Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1-9):
Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad. Con todas sus fuerzas y aún por encima de sus fuerzas, os lo aseguro, con toda espontaneidad e insistencia nos pidieron como un favor que aceptara su aportación en la colecta a favor de los santos. Y dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros. En vista de eso, como fue Tito quien empezó la cosa, le hemos pedido que dé el último toque entre vosotros a esta obra de caridad. Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. No es que os lo mande; os hablo del empeño que ponen otros para comprobar si vuestro amor es genuino. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,2.5-6.7.8-9a
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente. R/.
Que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio
Jesús nos sigue haciendo una propuesta para nuestra conducta que resulta paradójica para nuestro mundo. Supone un cambio radical en el modo como actuamos espontáneamente. Nos pide que no aborrezcamos a nuestros enemigos, como sería lo normal, sino que los amemos, que recemos por los que nos persiguen. El modelo de actuación es Dios, que ama a todos y ofrece su providencia a malos y buenos. Es una provocación para nuestro mundo. Amar a los que nos aman es algo ordinario. El Señor quiere que vivamos lo extraordinario, pero en las cosas de cada día, en las relaciones con los que tenemos más cerca. Este es el camino de la perfección, que no alcanzamos con nuestras fuerzas, sino dejándonos iluminar por Dios, que es nuestro Padre celestial y nos muestra el modelo al que hemos de aspirar.
EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MEJOR HONRA
¡Cuántos reconocimientos se otorgan hoy en día a las personas! Se llaman ilustres y honrados a aquellos que obtienen por sus merecimientos o por su dinero o fama, admiración o elogios. A estas personas en ocasiones se les mira con admiración mezclada en parte con envidia. A ellos se les señala más que por sus riquezas y poderío, por la importancia que rodea su nombre, por el esplendor en que viven sus familias, por la consideración y respeto que les tienen los demás; y no obstante, ¡qué fugaz y pasajera es esta gloria humana, y qué fácilmente se transforma en olvido!
No es tal la gloria y el honor que concede el Sagrado Corazón de Jesús a sus seguidores. Los predilectos y favoritos de este generoso Rey no pierden nunca la gracia real, si no renuncian a ella espontáneamente con un acto voluntario. De la recomendación del Corazón de Jesús pueden servirse para alcanzar del Padre cuanto les fuera conveniente para sí o para sus hermanos.
A los que se hayan sometido fielmente a Él en vida, les promete el asiento junto a sí. A los que no le han negado ante los hombres, les promete que Él les reconocerá ante su Padre Celestial.
Medita unos minutos.
Si ambicionas gloria y honores, ambiciona sólo la que puede darte el Sagrado Corazón. Escucha lo que dijo a sus discípulos, y en ellos a todos nosotros: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo ignora lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque os dí a conocer todo lo que oí de mi Padre”. ¿Qué príncipe de la tierra habló jamás así a un súbdito a quien quisiese honrar?
Así lo reconozco, Jesús, y por esto en adelante no quiero ya otra gloria ni otro honor que los que resultan de servirte a Ti.
Jesús, quien vive como Tú alcanza el mayor favor: quien puede llamarse tuyo, adquiere el más distinguido título de honor. Ni deseo más, ni quiero pasar por menos. Sea ésta mi principal nobleza. La cruz, la herida de la lanza y la corona de espinas que muestras en tu Corazón, son mis insignias, mi escudo. Ellos mostrarán en el juicio final que soy servidor tuyo. Soy ambicioso Jesús, y no me contento con menos que con reinar junto a Ti en la gloria que preparas a tus escogidos.
Hoy haz un acto de servicio a otra persona.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!