I Domingo de Adviento (Ciclo B)

Templo Carmelitas

  • 10:00 Misa
  • 19:00 Misa

Ermita Virgen Desamparados – Campolivar

  • 11.00 Misa
  • 12:00 Misa con niños

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7):

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/.
 Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9):

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

Comentario de Alejandro Carbajo, CMF de https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/comentario-homilia/?f=2023-12-03

Velad.

Queridos hermanos, paz y bien.

Feliz Año Nuevo litúrgico. El Adviento nos abre a un nuevo ciclo, en este año 2023 nos corresponde el ciclo B. Cada año, con el comienzo del Adviento, cambiamos de Evangelio en los domingos. En esta ocasión, nos deja Mateo y nos recibe Marcos. Un Evangelio más breve, pero intenso, pensado como un camino catequético. Intenta presentarse no como buena noticia en sí mismo, sino como una presentación de cuál es el «origen de la Buena Noticia de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (Mc 1,1), tal como se predica en una comunidad concreta, necesitada de saber en quién han creído.

Empezamos el Adviento, como digo. Es uno de los tiempos fuertes de la Liturgia. La Santa Madre Iglesia, que es muy sabia, nos prepara así para vivir mejor la Navidad, como pasa con la Cuaresma, antes de la Pascua. En este tiempo fuerte sería bueno recurrir con mucha más frecuencia a la Palabra de Dios, que está siempre disponible. Y que esa Palabra de Dios nos supiera a poco.

Porque no agotamos la verdad de esas palabras con una sola lectura. Ojalá volviéramos sobre ellas, ahondando más en su sentido, para extraerles todo el jugo posible, para que nos ayuden a ver más claro, para que nos ayuden a vivir mejor. Son como una fuente. No agotamos el manantial con un solo sorbo, y probablemente tampoco agotamos nuestra sed con un solo sorbo. Que tengamos ganas de beber más, siempre.

La primera lectura nos habla de un pueblo en el exilio que, a pesar de todo, sigue confiando. Han visto cómo Jerusalén era saqueada y ellos mismos llevados al destierro. Todo parece estar en contra. Pero confían. Esperan. Es un pueblo que sabe Quién es su Señor, y no desesperan. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano. Cuando todo va mal, sólo queda confiar y orar. Cuando rezamos bien, como Dios quiere, se logra la paz interior, la esperanza, una mirada optimista que ayuda a seguir viviendo. En los brazos de Dios uno puede sentirse seguro, a pesar de todo. Porque Dios no nos abandona. Hay que recordar esto con frecuencia.

Es que no siempre hacemos las cosas bien. A menudo sentimos que somos débiles, que no podemos corregirnos. Parece que estamos llamados a repetir los errores. Confesamos a menudo los mismos pecados. ¿Por qué Dios lo permite? Seguramente, para dejar que ejerzamos nuestra libertad. Para que, cada día, optemos por él. Podemos. Nos lo recuerda san Pablo. No carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él, que comenzó en nosotros la obra buena, la llevará a término. Su fidelidad no depende de nuestra respuesta, Él es siempre fiel. A pesar de nosotros mismos. Si podemos creer en esto, crecerá nuestra esperanza cristiana. En eso consiste el amor de Dios. Amar a pesar de todo. Y a eso estamos llamados nosotros.

El evangelio, otra vez, nos invita a velar. Empezamos el año (litúrgico) como lo terminamos. Para que no se nos olvide. De noche, es difícil velar. Lo sabemos bien en Múrmansk, en mi parroquia. En invierno la noche polar nos envuelve. Muchas horas de oscuridad, muy poca luz. Es pesado. Las ganas de dormir son permanentes. Además, de noche, surgen los miedos, la inquietud. Se puede perder hasta la fe. Porque no vemos claro, porque no sabemos dónde ir. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Hay un remedio para no dormir. Se lo dijo Jesús a sus discípulos en Getsemaní. “Velad y orad”. Es lo que significa vigilar. Rezar, hablar con Jesús, en permanente diálogo con Él. Preguntarle, contarle lo que nos pasa, confiarle nuestra vida. Siempre.

Eso sí, tenemos que recordar, quizá en tiempo de Adviento especialmente, que Dios actúa de un modo discreto y silencioso, pero eficaz. No siempre como nos gustaría, no de forma drástica o exagerada, sino como el fermento en la masa. Todo lleva su tiempo. Y el tiempo de Dios no es nuestro tiempo. Eso también tenemos que recordarlo.

Es que Jesús plantó un germen de vida, en lugar de implantar algo imponente y grandioso ya desde el comienzo. Para ayudar al desarrollo de ese germen de vida, cada uno tenemos una tarea. Dio a cada uno de sus criados su tarea. Cuando nos bautizaron, por obra y gracia del Espíritu, entramos a formar parte de ese plan de Jesús. Y fue plantada en nuestro corazón nuestra propia semilla. Deja que esa semilla crezca en tu vida. Con la ayuda de Dios crecerá. Él os mantendrá firmes hasta el final. Y espera. Todo está en marcha. Trabaja, sin prisa, pero sin pausa, con paciencia, y con alegría. Porque nos preparamos para algo grande.

Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.