Ermita del Salvador
- 19:30 Rosario
- 20:00 Misa. Sufr. Lolita Rosa Vda. de Llombart y Vicente Llombart
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (55,10-11):
Esto dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 33,4-5.6-7.16-17.18-19
R/. El Señor libra de sus angustias a los justos
V/. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
V/. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
V/. Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.
V/. Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De catholic.net
Éste es el famoso pasaje evangélico en dónde nuestro Señor nos enseña a orar con el Padre de la mejor manera posible: del mismo modo que Él, Hijo eterno suyo. Muchísimas páginas se han escrito ya sobre esta excelsa oración, nos detenemos a meditar cada una de las palabras, de las frases, su estructura completa y su orden, pero muchas veces olvidamos el primer paso, quizá el más importante, que es la disposición con la que recitamos y meditamos esta oración…
Al inicio y al final del pasaje, Jesucristo nos habla sobre la humildad con la que debemos dirigirnos al Padre: no decir muchas palabras significa dejar que Dios entre en nuestro corazón, así como está, sin intentar justificar nuestras faltas o dar explicaciones inútiles… Él ya sabe cómo nos encontramos. Tan solo es necesario abrirle las puertas para que pueda entrar a sanarlo, renovarlo y ordenarlo. Una vez que hayamos experimentado este infinito acto de amor sobre nuestras vidas, llega el momento de comunicarlo: ¡Claro! ¡El perdón! Sería un poco ingrato de nuestra parte permitir que nuestro Padre haga grandes maravillas en nosotros, pero no reconocer que puede también actuar en los no conversos, ¿no crees?
Pidamos de manera especial a Jesús que nos enseñe a orar como Él, pero, sobre todo, que nos ayude a tener su misma disposición, su misma confianza y humildad: «Padre nuestro»”.
«El Padrenuestro hunde sus raíces en la realidad concreta del hombre. Nos hace pedir lo que es esencial, como el “pan de cada día”, porque como nos enseña Jesús, la oración no es algo separado de la vida, sino que comienza con el primer llanto de nuestra existencia humana. Está presente donde quiera que haya un hombre que tiene hambre, que llora, que lucha, que sufre y anhela una respuesta que le explique el destino. Jesús no quiere que nuestra oración sea una evasión, sino un presentarle al Padre cada sufrimiento e inquietud. Que tengamos la osadía de convertirla en una invocación gritada con fe, a ejemplo del ciego Bartimeo que gracias a su llamado perseverante, “Jesús, ten compasión de mí”, obtuvo del Señor el milagro de recobrar la vista. La oración no solo precede la salvación, sino que ya la contiene, porque libra de la desesperación de creer que las situaciones insoportables no se pueden resolver.»
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de diciembre de 2018).