Jueves de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario. Santa Cecilia

TRIDUO A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA

Ermita del Salvador

  • 19:30 Rosario rezado y cantado
  • 20:00 Misa
  • 20:30 Triduo a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (5,1-10):

Yo, Juan, vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz:
«¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?».
Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los ancianos me dijo:
«Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos».
Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.
Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo:
«Eres digno de recibir el libro
y de abrir sus sellos,
porque fuiste degollado, y con tu sangre
has adquirido para Dios
hombres de toda tribu,
lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinarán sobre la tierra».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 149,1-2.3-4.5-6a.9b

R/.

  • R/ Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.

O bien:  Aleluya

V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.

V/. Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.

V/. Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,41-44):

En aquel tiempo, aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

Palabra del Señor

Reflexión

De catholic.net

El Evangelio que meditamos hoy, en sentido literal, corresponde a una profecía histórica que hace Jesús sobre la destrucción del templo de Jerusalén por parte de Tito en el año 66 d.C. Jerusalén, en sentido bíblico y espiritual, es imagen del cielo y, en este caso particular, una de las vías de cómo llegamos al cielo.

¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! ¡El Señor dice esto LLORANDO! Si eso lo hizo por una ciudad de piedra, ¿cuánto más no lo hará cuando ve nuestro corazón que le rechaza escogiendo el mal?

No dejemos en este día que nada nos robe la paz, aunque el enemigo nos rodee e intente hacernos caer. El Señor nos está hablando al corazón constantemente, pero es más fácil actuar como los habitantes de la Jerusalén terrena y matar al Señor en nuestra conciencia. ¡Qué ciegos somos al buscar el amor y no darnos cuenta que el amor se nos da gratuitamente en la cruz!

¡Si comprendieras lo que conduce a la paz! Sólo el Señor puede hacer que su palabra sea «Dabar» (término hebreo que significa palabra que al ser pronunciada crea lo que dice) Si el Señor te desea la paz con su palabra creadora, y eres dócil al regalo que te quiere dar, serás una piedra viva más bella y santa, más parecida a Cristo, la Piedra Angular, en la ciudad santa, la Jerusalén celestial.

Acoge la Palabra en tu corazón como María y verás como da grandes frutos.

En el tiempo de Jesús, la gente que estaba liberada de demonios decía: «el Señor ha visitado a su pueblo». El mismo Jesús, cuando mira Jerusalén llora, llora por ella. ¿Por qué llora? Porque no conociste el tiempo en el que fuiste visitada; no entendiste la visita del Señor.
Cuando el Señor nos visita, nos da la alegría, es decir, nos lleva a un estado de consolación, nos lleva a cosechar la alegría, da consuelo espiritual. Un consuelo que no solo pasa en aquel tiempo, sino que es un estado en la vida espiritual de cada cristiano. Por eso es necesario: esperar el consuelo, reconocer el consuelo, porque hay falsos profetas que parecen consolarnos y en cambio nos engañan y conservar el consuelo.
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de septiembre de 2017, en santa Marta).

Santa Cecilia,  Virgen y Mártir

De catholic.net

Martirologio Romano: Memoria de santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber lleva desde antiguo su nombre (s. inc.).

Breve Biografía

La gran devoción popular hacia la virgen y mártir romana hizo que el nuevo calendario litúrgico conservara su memoria, a pesar de que faltan documentos históricos anteriores al siglo VI. Esta devoción y el mismo patrocinio de Santa Cecilia sobre la música sagrada se deben efectivamente al relato de su martirio, titulado Pasión, fechado después del año 486. En ella la fundadora del “título” de la basílica de Santa Cecilia en Trastévere es identificada con una santa homónima, enterrada en las catacumbas de San Calixto y que habría sufrido el martirio durante el imperio de Alejandro Severo, hacia el 230.

En la Liturgia de las Horas se lee: “El culto de Santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo”.

Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la Vía Apia, y una multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su boda con Valeriano, mientras el órgano tocaba, ella cantaba en su corazón: “solamente para el Señor” (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada); después, llegada la noche, la joven le dijo a Valeriano: “Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel me protege. Si tú me respetas, él te amará, como me ama a mí”.

Al contrariado esposo no le quedó otro remedio que seguir el consejo de Cecilia, hacerse instruir y bautizar por el Papa Urbano y después compartir el mismo ideal de pureza de la esposa, recibiendo en recompensa su misma gloria: la palma del martirio, al que por gracia divina se asoció también el hermano de Valeriano, Tiburcio.

Aunque el relato del martirio parece fruto de una piadosa fantasía, históricamente es cierto que Valeriano y Tiburcio fueron mártires y que fueron enterrados en las catacumbas de Pretestato. Después del proceso, narrado con abundancia de detalles por el autor de la Pasión, Cecilia fue condenada a la decapitación, pero los tres poderosos golpes del verdugo no lograron cortarle la cabeza: esto se debió a que, según el relato, Cecilia había pedido al Señor la gracia de ver al Papa Urbano antes de morir.