Solemnidad de la Santísima Trinidad

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Templo Carmelitas.

  • 10:00 Misa.
  • 19:00 Misa. Sufragio Julio Parra y Margarita Álvarez

Ermita Virgen Desamparados – Campolivar

  • 11:00 Misa.

Primera lectura

Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

Palabra de Dios

Salmo

Salmo responsorial: 32

Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

Segunda lectura

Segunda lectura: Rm 8,14-17

Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Evangelio:

Evangelio

 Mt 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio

…en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios
sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no
logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.
Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas,
que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten
nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro
credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.
«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra».
No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados
Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros.
Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos sólo por
amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación
por este mundo.
Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando
de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos
sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos
de perder la fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra
última esperanza.
«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor».
Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el
Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos
al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos
sentir a Dios humano, cercano, amigo.
Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más
fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado,
además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo
». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá
ofrecer su luz y su esperanza?
«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida».
Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno
de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas,
como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que
hay dentro de nosotros.