Evangelio
Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar.
Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús. (Lc 6,6-11)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cuántas concepciones tengo de Dios?, ¿cómo lo veo? A veces lo veo como un Dios misericordioso, otras veces como un Dios paciente. Lo veo como un Dios justo pero compasivo, un Dios que es todo amor. Y me parece, sobre todo, un Dios que no reclama, que no dice mucho o que es incluso silencioso.
Pues bien, aquí me confronto con una cara distinta de Dios, que viene y me interpela. Sí, a veces es bueno mirar a la bondad de Dios que jamás se cansa, mirar a la clemencia que jamás se agota. Pero, ¿es que a un niño siempre se le trata así? Quien sabe educar, sabe que al niño no siempre debe concedérsele todo, que no siempre le ayuda la condescendencia. Puede parecer virtud por parte del de la madre, del padre o del tutor, pero en realidad es ingenuidad.
El corazón de toda persona necesita tanto de momentos en que pueda ejercer su libertad sin ninguna coacción, como también de momentos en que se le interpele. En pocas palabras, qué bien me hace cuando me dirigen un «¿qué haces?», «¡abre los ojos!», «¡piensa en tus hijos!», «¡no vayas por ahí!» o también «¡qué bien lo hiciste!», «¡sigue así!», «no te des por vencido», «mira a tu futuro»… Somos humanos. Necesitamos de otros. Y Cristo era muy humano.
Hoy la pregunta se dirige a los fariseos. Podemos llamarla una pregunta «retórica». Una pregunta que va más allá de la sola respuesta. Una pregunta que busca sacudir. Dios viene a presentárseme hoy, sí, como justo, misericordioso y todo amor; pero especialmente como Padre que me busca interpelar. Y ¡cómo lo necesito!
«El único camino para vencer el mal es la misericordia. La justicia es necesaria, cómo no, pero ella sola no basta. Justicia y misericordia tienen que caminar juntas. ¡Cómo quisiera que todos nos uniéramos en oración unánime, implorando desde lo más profundo de nuestros corazones, que el Señor tenga misericordia de nosotros y del mundo entero!»
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de septiembre de 2015).
San Juan Gabriel
Sus padres eran pobres pero muy religiosos. Así Juan Gabriel vivió en las coordenadas del Evangelio. Al ordenarle sacerdote, desempeñó varios cargos en la diócesis de París. Ejerció su celo pastoral llevado por su ilusión misionera en China. Todas las mañanas le pedía a Dios la gracia del martirio, que se prolongó durante un año entero. Para él fue un calvario ir de un sitio para otro hasta el día en que le crucificaron. Los jueces le pusieron una condición para lograr la libertad: profanar la cruz del Salvador. Lo torturaron de manera inhumana y cruel. Incluso cuando estaba en la cruz, le daban palizas en su agónico cuerpo. Murió el 11 de septiembre de 1840.