ZENIT- Ciudad del Vaticano. – La misericordia es un “verdadero modo de conocimiento”, ha asegurado el papa Francisco en el Regina Coeli del 23 de abril de 2017, Domingo de la divina misericordia: abre “la puerta del espíritu” y la “puerta del corazón”.
“Sabemos que le conocemos a través de diferentes formas: los sentidos, la intuición, la razón… Lo podemos conocer también a través de la experiencia de la misericordia” ha declarado el papa en la introducción de la oración mariana en la plaza San Pedro, en el segundo domingo de Pascua.
“La misericordia, lo que persigue, es hacernos comprender que la violencia, el rencor, la venganza no tienen ningún sentido”, y que la “primera víctima” es “aquel que vive de estos sentimientos”. La misericordia también permite “expresar la cercanía sobre todo hacía aquellos que están solos y marginados… Favorece el reconocimiento de aquellos que tienen necesidad de ser consolados y hace encontrar las palabras adaptadas para reconfortarles”.
Y el papa concluye: “No olvidemos nunca que la misericordia es la piedra clave en la vida de fe y la forma concreta a través de la cual hacemos visible la resurrección de Jesús”.
AK/RA
Palabras del papa antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Cada domingo, hacemos memoria de la resurrección del Señor Jesús, pero en este periodo de después de Pascua, el domingo reviste un significado más claro. En la tradición de la Iglesia, a este domingo después de Pascua, se le denomina “in albis”. Qué significa esto? La expresión intenta recordar el rito que cumplían aquellos que habían recibido el bautismo en la Vigilia pascual. A cada uno de ellos se les ponía una ropa blanca – “alba”, blanca – para indicar su nueva dignidad de hijos de Dios. Hoy aún se sigue haciendo lo mismo; se les ofrece a los recién nacidos una pequeña ropa simbólica, mientras que los adultos se ponen uno de verdad, como lo hemos visto en la Vigilia pascual. Esta ropa blanca, en el pasado, se llevaba durante una semana hasta el domingo in albis. Y de ahí deriva el nombre in albis deponendis, que significa el domingo en el cuál se quitan la ropa blanca. Y una vez quitada la ropa, los neófitos comenzaban su nueva vida en Cristo y en la Iglesia.
Hay otra cosa: en el Jubileo del año 2000, San Juan Pablo II estableció que este domingo seria dedicado a la Divina Misericordia. Es verdad. Esto ha sido una bonita intuición, ha sido el Espíritu Santo quién le ha inspirado! Hace unos meses, hemos concluido el Jubileo extraordinario de la Misericordia y este domingo nos invita a retomar con fuerza la gracia que viene de la misericordia de Dios.
El Evangelio de hoy es el relato de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos reunidos en el cenáculo (cf. Jn 20, 19-31). San Juan escribe que Jesús, después de haber saludado a sus discípulos, les dice: “Lo mismo que el Padre me ha enviado, así también os envío”. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos” (vv. 21-23). Es el sentido de la misericordia, presentada el día de la resurrección de Jesús como perdón de los pecados. Jesús resucitado, ha transmitido a su Iglesia, como primera misión, su propia misión de llevar a todos el anuncio concreto del perdón. Es el primer deber: anunciar el perdón. Este signo visible de su misericordia conlleva en él la paz del corazón y la alegría del encuentro renovado en con el Señor.
La misericordia a la luz de la Pascua se deja percibir como una verdadera forma de conocimiento. Es importante: la misericordia es un modo verdadero de conocimiento. Sabemos que la conocemos a través de diferentes formas: el sentido, la intuición, la razón y otros. Se la puede conocer también a través de la experiencia de la misericordia, porque la misericordia abre la puerta del espíritu para comprender mejor el misterio de Dios y de nuestra existencia personal. La misericordia nos hace comprender que la violencia, el rencor, la venganza no tienen ningún sentido y la primera víctima es aquel que vive de estos sentimientos, porque se priva de su dignidad. La misericordia también abre la puerta del corazón y permite expresar la cercanía sobre todo hacia aquellos que están solos y marginados, porque les hace sentirse hermanos y hermanas de un solo Padre. Favorece el reconocimiento de aquellos que tienen necesidad de consuelo y hace encontrar palabras que les reconforten.
Hermanos y hermanas, la misericordia calienta el corazón y le hace sensible a las necesidades de los hermanos, a través del compartir y la participación. La misericordia, en definitiva, compromete a todos a ser instrumentos de justicia, de reconciliación y de paz. No olvidemos nunca que la misericordia es la piedra clave en la vida de fe y la forma concreta a través de la cuál hacemos visible la resurrección de Jesús.
Que María, la Madre de Misericordia, nos ayude a creer y a vivir con alegría esto.
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo