Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (46,1-7.28-30):
En aquellos días, Israel, con todo lo suyo, se puso en camino, llegó a Berseba y allí ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
Dios le dijo a Israel en una visión de noche: «Jacob, Jacob.»
Respondió: «Aquí estoy.»
Dios le dijo: «Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en un pueblo numeroso. Yo bajaré contigo a Egipto, y yo te haré subir; y José te cerrará los ojos.»
Al salir Jacob de Berseba, los hijos de Israel hicieron montar a su padre, con los niños y las mujeres, en las carretas que el Faraón había enviado para transportarlos. Tomaron el ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán y emigraron a Egipto Jacob con todos sus descendientes, hijos y nietos, hijas y nietas, y todos los descendientes los llevó consigo a Egipto. Jacob despachó por delante a Judá, a visitar a José y a preparar el sitio en Gosén. Cuando llegaban a Gosén, José mandó preparar la carroza y se dirigió a Gosén a recibir a su padre. Al verlo, se le echó al cuello y lloró abrazado a él.
Israel dijo a José: «Ahora puedo morir, después de haberte visto en persona, que estás vivo.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 36,3-4.18-19.27-28.39-40
R/. El Señor es quien salva a los justos
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán. R/.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá. R/.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,16-23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El compromiso con Jesús es de largo plazo: En tiempos difíciles recibiremos su ayuda. Nuestras convicciones acerca de Él pueden llevarnos a un conflicto, incluso con los más cercanos. Se nos compara con las ovejas, las que encuentran su camino entre los lobos si es que siguen al pastor. Mantenemos nuestra vista en el Señor que nos guía en el camino.
Al permanecer con esta lectura durante la oración, podemos nombrar algunas de las dificultades que experimentamos para ser mejores personas, y conversar con Jesús acerca de ellas. Advertimos cuán gentil, apreciativo y agradecido Él está, porque hacemos nuestro mejor esfuerzo. Podemos contarle cómo nos sentimos frente a su manera de ser; es como si una parte de nosotros va a confiar, pero otra parte se resistirá.
«Uds. recibieron gratis este poder, no cobren tampoco por emplearlo». Este es el llamado del discípulo: reconocer con gratitud todo lo que hemos recibido, de modo que podamos dar gratuitamente. Esto nos purifica del orgullo o de la autocomplacencia, al darnos cuenta de que todos somos recipientes de la misericordia de Dios, y que podemos mirar con respeto y gratitud a todos los que somos enviados/as. Al oír a Jesús dando instrucciones a sus discípulos, pedimos la gracia de permitir que sus palabras nos hagan mejores discípulos/as.
Las palabras de Jesús, como el mismo Jesús, siempre llevan consigo un juicio, tanto para quienes lo acepten como para aquellos que lo rechacen. Oremos por la conversión de quienes están cerrados a las buenas nuevas de Jesús, y por la más profunda conversión de nuestro propio corazón.
«Nuestra pertenencia filial a Dios no es un acto individual sino eclesial: la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es fuente de una vida nueva junto a tantos otros hermanos y hermanas. Y esta vida divina no es un producto para vender —nosotros no hacemos proselitismo— sino una riqueza para dar, para comunicar, para anunciar; este es el sentido de la misión. Gratuitamente hemos recibido este don y gratuitamente lo compartimos, sin excluir a nadie. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y a la experiencia de su misericordia, por medio de la Iglesia, sacramento universal de salvación.»
(Mensaje de S.S. Francisco, 10 de junio de 2019).