Templo Carmelitas
- 19:00 Misa.
- A continuación exposición del Santísimo hasta las 20:30 h
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 5, 1-4
Queridos hermanos:
A los presbíteros entre vosotros, yo, presbítero con ellos, testigo de la pasión de Cristo y participe de la gloria que va a revelar, os exhorto: pastoread el rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño.
Y, cuando aparezca el Pastor supremo, recibiréis la corona inmarcesible de la gloría.
Salmo
Sal 22, 1-3. 4. 5. 6 R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara, mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada terno,
porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Reflexión del Evangelio
Pastoread el rebaño de Dios
San Pedro, en su primera epístola escribe a comunidades de la primera generación cristiana para animarlas y sostenerlas, ya que están pasando momentos difíciles de persecución e incomprensión a causa de su fe. Si en los capítulos anteriores se ha dirigido a todos los creyentes, ahora se dirige a los presbíteros de estas comunidades; y lo hace como aquél que ha sido testigo de la muerte y resurrección del Señor. Quiere recordarles que la misión que han recibido es ante todo la de ser pastores de un rebaño que es de Dios, no suyo; y que por tanto están al servicio humilde de aquel que es el único pastor y en quien hay que buscar y descubrir que significar la tarea de pastorear.
Les invito a leer hoy esta Palabra contemplando esa imagen bíblica del buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Nos puede ayudar a ello recordar el logo oficial del año de la misericordia y que diseñó el Padre Marko Rupniv: en él aparece Cristo cargando a sus hombros a una persona; se quería acentuar el amor misericordioso del Padre que nos revela Cristo. Él nos muestra que ser pastor significa llevar en los propios hombros la realidad humana que nos rodea; y llevarla, no como un peso, sino como un hermano, una hermana: acogiendo y abrazando esa realidad única que es cada ser humano, desde la comunión profunda, desde la fraternidad.
Pidamos al Señor por aquellos que ejercen de una u otra forma el servicio de acompañar a la gente y a las comunidades. Pidamos por nosotros mismos que a menudo nos toca acompañar a otros. Son responsabilidades que nos invitan a poner ante el espejo la manera de situarnos ante las personas y a vivir esa tarea, no tratando de imponer nuestra visión de las cosas, sino desde el servicio generoso, y desde la escucha profunda de cada persona y desde la mirada de amor que Dios la dirige. Una de las cosas que impresiona en el icono de Rupniv es que hay un ojo que es común a Cristo y a la persona; porque el abrazo de Dios, la intimidad con él, su perdón que nos salva, hace que nuestro ser sea sanado y transformado y podamos recuperar la verdadera visión de las cosas y de la vida y verlas con la mirada de Dios que está impresa en nuestro interior. Mirar y actuar con esperanza, con caridad y con confianza: como el buen Pastor.
Tú eres el Hijo de Dios vivo
En la fiesta de la cátedra de San Pedro, celebramos la fe en Cristo, el Hijo de Dios; La fe, que fundamenta nuestra vida, sostenida por la cadena de testigos que nos han precedido, y que nos une como familia, como Iglesia; la que surge a partir de una llamada personal del Señor a seguirle; recordamos en este día a aquellos primeros seguidores a los que Jesús llamó, acercándose a sus vidas en medio de sus tareas cotidianas como hoy continúa acercándose a las nuestras. Entre esos seguidores de la primera hora recordamos hoy a Simón, hermano de Andrés. Simón, este pescador rudo, impulsivo, contradictorio, en el que nos podemos sentir identificados muchos de nosotros. Dispuesto a todo por Cristo y que en el momento que las cosas se pusieron difíciles le traicionó y le abandonó; pero que fue capaz, al encontrarse con su mirada amorosa, de dejarse perdonar y lavar por Él, de aprender a colocarse detrás de Él y a permitir que Otro marcara el rumbo de su vida. En ese camino lento de maduración en la fe, desde la conciencia humilde de su debilidad pudo decir desde lo hondo del corazón al Señor “Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”y recibir de Él un nuevo nombre “Ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”
La imagen de la roca, de la “piedra” nos evoca aquello que es firme, estable y por lo tanto sobre lo que podemos apoyarnos porque es sólido y resistente. La imagen de “la piedra angular” de un edificio, añade a la idea de solidez, otra diferente: la de ser “base o fundamento de algo”.
Utilizando ambas imágenes hemos comparado la Iglesia como un edificio construido a partir de la piedra angular que es Cristo. Él es quien lo sostiene, a partir de quien se forma toda la estructura, quien lo da unidad, solidez.
En esta fiesta de hoy, agradezcamos la fe recibida y sintámonos Iglesia, unidos a tantos hombres y mujeres que han vivido y siguen viviendo la aventura de la fe.