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Templo Carmelitas.
- 10:00 Misa.
- 19:00 Misa. Sufragio Julio Parra y Margarita Álvarez
Ermita Virgen Desamparados – Campolivar
- 11:00 Misa.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (3,13-15.17-19):
En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 4,2.7.9
R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor
Escúchame cuando te invoco,
Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.
Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro
ha huido de nosotros?» R/.
En paz me acuesto
y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,1-5):
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Palabra de Dios
Evangelio
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Palabra del Señor
Reflexión
Entonces les abrió el entendimiento
No es fácil creer en Jesús resucitado. En última instancia es algo que sólo puede ser
captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si no
experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es difícil que
encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección.
Algo de esto nos viene a decir Lucas al describirnos el encuentro de Jesús resucitado con
el grupo de discípulos. Entre ellos hay de todo. Dos discípulos están contando cómo lo
han reconocido al cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha aparecido. La mayoría
no ha tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué pensar.
Entonces «Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”». Lo primero
para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia
en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la
paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en estos
tiempos nada fáciles para la fe.
El relato de Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera
mágica a los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma». En
el interior de otros «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por
la alegría». Otros siguen «atónitos».
Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y
segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al
comienzo, es casi sólo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes:
¿será posible que sea verdad algo tan grande?
Según el relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento»
para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos»,
que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en
su nombre».
Creer en el Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar
años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho
más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas.