Miércoles de la I semana de Cuaresma

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa.
  • A continuación exposición del Santísimo hasta las 20:30 h

Primera lectura

Lectura de la profecía de Jonás 3, 1-10

El Señor dirigió la palabra a Jonás:

«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.

Salmo

Sal 50, 3-4. 12-13. 18-19 R/. Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús,
y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/

Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida

Acabamos de iniciar la Cuaresma, “tiempo fuerte” que nos invita a vivir con exigencia y esfuerzo, mirando con responsabilidad nuestra vida. Es una actitud que nos llevará a desembocar, bien preparados, a la fiesta de las fiestas, la Resurrección de Jesucristo. La pandemia sigue aún presente y esta realidad nos invita a insertar nuestro esfuerzo en todo este mundo difícil que el virus ha creado en nuestro entorno.

Las lecturas de este día, tanto la primera como el evangelio, tienen presente a Jonás. Un profeta al que los exégetas ponen como personaje de ficción, con una sencilla historia que muestra el amor, la bondad y la misericordia de Dios, ante la conversión de los ninivitas. Jonás ha sido reticente a cumplir lo que Dios le ha indicado. Cuando ve que los ninivitas le han obedecido y han respondido a su predicación, se vuelve contrariado a Dios con esas palabras, en son de queja, al comprobar que Dios no castiga a los ninivitas: “Sé que eres un Dios clemente, compasivo, paciente y misericordioso”. Sin embargo, el bondadoso Dios le recrimina su actitud con esas palabras definidoras de lo que Él es: “¿No voy yo a tener  compasión de Nínive, la gran ciudad…?”

De alguna forma, el personaje de Jonás representa la ruindad de los hombres frente a la magnanimidad de Dios. Él “no nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas; no guarda rencor”, como nos recuerda el salmo 102. Ese es Dios. Ese es el que sale a nuestro encuentro cuando acudimos a Él con un corazón sincero, deseoso de responder a su llamada.

La conversión, “metanoia”, esa que hemos de buscar con interés en este tiempo, no es otra cosa que “cambiar de mente”. Quizá es lo que más urge. Romper la rutina, ahondar en el concepto que tenemos de Dios, percatarnos de que las falsas ideas sobre Dios pueden acarrear un sentimiento extraño hacia Él. Necesitamos cambiar de ideas y descubrir el Dios, Padre/Madre, lleno de amor por nosotros, tal como nos enseñó Jesús. Cuestionarnos qué idea tenemos de Dios y qué sentimiento nos provoca esa idea, puede ser un momento oportuno para vivir la cuaresma con intensidad. Solo desde el convencimiento de la bondad inagotable de Dios, es posible sentir en nuestro interior el deseo de ser mejores; el deseo de responder a su amor con una vida ajustada a sus deseos.

«Si me arrepiento, ¿perdonará Dios mi delito?». «No, respondió la mujer. Si Dios te perdona, tú te arrepentirás».

Esta generación pide un signo… pero no se le dará otro signo que el de Jonás

Las palabras que dirige Jesús a su auditorio son duras. Expresan hartura ante la dureza de corazón de algunos. ¿A quién van dirigidas?

Jesús ha realizado milagros variados; ha hablado con entusiasmo del Reino de Dios, ha dado señales de que su mensaje está asentado en Dios y viene de Dios; ha realizado milagros, y, sin embargo, la reacción de algunos oyentes, los jefes religiosos del pueblo, sigue siendo la sospecha, el rechazo. A esas personas desconfiadas, autosuficientes, van dirigidas esas expresiones chocantes en boca de Jesús.

Para entender mejor el pasaje es bueno recordar algunos momentos que nos narra San Lucas en este capítulo 11. El contexto de esta escena, en concreto, viene precedido de acusaciones que dirigen contra Él. Ante la expulsión de un demonio, se le acusa de hacerlo por virtud del príncipe de los demonios. Es el colmo de la insensatez, de la falta de argumentos. La reacción de Jesús es asegurarles que no habrá esa señal que sus enemigos le exigen con frecuencia para aceptar su mensaje. Solo será la misma de la historia de Jonás para los ninivitas. Y Jonás no hizo otra cosa que predicar la conversión a los ninivitas durante tres días. Ellos se convirtieron.

