiesta de una manera espectacular como en otras ocasiones. No se manifiesta ni “en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego” sino en un “susurro”, en una tenue brisa. Esta suele ser la manera de llegarse Dios y su Hijo Jesús hasta nosotros. Nos hace llegar su mensaje, su palabra, no de manera grandilocuente, sino a través de la sencillez de la lectura de la Sagrada Escritura, a través de los acontecimientos, a través de nuestros ratos de oración, a través de “un susurro”… para lo que hemos de tener siempre abiertos nuestros oídos, sobre todo, los de nuestro corazón para captar el mensaje que nos quiera indicar.
Desde la suavidad, el Señor pregunta a Elías: “¿Qué te trae por aquí, Elías?”. A lo que Elías respondió: “Mi pasión por el Señor, mi Dios”. Respuesta que solo puede salir de una corazón más que emocionado y entregado a Dios. Y que retrata la vida de Elías. Todo lo que hizo fue motivado por el amor apasionado a su Dios.
Una respuesta que todo seguidor de Jesús, también nosotros los del siglo XXI, debemos tener en nuestros labios y en nuestro corazón. Ojalá que siempre, lo que nos lleve a hacer en cada momento lo que hacemos: predicar, perdonar, ayudar al hermano, trabajar por la paz y la justicia… sea “Mi pasión por el Señor, mi Dios”.
“Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo”
¿Quién de nosotros cuando oímos por primera vez las palabras que hoy nos dirige Jesús en el evangelio, no pensó que nos pedía demasiado y quedamos un tanto desconcertados? Pero al adentrarnos en la amistad con Jesús, nos convencimos de que no nos podía pedir algo que nos hiciese mal y nos perjudicase o algo que excediese nuestra capacidad humana, y caímos en la cuenta de la enseñanza que nos quería brindar.
Encontrar a Jesús fue lo mismo que encontrar un tesoro, un tesoro que nos proporciona vida y vida en abundancia, y nos ofrece el camino que nos lleva a la alegría de vivir. Por eso, Jesús se atreve a pedirnos que, si algo o alguien, sea nuestro ojo, nuestra mano, nuestro pie no nos deja disfrutar del la alegría que nos regala Jesús… no le hagamos caso y sigamos disfrutando de lo que Jesús nos ofrece.