Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (19,15-29):
En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot: «Anda, toma a tu mujer y a esas dos hijas tuyas, para que no perezcan por culpa de Sodoma.»
Y, como no se decidía, los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a las dos hijas, a quienes el Señor perdonaba; los sacaron y los guiaron fuera de la ciudad.
Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer.»
Lot les respondió: «No. Vuestro siervo goza de vuestro favor, pues me habéis salvado la vida, tratándome con gran misericordia; yo no puedo ponerme a salvo en los montes, el desastre me alcanzará y moriré. Mira, ahí cerca hay una ciudad pequeña donde puedo refugiarme y escapar del peligro. Como la ciudad es pequeña, salvaré allí la vida.»
Le contestó: «Accedo a lo que pides: no arrasaré esa ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues.»
Por eso la ciudad se llama La Pequeña. Cuando Lot llegó a La Pequeña, salía el sol. El Señor, desde el cielo, hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega con los habitantes de las ciudades y la hierba del campo. La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal. Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado con el Señor. Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como el humo de un horno. Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la vega, arrasando las ciudades donde había vivido Lot, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 25,2-3.9-10.11-12
R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad
Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón,
porque tengo ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad. R/.
No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos. R/.
Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano;
en la asamblea bendeciré al Señor. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De catholic.net
Seguir a Jesús no es fácil. Él mismo lo reconoce y, sin embargo, a quien quiera seguirlo le pide que confíen siempre en Él, que tengan fe en Él y en su omnipotencia. Él sabe que somos débiles que nuestras fuerzas no van a ser suficientes y que ante la tempestad dejamos que el miedo nos domine, nos paralice. Por eso Jesús nos ayuda, nos fortalece, dejándonos los sacramentos.
Sin embargo, a Jesús no le gusta que dudemos de su amor. «Por qué tienen miedo? » A Jesús lo único que le interesa es vernos felices. Él sabe que el camino que nos presenta nos va a llevar a la alegría completa, pero no nos obliga a tomar ese camino. Nos invita a creer en su Palabra, a confiar en su misericordia.
Espera que la respuesta que le demos sea libre y que brote del amor. Por eso, jamás Jesús nos va a tratar de engañar pintándonos un mundo de rosas sin mostrarnos también las espinas que éstas esconden.
«Jesús no quiere que nadie se quede afuera, a la intemperie. Así acompaña “la nostalgia que muchos sienten de volver a la casa del Padre, que está esperando su regreso” y muchas veces no saben cómo volver. Decía san Bernardo: “Tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de borrascas y de tempestades: mira la Estrella e invoca a María”. Ella nos indica el camino a casa, ella nos lleva a Jesús que es la Puerta de la Misericordia, y nos deja con Él, no quiere nada para sí, nos lleva a Jesús. En el 2015 tuvimos la alegría de celebrar el Jubileo de la Misericordia. Un año en el que invitaba a todos los fieles a pasar por la Puerta de la Misericordia, “a través de la cual – escribía – cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza”, Y quiero repetir junto a ustedes el mismo deseo que tenía entonces: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).