Templo de las Carmelitas
- 19:00 Misa. Sufragio Difuntos Familia Almenar Lafuente; Luís Mújica Alonso
- A continuación Exposición del Santísimo
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».
Salmo
Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9 R/. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Reflexión del Evangelio
De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/8-4-2021/
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos
Como los testigos de la curación del paralítico pensaban que Pedro y Juan eran los responsables de esa curación, la gente se agolpaba en torno a ellos. Pedro aprovecha la ocasión para recordar a sus oyentes unas cuantas verdades. Les recuerda que ha sido Jesús, y no ellos, el protagonista de la sanación, ese Jesús al que “entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo”. Jesús curó al paralitico por la fe que tenía en él. “Ha creído en su nombre… su fe le ha restituido completamente la salud”.
Pero Pedro no se queda en la mala acción de los judíos. Reconoce que “lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo”. Les pide que se arrepientan y se conviertan “para que se borren vuestros pecados a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado… al que resucitó de entre los muertos”.
Las palabras de Pedro nos vienen bien a los cristianos de todos lo tiempos. De lo que se trata es de que aceptemos la invitación de Jesús a seguir sus pasos: “Ven y sígueme”. Él nos señala el mejor camino para vivir en amistad con Dios, en amistad con los demás y así poder disfrutar del sentido, de la esperanza y de la felicidad que todos tanto deseamos ya aquí en nuestra tierra, antes de que nos regale la resurrección a una vida de total plenitud, después de nuestra muerte.
Vosotros sois testigos de esto
Los apóstoles no acababan de creer lo que estaban viendo sus ojos. Era cierto que Jesús, mientras estuvo con ellos, les había dicho que iba a ser entregado a las autoridades, que le iban a condenar, que iba a padecer y morir clavado en una cruz, pero que al tercer día resucitaría. Habían vivido con él, casi todos desde lejos, su muerte ignominiosa e injusta. Y ahí se habían quedado más que desconcertados. Pero el evangelio de hoy nos relata cómo se presenta ante ellos resucitado. Era demasiado sublime para creérselo: “Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma”. Y Jesús, con su paciencia habitual con ellos, trata de convencerlos de que es verdad, que ha resucitado. Les muestra sus heridas, les pide de comer… A partir de aquí, olvidándose del miedo, se vuelven testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Y a ello dedicarán es resto de sus vidas, sabiendo que es la mejor noticia que pueden ofrecer a toda la humanidad. “Vosotros sois testigos de esto”.
También a nosotros, los cristianos del siglo XXI, necesitamos que Jesús nos convenza de su resurrección y de nuestra resurrección, y que el único camino que nos lleva a ella es vivir como él vivió… para convertirnos en los testigos de la verdad de Jesús y de su buena noticia.