Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (11,10-12.14):
En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del Faraón; pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejar marchar a los israelitas de su territorio.
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: «El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. No comeréis de ella nada crudo ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y entrañas. No dejaréis restos para la mañana siguiente; y, si sobra algo, lo quemaréis. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.»»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 115,12-13.15-16be.17-18
R/. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Siervo tuyo soy, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,1-8):
Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.»
Les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»
Palabra del Señor
De nuestro párroco
Los fariseos tienen una forma de entender la ley que la convierte en un valor absoluto. Para Jesús, el bien de la persona está por encima de la ley. Por eso argumenta con algunos ejemplos de la tradición: David y sus hombres que comieron de los panes consagrados, o los sacerdotes que pueden infringir el sábado. Al final, la única excepción es que la ley se ponga al servicio de la persona. De nada sirve vivir el cumplimiento, si eso no nos cambia el corazón y nos hace más misericordiosos. La misericordia evita que condenemos al hermano y menos cuando es inocente. Jesús se muestra con autoridad, porque Él es señor del sábado. La ley es un camino de ayuda, no puede convertirse en una exigencia que deshumanice.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De catholic.net
Qué fácil somos para juzgar, nos parecemos a veces a los fariseos que son incapaces de perdonar la debilidad de cuantos los rodean y vivimos inmersos en nuestros deseos de una falsa justicia; nuestras normas y lo que nos rodea no nos deja satisfechos; vemos cómo muchos no reciben sanciones por su mediocridad o, al no ser cristianos, viven desenfrenadamente. Podemos pensar: «de que sirve que yo haga las cosas bien si ha habido muchos que en el último instante de su vida le pidieron perdón a Dios…»
Es normal esta actitud, somos hombres, nos es natural este sentido de justicia; medimos todo como se nos mide, como los fariseos. Sin embargo, esa no es la enseñanza de Jesús quien nos pide ir más allá del formalismo; no juzgar, por ejemplo, a quien no vimos en la misa el domingo, pues no sabemos si fue a otra parroquia o quizá había alguien enfermo en su casa, o quizá…
Jesús se hace Señor del cristiano mediocre, del que juzga a los demás y del atribulado. Es Señor de todos y nos recuerda que lo importante es hacer cuanto Él quiere. Que podamos, como dice san Agustín, amar y hacer, lo que queramos, pues cuando las cosas las hacemos por amor, las hacemos en nombre de Dios.
«La memoria es un ir atrás para encontrar fuerzas y poder caminar hacia delante. La memoria cristiana es siempre un encuentro, un encuentro con Jesucristo: Acuérdate de Jesucristo, enseña estas cosas. La memoria cristiana es como la sal de la vida: sin memoria no podemos ir adelante. Cuando nosotros encontramos cristianos “desmemoriados”, inmediatamente vemos que han perdido el sabor de la vida cristiana y han terminado por ser personas que cumplen los mandamientos, pero sin la mística, sin encontrar a Jesús. En cambio, a Cristo debemos encontrarlo en la vida. Me han venido a la mente tres situaciones en las cuales podemos encontrar a Jesús: En los primeros momentos, así los llamo yo; en nuestros jefes, en nuestros antepasados; y en la ley.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de junio de 2018, en santa Marta).