Jueves de la I semana del Tiempo Ordinario

Templo Carmelitas

  • 19:00 Misa
  • A continuación, exposición del Santísimo hasta las 20:30 h.

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (3,7-14):

HERMANOS:
Dice el Espíritu Santo:

«Si escucháis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones
como cuando la rebelión,
en el día de la prueba en el desierto,
cuando me pusieron a prueba vuestros padres, y me provocaron,
a pesar de haber visto mis obras
cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos,
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».
¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.
Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.
En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 94,6-7.8-9.10-11

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

V/. Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso». R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):

EN aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor

Reflexión

De https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy

¿Quién es el justo capaz de mantenerse de pie delante de Dios? Cada uno tiene sus lepras, unas más pútridas, otras más livianas. ¿Quién podrá mantener la mirada fija en los ojos de nuestro Señor? Aquel que confía en su misericordia y lava sus heridas en la Sangre del Cordero.

Ojalá nunca perdamos esa sencillez y confianza de pedir perdón y volver a empezar. El Señor ama nuestra imperfección y nos hace destinatarios privilegiados de su misericordia. No se trata de amar nuestro pecado de por sí, sino sus consecuencias cuando nos dejamos limpiar por la gracia.

«Jesús, lávame si quieres». Puede que pensemos que nuestro Señor nos podría haber evitado el pecado y nos olvidamos de que Él tampoco lo quiere. