Aforo 50%
Templo Carmelitas
- 19:00 Adoración al Santísimo.
- 20:00 Misa del III Domingo de Pascua.
Ermita Virgen Desamparados – Campolivar
- 18:30 Misa del III Domingo de Pascua.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas.
Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 32,1-2.4-5.18-19
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,16-21):
AL oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio
Rosa Ruiz rmi
Queridos hermanos:
“Es Él, no temamos”. Así nos habla el evangelio de hoy y tantas otras veces que se pone esta petición en labios de Jesús: “soy Yo, no tengáis miedo”. Vivir en medio de tormentas y con más noche que día es algo por lo que todos pasamos. Forma parte de la vida. Los discípulos de Jesús lo vivieron con Él en persona: ir en una pequeña barca por la noche, que el lago se encrespe y se ponga a soplar el viento fuerte, no es una situación agradable. Los discípulos sintieron miedo; supongo que se sintieron solos, desprotegidos. Porque Jesús no estaba.
Tanto miedo tenían que no le reconocieron cuando se acercó y, ciertamente, ¿quién no lo haría si ve acercarse una figura humana caminando sobre el lago?
Cada uno sabemos de nuestros propios miedos. Las primeras comunidades enseguida lo experimentaron también: los griegos se incomodaban por unas cosas, los de origen hebreo por otras… Estaban empezando y ya se generaban tensiones. La respuesta fue establecer una nueva estructura o al menos fue una decisión que dio lugar a un nuevo estamento, el de los diáconos. Quizá las cosas serían distintas si hubieran entrado a dialogar el problema de fondo, el malestar entre los de un lado y los de otro, en lugar de establecer nuevas normas. O quizá las cosas hubieran sido muy distintas si no se les hubiera ocurrido separar el servicio por un lado y la oración y el servicio a la Palabra, por otro. ¡Quién sabe!
En todo caso, en cada momento, reaccionamos a los peligros, inseguridades y temores, como mejor podemos hacerlo en ese momento. A veces nos equivocaremos, otras no tanto. Lo importante será que siga creciendo la vida y la presencia del Resucitado por todo el mundo. Y aún más otra cosa: que nunca olvidemos que el único que realmente puede quitarnos el miedo y dar seguridad a nuestra vida y nuestra Iglesia es Él (Yo Soy). Las estructuras, grupos, nombramientos y planes que hagamos, si son buenos, sólo serán secundarios.
Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz rmi
@rosaruizarmi
Santa Catalina Tekakwitha
De https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=706
Cada 17 de abril la Iglesia celebra la Fiesta de Santa Catalina (Kateri) Tekakwitha, la primera santa piel roja de Estados Unidos. Se le considera patrona de la naturaleza y de la ecología junto a San Francisco de Asís. Sus últimas palabras fueron: “¡Jesús, te amo!”.
Catalina nació en Auriesville, Nueva York (Estados Unidos), en 1656. Su madre era una cristiana miembro de la tribu algonquina, que había sido capturada por los iroques y liberada por quien sería el padre de Tekakwitha, un jefe tribal Mohawk.
A los cuatros años mueren sus padres y su hermano por la epidemia de viruela. A causa de esta misma enfermedad ella quedó con el rostro desfigurado, la vista seriamente dañada y a cargo de sus tíos.
A sus 11 años, Catalina conoció la fe cristiana cuando a su pueblo llegaron misioneros jesuitas, que acompañaban a los diputados mohicanos para firmar la paz con los franceses.
Si bien aceptó la fe rápidamente, la joven pidió bautizarse recién a los 20 años, haciendo frente a la oposición de su familia, y al rechazo de su comunidad. Tuvo que huir de su pueblo hasta llegar a unas comunidades cristianas en Canadá.
Más adelante hizo la Primera Comunión el día de Navidad y realizó el voto de castidad. Durante su corta vida, mantuvo una intensa devoción al Bendito Sacramento.
Partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680, en Semana Santa de aquel año, y con tan solo 24 años. A su muerte, el pueblo desarrolló inmediatamente una gran devoción por ella, y muchos peregrinos acudían a visitar su tumba, en Caughnawaga.
Cuenta la tradición que las cicatrices que la santa tenía en el rostro se desvanecieron después que falleciera y que se sanaron muchos enfermos que fueron al funeral.
En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir un monumento junto a su sepultura y llegó a ser conocida como “El Lirio de los Mohawks”.
Santa Catalina fue beatificada por San Juan Pablo II, en 1980 y canonizada por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI, en octubre de 2012.
Si bien en Estados Unidos su fiesta es el 14 de julio, en el resto del mundo, de acuerdo al martirologio, hoy se recuerda a Santa Catalina Tekakwitha.