Martes de la I semana del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa. Sufragio Ramona Carot y Fernando Navarré
  • A continuación, exposición del Santísimo hasta las 20:30 h.

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 2,5-12:

Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero, del que estamos hablando; de ello dan fe estas palabras:

«¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el ser humano, para que mires por él?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad,
todo lo sometiste bajo sus pies».
En efecto, al someterle todo, nada dejó fuera de su dominio. Pero ahora no vemos todavía que le esté sometido todo.
Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos.
Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación.
El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos, pues dice:
«Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré».

 

Salmo

Sal 8,2a.5.6-7.8-9 R/. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos.

 

¡Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R/.

Todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«¡Cállate y sal de él!».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/12-1-2021/

Se hizo igual a nosotros hasta en la muerte

Muchas veces, y posiblemente más en estos tiempos difíciles de enfermedad y dolor que nos está tocando vivir, no llegamos a alcanzar por qué Dios «permite el sufrimiento». Nuestra mente no llega a alcanzar el sentido del dolor. Pero tenemos sobrados ejemplos a lo largo de la Historia, empezando por la Pasión y muerte de Cristo, que nos dicen que en el dolor hay virtud, hay sentido, hay salvación.

Todos recordamos los últimos años de San Juan Pablo II: invadido por la enfermedad, roto de dolor, aferrado al báculo de la Cruz, no quiso dejar de servir a los hermanos. Su última lección fue dejarse la vida por la Iglesia. Vivió su propio Calvario del que todos fuimos testigos. En un mundo que rechaza el dolor, que lo intenta ocultar, que menosprecia la vejez y no admite todo lo que no sea bello, joven y hermoso, el Santo Papa nos dio un gran ejemplo de que el sufrimiento no es en vano. Se hizo como Cristo bebiendo hasta la última gota del cáliz.

Jesús aceptó la voluntad del Padre, sufrió y dio su vida por nuestra Salvación. Sea nuestra guía y en los momentos de sufrimiento ofrezcamos nuestros padecimientos por los demás, pensemos que tenemos un tesoro en nuestras manos, un medio de pedir por el prójimo. Pensemos que Dios sabrá ser generoso con nosotros. En nuestra vida, como cristianos, todo tiene un sentido, nada es inútil. No intentemos entenderlo todo, abandonémonos en brazos de Dios, al fin y al cabo es Padre y siempre quiere lo mejor para sus hijos.

Este enseñar con autoridad es nuevo

Jesús va a predicar a la sinagoga y los judíos se asombran de la autoridad con la que habla hasta el punto de ver algo nuevo en Él. Y es que en Cristo es todo nuevo, tan nuevo que cambió el mundo para siempre.

¿Cómo no va a tener autoridad el que viene del Padre y es uno con Él? Pero no solo habló en esa ocasión, lo hizo abiertamente durante tres años: en las calles, en las plazas, en el templo, en el campo, a orillas del mar…Y no solo hablaba: Hacía. En este pasaje vemos como libera a un pobre hombre del mal espíritu que le atormentaba, ante el asombro de todos. Aquí el Evangelio nos presenta al Jesús que enseña y al Jesús que cura. Y lo mismo podemos, y debemos, aplicar en nuestras vidas; no podemos limitarnos a dar «buenos consejos» al hermano que sufre, también es nuestro deber ayudarle en lo que podamos, darle nuestra mano. Un viejo refrán castellano dice: «menos predicar y más dar trigo». Y eso debemos hacer nosotros, prestar apoyo espiritual material hasta donde alcancemos, en eso notarán que somos discípulos de Cristo.

Estamos llamados a colaborar en la creación de un mundo nuevo, a ser incómodos si es necesario ante las injusticias, a tender la mano a quien lo necesite sin mirar ni quien es, como hizo el buen samaritano. Y esto se consigue con un corazón abierto a la Palabra de Dios. Os animo a leer todos los días el Evangelio con actitud de oración, es Cristo quien nos habla. En ella tenemos la fuente en la que calmar nuestra sed.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro

San Arcadio Mártir

Se desconoce la fecha exacta de su martirio, pero parece que tuvo lugar en alguna ciudad de Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital. Las persecuciones estaban en todo su furor y miles de cristianos eran torturados por los soldados romanos sin esperar la sentencia del juez.

En tan terribles circunstancias, San Arcadio se retiró a la soledad. Sin embargo, el gobernador de la ciudad al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, capturó a un pariente y lo mantuvo como rehén hasta que el prófugo se presentara. Al saberlo, el mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez quien lo obligó a que se sacrificase a los dioses. Ante su negativa, el juez lo condenó a muerte, cortando cada uno de sus miembros de manera lenta. Al encontrarse totalmente mutilado, el mártir se dirigió a la comunidad pagana, exhortándolos a abandonar a sus dioses falsos y a adorar al único Dios verdadero, el Señor Jesús.

Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadaver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.