Ermita del Salvador
- 19:00 Adoración al Santísimo
Ermita de Campolivar
- 19:00 Misa del Domingo de la Santísima Trinidad
Templo Carmelitas
- 20:00 Misa del Domingo de la Santísima Trinidad
Primera lectura
Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona.
Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo.
Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.»
Él les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos.
Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar.»
Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos,
y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios.
Todo el pueblo le vio cómo andaba y alababa a Dios;
le reconocían, pues él era el que pedía limosna sentado junto a la puerta Hermosa del Templo. Y se quedaron llenos de estupor y asombro por lo que había sucedido.
Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, presa de estupor, corrió donde ellos al pórtico llamado de Salomón.
Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?
‘El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo’ Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino,
y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a éste que vosotros veis y conocéis; es, pues, la fe dada por su medio la que le ha restablecido totalmente ante todos vosotros.
«Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes.
Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería.
Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados,
a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús,
a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
Moisés efectivamente dijo: ‘El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos; escuchadle todo cuanto os diga.’
‘Todo el que no escuche a ese profeta, sea exterminado del pueblo.’
Y todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días.
«Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres al decir a Abraham: ‘En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.’
Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.»
La mano del Señor estaba con ellos, y un crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor.
La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía.
Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor,
porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se agregó al Señor.
Partió para Tarso en busca de Saulo,
y en cuanto le encontró, le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en la Iglesia y adoctrinaron a una gran muchedumbre. En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos».
Salmo
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Evangelio
Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca.
Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.
No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas;
ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento.
«En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis.
Al entrar en la casa, saludadla.
Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros.