Templo Carmelitas
- 19:00 Misa.
- A continuación Adoración al Santísimo hasta las 20:30
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (16,1-5.9-15):
Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.
La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad.»
El Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no. el día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recojan a diario.»
Moisés dijo a Aarón: «Di a la comunidad de los israelitas: «Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones».»
Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.
El Señor dijo a Moisés: «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles de mi parte: «Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan, para que sepáis que yo soy el Señor, Dios vuestro».»
Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo parecido a la escarcha.
Al verlo, los israelitas se dijeron: «¿Qué es esto?»
Pues no sabían lo que era.
Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 77,18-19.23-24.25-26.27-28
R./ El Señor les dio pan del cielo
Tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto;
hablaron contra Dios: «¿Podrá Dios
preparar una mesa en el desierto?» R./
Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste. R./
Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Hizo soplar desde el cielo el Levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur. R./
Hizo llover carne como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas. R./
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol. se abrasó, y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento, otros sesenta, otros treinta. El que tenga oídos, que oiga.»
Palabra del Señor
San Lorenzo de Brindisi
Su papá murió cuando él tenía doce años de edad. Continuó sus estudios en Venecia con los clérigos de San Marcos y bajo la supervisión de uno de sus tíos. En 1575, fue recibido en la Orden de los Capuchinos bajo el nombre de Hermano Lorenzo, y, luego de su profesión, hizo sus estudios filosóficos y teológicos en la Universidad de Padua. Debido a su prodigiosa memoria dominaba no sólo los principales lenguajes europeos, sino también la mayoría de las lenguas semíticas. Se decía que conocía todo el texto original de la Biblia. A los ojos de muchos, este conocimiento podía explicarse solo por una ayuda sobrenatural, y, durante el proceso de beatificación los examinadores de los escritos del santo emitieron el siguiente juicio: “Vere inter sanctos Ecclesiae doctores adnumerari potest.»
Estos talentos inusuales, añadidos a una rara virtud, capacitaron al Hermano Lorenzo para las más diversas misiones. Cuando aún era un diácono predicó los sermones de Cuaresma en Venecia, y su éxito fue tan grande que fue sucesivamente llamado a todas las principales ciudades de la península. Con posterioridad, gracias a sus numerosos viajes, fue capaz de evangelizar en diferentes períodos a la mayoría de los países de Europa. Los sermones que dejó llenan no menos de ocho volúmenes en folio. Adoptó el método de predicar parecido al de los grandes misioneros franciscanos, o más bien de los trabajadores apostólicos de todos los tiempos, quienes, al tener como objetivo primario alcanzar el corazón de los hombres y convertirlos, siempre adaptan su discurso a las necesidades espirituales de sus oyentes.
El hermano Lorenzo ocupó sucesivamente todos los cargos de su Orden. Desde 1596 a 1602, como definidor general, tuvo que fijar su residencia en Roma. El Papa Clemente VIII le asignó la tarea de instruir a los judíos; gracias a su conocimiento del hebreo y a su poderoso razonamiento, trajo un gran número de ellos a reconocer la verdad de la religión cristiana. Su santidad, combinada con su gran bondad, completó la preparación del camino para la gracia de la conversión. Su éxito en Roma, le causó que fuera llamado de varias ciudades, donde también bautizó a numerosos judíos. Al mismo tiempo se le encargó establecer casas de su orden en Alemania y Austria. En medio de las grandes dificultades creadas por los herejes, fundó los conventos de Viena, Praga y Graz, los núcleos de las tres provincias. En el capítulo de 1602 fue elegido vicario general. (En ese tiempo la Orden de los Capuchinos, que se había separado de los Observantes en 1528 y tenía una constitución independiente, le dio a su primer superior el título de vicario general solamente. No fue hasta 1618 que el Papa Pablo V lo cambió por el de ministro general). El mismo año de su elección el nuevo superior comenzó la visitación de las provincias. Milán, París, Marsella, España, lo recibieron a su turno. Como su llegada era precedida por una gran reputación de santidad, la gente se atestaba para escucharlo predicar y recibir su bendición. Su administración, caracterizada por sabia firmeza y paternal cariño, fue de gran beneficio para la orden. En el capítulo de 1605 rechazó el tomar por un segundo término el gobierno de sus hermanos, pero hasta su muerte fue el mejor consejero de sus sucesores.
Fue en ocasión de la fundación del convento de Praga (1601), que San Lorenzo fue nombrado capellán de la armada imperial, la cual estaba a punto de marchar contra los turcos. La victoria de Lepanto (1571) había detenido sólo temporalmente la invasión musulmana y todavía eran necesarias varias batallas para asegurar el triunfo final de los ejércitos cristianos. Desde su accesión (1595) Mahoma III había conquistado a gran parte de Hungría. Determinado a prevenir futuros avances, el emperador envió a Lorenzo de Brindis como delegado ante los príncipes alemanes para obtener su cooperación. Ellos respondieron a su llamamiento, y por otra parte el Duque de Mercœur, gobernador de Bretaña, se unió a la armada imperial, de la cual recibió el mando efectivo. Se contempló entonces el ataque sobre Albareale (ahora Stulweissenburg).
Era una empresa audaz enfrentar 18,000 hombres contra 80,000 turcos, y los generales, titubeantes de intentarlo, solicitaron el consejo de Lorenzo. Sintiéndose responsable por la victoria, le comunicó a todo el ejército con un brillante discurso el ardor y confianza con la cual el mismo estaba animado. Como su debilidad le impedía marchar, se montó en su caballo, y crucifijo en mano, tomo el mando del ejército, al cual atrajo irresistiblemente tras él. Otros tres capuchinos estuvieron también en las filas del ejército. Aunque muy expuesto al peligro, Lorenzo no fue herido, lo cual fue universalmente reconocido como asociado a una protección milagrosa. La ciudad fue finalmente tomada, y los turcos perdieron 30,000 hombres. Sin embargo, como ellos aun excedían en número al ejército cristiano, formaron sus líneas nuevamente, y pocos días después se libró otra batalla, siempre con el capellán a la cabeza del ejército. “Adelante”, grito, mostrándoles el crucifijo; “la victoria es nuestra.” Los turcos fueron vencidos de nuevo, y el general y todo el ejército le atribuyeron a Lorenzo el honor de esta doble victoria.
Tras haber renunciado a su puesto de vicario general en 1605, el Papa lo envió a evangelizar Alemania. Allí confirmó la fe de los católicos, atrajo a muchos a la práctica de la virtud y convirtió a muchos herejes. Su vasta erudición siempre le daba la ventaja en las controversias, y, una vez ganaba las mentes de sus oyentes, su santidad y numerosos milagros completaban su conversión. Para proteger más eficazmente la fe en sus estados, los príncipes católicos de Alemania formaron la alianza llamada la “Liga Católica”. El emperador Rodolfo envió a Lorenzo donde Felipe III de España para persuadirlo de unirse a la Liga. Tras haber completado dicha misión exitosamente, el santo embajador recibió el doble mandato por virtud del cual habría de representar los intereses del Papa y de Madrid en la corte de Maximiliano I de Baviera, jefe de la Liga. Fue así, muy en contra de sus deseos, obligado a establecerse en Munich cerca de Maximiliano.
Además de nuncio y embajador, Lorenzo fue además comisario general de su Orden para las provincias del Tirol y Baviera, y director espiritual del ejército bávaro. Fue elegido como mediador en la disputa que surgió entre los príncipes, y fue en el desempeño de este rol que, a pedido del emperador, restauró la armonía entre el Duque de Mantua y la nobleza alemana. Además de todas estas ocupaciones, con la ayuda de varios capuchinos, emprendió una campaña misionera a través de Alemania, y durante ocho meses viajó por Baviera, Sajonia y el Palatinado.
En medio de tantas y variadas ocupaciones Lorenzo encontró tiempo para la práctica de la santificación personal. Y es quizás la mayor maravilla de su vida el haber combinado sus múltiples deberes con una vida interior inusualmente intensa. En la práctica de las virtudes religiosas San Lorenzo iguala a los más grandes santos. Tuvo el don de la contemplación a un grado máximo, y muy raramente celebró la Santa Misa sin caer en éxtasis. Después del Santo Sacrificio, su gran devoción fue el Rosario y el Oficio de la Santísima Virgen. Como en el caso de San Francisco de Asís, había algo poético alrededor de su piedad, la cual a menudo irrumpía en cánticos a Santa María Virgen. Fue en el Nombre de María que obró sus milagros, y su bendición favorita fue: “Nos cum prole pia benedicat Virgo Maria.»
En 1618 se retiró al monasterio de Caserta, con la esperanza de disfrutar de varios días de reclusión, cuando los principales hombres de Nápoles le pidieron que fuera a España a informarle a Felipe III sobre la conducta del virrey Osuna. A pesar de los muchos obstáculos que presentó este último, el santo partió de Génova y llevó adelante su misión con éxito. Pero las fatigas del viaje agotaron su debilitada fuerza. No pudo regresar a casa, y luego de varios días de gran sufrimiento murió en Lisboa en la tierra nativa de San Antonio (22 de julio de 1619), como lo había predicho cuando comenzó su jornada. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca. El proceso de beatificación, varias veces interrumpido por varias circunstancias, concluyó en 1783. La canonización tuvo lugar el 8 de diciembre de 1881. Es doctor de la Orden Franciscana junto con San Antonio de Padua, San Buenaventura y el Beato Juan Duns Escoto.
Los escritos conocidos de San Lorenzo de Brindis comprenden ocho volúmenes de sermones, dos tratados didácticos sobre oratoria, un comentario sobre el Génesis, otro sobre Ezequiel, y tres volúmenes de polémicas religiosas. La mayoría de sus sermones están escritos en italiano, y sus otras obras están en latín. Los tres volúmenes de controversias tienen notas en griego y hebreo.
[Nota: en 1959 el Papa Juan XXIII proclamo a Lorenzo de Brindis como Doctor de la Iglesia Universal. Su fiesta religiosa se celebra el 6 de julio.)
Fuente: Candide , Henri. «St. Lorenzo da Brindisi.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. 11 Dec. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/09359a.htm>.
Traducido por Juan Ramón Cifre. lhm