Templo Carmelitas
- 10:00 Misa.
- 19:00 Misa Sufragio Julio Parra y Margarita Álvarez
Ermita Virgen Desamparados – Campolivar
- 11:00 Misa.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,33;5,12.27-33;12,2):
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 66
R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,7-15):
Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros. Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,20-28):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Palabra del Señor
Reflexión
Da v i d Ama d o F e r n á n d e z
Las lecturas de hoynos invitan a volver la mirada sobre la fuerza de la resurrección de Cristo y a descubrir cómo esta transforma nuestra vida. Escuchamos en el Libro de los Hechos que «los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor». Los que antes,
según leemos en el evangelio, se afanaban por ocupar los primeros lugares y discutían sobre quién sería el más importante ponen sin miedo su vida en juego ante las autoridades porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres».
No disputan ya sobre una parcela de poder ni oponen resistencia a esta o aquella ley, sino que anuncian que quien murió colgado de un madero ha resucitado y Dios lo ha exaltado para «otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados». No hay ninguna pretensión particular ni interés propio por parte de los apóstoles sino la proclamación de que a Jesús «Dios lo ha exaltado a su diestra, haciéndole jefe y salvador». Es, por tanto, la necesidad de anunciar a los demás la razón por la que su vida ha sido transformada: Jesús ha resucitado y en él alcanzamos el perdón de los pecados.
La misericordia de Dios libera y capacita para amar de una manera nueva por la gracia que nos ha sido dada.
Desde esta perspectiva, vemos el cambio profundo que se ha dado en los dos jóvenes impetuosos que un día, con la madre de embajadora, pidieron ocupar los primeros puestos en el reino de Jesús. Jesús aprovechó aquel «incidente diplomático» para dar una enseñanza: «El que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor», y hacerles apartar la mirada de los jefes que tiranizan y los grandes que oprimen.
La lección de aquel día, que como nos ha sucedido tan tas veces en la escuela quedó sepultada en la memoria a la espera de una mayor claridad, se iluminó con los misterios de la muerte y resurrección de Jesús. El servicio que el «Hijo del hombre» vino a cumplir a la tierra conllevó su muerte, y así «dar la vida» tiene un sentido absolutamente real. A la luz de lo vivido en el Calvario y la resurrección que siguió, se hizo luz sobre cómo dar la vida significa ir hasta el final en el amor y que, cuando parece que ese final va a quedar sentenciado por la muerte, brota la vida nueva, la de Jesús glorioso que él comparte con los redimidos por el don de la gracia.
San Pablo, en la segunda lectura, explica lo que podemos contemplar en el apóstol Santiago. El evangelio se lleva en vasos de barro. Quien comprende la llamada apostólica queda revestido de la máxima fragilidad. En ese sentido, siempre aparecerá como alguien que puede ser calumniado,
vilipendiado o perseguido. Pero esa inconsistencia del apóstol es también la debilidad de la misma muerte que, aunque amenaza de continuo, ya ha sido vencida por la resurrección de Jesús. Así puede manifestarse constantemente el poder de Dios que, a través de la entrega de los que le sirven, va
comunicando la vida nueva de Jesús resucitado.
Tras más de veinte siglos no podemos dejar de admirar nos ante el sorprendente crecimiento que ha tenido la Iglesia.
Con san Pablo, hemos de reconocer que todo ello es debido a la gracia divina. Mirando a Santiago y a los demás apóstoles, descubrimos que el centro de nuestro querer ha de ser Jesús. Él había preguntado a la madre de los Zebedeos: «¿Qué deseas?» Ella, inconsciente, pidió cargos para sus hijos. Jesús, manso y misericordioso, los invitó a compartir su destino: «¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?» Después fue así.
Hoy, al celebrar a nuestro santo patrón, bajo cuya intercesión podemos poner muchos recados, me gustaría pedirle que nos ayude para que Jesús sea el amor central de nuestra vida que dé sentido y unidad a todos nuestros actos, y que los católicos de España, aunque nos encontremos atribulados,
aplastados, perseguidos y derribados, podamos manifestar en nosotros la vida de Jesús.
Santiago, apóstol, patrono de España
Nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Estuvo presente en los principales mila gros obrados por el Señor. Fue muerto por el rey Herodes alrededor del año 42. Desde la antigüedad está muy difundida la persuasión de que Santiago había predicado el evangelio en los confines de Occidente. Después de la invasión mahometana, el apóstol Santiago aparece venerado como cabeza refulgente de España y patrono de sus reinos cristianos. Estos proclaman en los siglos
siguientes su gratitud por la protección del apóstol en la defensa de la fe y de la independencia de la patria y por su asistencia en la acción misionera que contribuyó a propagar la Iglesia por todo el mundo. Su sepulcro en Compostela, a semejanza del sepulcro vacío del Señor en Jerusalén y de la tumba de san Pedro en Roma, atrae, hasta nuestros días, a innumerables peregrinos de toda la cristiandad. Los papas han concedido a su santuario un jubileo frecuente y otras gracias extraordinarias.