Aquí hay uno que es más que Jonás

Hay en la reacción de los jefes una fuerte cerrazón. Prefieren argüir con sinrazones, a dar el paso de aceptar la presencia de Dios en Jesús.

Por eso les reconviene Jesús. Habrán de responder de esa actitud que nada tiene que ver con la reacción de la Reina del Sur que supo ver en Salomón la sabiduría de Dios. O la de los habitantes de Nínive que se convirtieron ante la predicación de Jonás.

Hoy, quizá más que en otros momentos, hay personas religiosamente inquietas, pero no dan el paso de la aceptación de Jesús como Dios. Quieren encontrar argumentos definitivos que destruyan sus dudas e incertidumbres para dar el paso de esa aceptación. La desconfianza escéptica que nos rodea busca razones obviando la realidad de los hechos de Jesús. Pero como afirmaba Giovanni Papini: “De Dios no se puede huir. Si le afirmas, lo amas; si quieres suprimirlo, lo reconoces. Se diga lo que se diga, no se hace sino hablar de Dios. ¿Y de qué otra cosa se podría hablar sino de Dios?”

Como creyentes seguidores de Jesús nos toca descubrirlo en el día a día y acogerlo con sencillez y naturalidad. Él nos acompaña, dejémonos influir por ese amor que Él ofrece a todos. Solo creyendo y aceptando su amor puede llegar a nuestra vida la conversión, el cambio de mentalidad, de la que todos estamos tan necesitados.

Vivamos el día con ilusión tratando de responder a su llamada. Cuando aceptamos su palabra y nos dejamos guiar y transformar por ella, la conversión se va haciendo realidad en nuestra vida. Se trata ir dando pasos en esa dirección.

Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

San Etelberto de Kent

De https://www.aciprensa.com/santos/santos.php?tipo=s

Etelberto, rey de Kent, se casó con una princesa cristiana llamada Berta, que era hija única de Chariberto, rey de París. Etelberto concedió a su esposa plena libertad para participar de su religión, y Berta llevó a Inglaterra a Liudardo, un obispo francés. La tradición habla de la piedad y las amables virtudes de Berta, que indudablemente impresionaron mucho a su marido; sin embargo, el rey no se convirtió hasta la llegada de San Agustín y sus compañeros.Los misioneros enviados por San Gregorio el Grande, desenbarcaron en Thanet, desde donde se comunicaron con el rey, anunciándole su llegada y las razones de su viaje. El rey les rogó que permanecieran en la isla y pocos días más tarde, fue personalmente a escucharlos. Luego de este encuentro, San Etelberto les concedió permiso para predicar en todo el pueblo, convertir a cuantos pudieran y les entregó la iglesia de San Martín para que pudiesen celebrar la Misa y otras liturgias.

Las conversiones empezaron a multiplicarse, y pronto el rey y su corte fueron bautizados en Pentecostés del año 597. El rey además les dio permiso para reconstruir las antiguas iglesias y construir otras nuevas. Su gobierno se distinguió por el empeño que puso en mejorar las condiciones de vida de sus súbitos; sus leyes le ganaron el aprecio de Inglaterra, en épocas posteriores, y su apoyo a la fe católica permitió que se construyesen muchos templos, monasterios y algunas diócesis, como la de Rochester.

El santo pronto se convirtió en un modelo por la nobleza de su conversión. La acogida que dio a los misioneros y su gesto de escucharles sin prejuicions son un caso extraordinario en la historia. Con su actitud de no imponer la fe en sus súbditos, a pesar de su celo por propagarla, favoreció enormemente la obra de los misioneros.

Después de cincuenta y seis años de reinado, falleció en el año 616, y fue sepultado en la Iglesia de San Pedro y San Pablo, donde descansaban los restos de la reina Santa Berta y San Liudardo.