XVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas

  • 10:00 Misa.
  • 19:00 Misa  Sufragio Julio Parra y Margarita Álvarez

Ermita Virgen Desamparados – Campolivar

  • 11:00 Misa.

Antífona de entrada

Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme.
Que tú eres mi auxilio y mi liberación. Señor, no tardes (Sal 69,2. 6).

Oración colecta

Atiende, Señor, a tus siervos y derrama tu bondad imperecedera sobre los que te suplican, para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado en estos que te alaban como autor y como guía.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (16,2-4.12-15):

En aquellos días, en el desierto, comenzaron todos a murmurar contra Moisés y Aarón, y les decían: «¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne, y comíamos hasta hartarnos; pero vosotros nos habéis traído al desierto para matarnos a todos de hambre.»
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Voy a hacer que os llueva comida del cielo. La gente saldrá a diario a recoger únicamente lo necesario para el día. Quiero ver quién obedece mis instrucciones y quién no.»
Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo: «He oído murmurar a los israelitas. Habla con ellos y diles: «Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis hasta quedar satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios.»»
Aquella misma tarde llegaron codornices, las cuales llenaron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Después que el rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha, quedó sobre la superficie del desierto.
Los israelitas, no sabiendo qué era aquello, al verlo se decían unos a otros: «¿Y esto qué es?»
Moisés les dijo: «Éste es el pan que el Señor os da como alimento.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 77

R/. El Señor les dio un trigo celeste

Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R/.

Dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste. R/.

Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,17.20-24):

En el nombre del Señor os digo y encargo que no viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos. Pero vosotros no conocisteis a Cristo para vivir de ese modo, si es que realmente oísteis acerca de él; esto es, si de Jesús aprendisteis en qué consiste la verdad. En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos. Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,24-35):

En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»
Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»
Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: «Dios les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»

Palabra del Señor

Oración sobre las ofrendas

Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión

Señor, nos diste el pan del cielo, lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto (cf. Sab 16,20).
O bien:
Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed jamás, dice el Señor (cf. Jn 6,35).

Oración después de la comunión

A quienes has renovado con el don del cielo, acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor,
y, ya que no cesas de reconfortarlos, haz que sean dignos de la redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Reflexión

Danos siempre de este pan
El pan del alma es Cristo, el pan vivo bajado del cielo que alimenta a los suyos, ahora a través de la fe, y por la visión en el mundo futuro. Porque Cristo habita en ti por la fe, y la fe en Cristo es Cristo en tu corazón. Posees a Cristo en la medida en que crees en él. Y en verdad Cristo es un solo pan, porque no hay más que un solo Señor, una sola fe, para todos los creyentes aunque del mismo don de la fe unos reciban más y otros menos.
Así como la verdad es una, así también una sola fe en la verdad es la única guía y alimento para los creyentes, y el mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.
En el don que recibo, poseo a Cristo entero y Cristo me posee todo entero, igual que el miembro que pertenece al cuerpo entero posee, a su vez, al cuerpo entero. Esta porción de fe que has recibido compartiéndola con los demás es como un pequeño trozo de pan en la boca. Si no meditas de manera frecuente y piadosa eso que crees, si no lo masticas, triturándolo y pasándolo de nuevo por los dientes, es decir, por los sentidos de tu espíritu, no pasará de tu garganta, es decir, no llegará hasta tu inteligencia.
Guigo el Cartujo, Meditación10. Prior de la Gran Cartuja (1083-1136).