22 de febrero. Cátedra del Apóstol San Pedro.

Ermita del Salvador

  • 17:50 Reunión de los padres de catequesis de la Primera Comunión ( primer año)
  • 19:30 Rosario
  • 20:00 Misa

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (5,1-4):

A los presbíteros en esa comunidad, yo,

presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 22,1-3.4.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara, mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R/.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

 Medita lo que te dice el Evangelio

De catholic.net

La respuesta de Pedro: ¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!, era una confesión muy osada. Los fariseos de haber escuchado eso, lo habrían apedreado a muerte; pero Pedro fue capaz de decir la verdad y nada más que la verdad porque el mismo Dios Padre le inspiró.

A raíz de esta fe, Jesús le confirió un poder a Pedro que sólo le pertenecía a Él como Mesías. En Is 22:22 el profeta ya había sido inspirado por Dios de lo que sucedería en este momento. «Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: Lo que el abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá.»

Jesús no solamente confirmó este poder y esta misión con sus palabras, sino que se lo entregó a un hombre débil con todas las consecuencias que sabía que vendrían después. No obstante, con esta misión le dio una promesa: «Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella». La verdadera Iglesia de Jesucristo es la Iglesia Católica, no porque lo diga un hombre, sino porque desde antiguo Dios Padre lo tenía pensado, Jesucristo lo confirma con sus palabras en el Evangelio y hasta hoy día celebramos la cátedra de san Pedro, 266 sucesores ininterrumpidamente han guiado la Iglesia de Cristo.

Tengamos la firme esperanza de que ser católico no significa sólo «practicar una religión», ser católico es pertenecer al mismo Cuerpo de Cristo como lo dice san Pablo en 1 Cor12,12: «Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza» ¡Somos partícipes directos de la misión que Dios Padre le ha encomendado a Cristo en la Tierra!

«Dejemos que la gracia modele de nuevo nuestro corazón para creer, y abra nuestra boca para hacer la profesión de fe y obtener la salvación. Así, pues, hagamos nuestras las palabras de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Que nuestro pensamiento y nuestros ojos estén fijos en Jesucristo, inicio y fin de cada acción de la Iglesia. Él es el fundamento y nadie puede poner otro cimiento. Él es la «piedra» sobre la cual debemos construir. Lo recuerda con palabras expresivas san Agustín cuando escribe que la Iglesia, que viéndose agitada y sacudida por las vicisitudes de la historia, «no se cae, porque está cimentada sobre la piedra de donde Pedro tomó el nombre, pues ‘piedra’ no viene de ‘Pedro’, sino ‘Pedro’ de ‘piedra’; como tampoco ‘Cristo’ viene de ‘cristiano’, sino ‘cristiano’ de ‘Cristo’. […] La roca es el Mesías, cimiento sobre el que también Pedro mismo está edificado«. (Homilía de S.S. Francisco, 22 febrero de 2016).