Ermita del Salvador
- 19:00 Misa
- A continuación Exposición del Santísimo
Evangelio y lecturas
Primera lectura
Is 40, 25-31 • El Señor todopoderoso fortalece a quien está cansado.
«¿Con quién podréis compararme, quién es semejante a mí?», dice el Santo.
Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿quién creó todo esto? Es él, que despliega su ejército al completo y a cada uno convoca por su nombre. Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza, ninguno falta a su llamada.
¿Por qué andas diciendo, Jacob, y por qué murmuras, Israel: «Al Señor no le importa mi destino, mi Dios pasa por alto mis derechos»? ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído? El Señor es un Dios eterno que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan.
Palabra de Dios
Salmo responsorial
Sal 102, 1-4.8.10
℟. Bendice, alma mía, al Señor.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. ℟
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. ℟
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. ℟
Evangelio
Mt 11, 28-30 • Venid a mí todos los que estáis cansados.
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio
Santa Teresa del Niño Jesús (s. XIX) • Oración para obtener la humildad. Oración n. 20
Oh Jesús, cuando estabais en la tierra como viajero, habéis dicho: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.» Oh poderoso monarca de los cielos, sí, mi alma encuentra reposo viéndoos revestido bajo la forma y naturaleza de esclavo (Fl 2, 7),abajándoos hasta lavar los pies a los apóstoles. Es entonces cuando me acuerdo de estas palabras que habéis pronunciado para enseñarnos a practicar la humildad: «Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis; el criado no es más que su amo. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica» (Jn 13, 15-17). Comprendo, Señor, estas palabras salidas de vuestro corazón manso y humilde, las quiero practicar con la ayuda de vuestra gracia.
Quiero abajarme humildemente y someter mi voluntad a la de mis hermanas, no contradecirlas en nada y sin examinar si ellas tienen o no derecho a mandarme. Nadie, Amado mío, tenía ese derecho sobre Vos, y sin embargo habéis obedecido no sólo a la santa Virgen y a san José, sino incluso a vuestros verdugos. Y en nuestro tiempo, es en la hostia que veo os abajáis al máximo. ¡Qué grande es vuestra humildad, oh divino Rey de la gloria. Oh Amado mío, bajo el velo de la blanca hostia es cuando me parecéis más manso y humilde de corazón! ¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al vuestro!