Jueves de la XI del Tiempo Ordinario

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,1-11):

Ojalá me toleraseis unos cuantos desvaríos; bueno, ya sé que me los toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; quise desposaros con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgen intacta. Pero me temo que, igual que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se pervierta vuestro modo de pensar y abandone la entrega y fidelidad a Cristo. Se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que yo predico, os propone un espíritu diferente del que recibisteis, y un Evangelio diferente del que aceptasteis, y lo toleráis tan tranquilos. ¿En qué soy yo menos que esos superapóstoles? En el hablar soy inculto, de acuerdo; pero en el saber no, como os lo he demostrado siempre y en todo. ¿Hice mal en abajarme para elevaros a vosotros? Lo digo porque os anuncié de balde el Evangelio de Dios. Para estar a vuestro servicio, tuve que saquear a otras Iglesias, aceptando un subsidio; mientras estuve con vosotros, aunque pasara necesidad, no me aproveché de nadie; los hermanos que llegaron de Macedonia proveyeron a mis necesidades. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Lo digo con la verdad de Cristo que poseo; nadie en toda Acaya me quitará esta honra. ¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bien lo sabe Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 110,1-2.3-4.7-8

R/. Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: «Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno.» Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»

Palabra del Señor

PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR LOS AGONIZANTES

Miles de personas vienen al mundo cada día y miles pasan de este mundo a la eternidad. Queremos pedirle hoy al Sagrado Corazón por todos aquellos que están en esta dolorosa agonía final. Y ¿qué es la agonía? Son los últimos instantes concedidos a aquella alma antes de presentarse ante el Señor. Son las últimas luchas entre la gracia de Dios y nuestro apego a este mundo y el embate del demonio. Son momentos especiales donde estas almas necesitan la gracia para encontrarse con Jesús.

Mientras se le van acabando al cuerpo sus fuerzas, el alma debe prepararse para la llegada a la eternidad. Esto es agonizar, esto es morir. ¡Y miles de hermanos nuestros están cada día, ahora mismo, en este preciso instante, en este trance! ¡Roguemos por ellos hoy y cada día al Sagrado Corazón de Jesús!

¡Corazón de Jesús, que agonizaste en el Huerto y en el Calvario! Sé luz y consuelo de estos hermanos nuestros en su agonía. Mira bondadoso a estas almas privadas ya de todo, y que pendientes entre el cielo que desean y el infierno que temen, no tienen ya a quien volverse más que a Ti.

¡Corazón agonizante de nuestro divino Salvador! Sé Tú el bálsamo cordial para esos hermanos nuestros.

Medita unos minutos.

Un día seremos nosotros los que nos hallaremos en agonía. Lo que varias veces hemos presenciado en otros, nos tocará a nosotros. Los demás dirán que llegó el fin para nosotros, la hora de abandonar este mundo, al que hemos entregado mucha de nuestra dedicación.

¡Corazón de Jesús! Cuando me falte todo, sé que Tú no me dejarás.

¡Dulce Amigo mío! De Ti espero el mejor consuelo que fortalecerá mi espíritu y calmará mi inquietud; de Ti espero, por medio de los Santos Sacramentos, el último abrazo de paz y reconciliación. Pero entretanto, miles de hermanos nuestros se hallan cada día en estas angustias, y te ruego los socorras.

¡Amado Corazón de Jesús, te pido las consueles y las socorras!

Reza hoy un misterio del rosario por las almas que están en su última agonía.

¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!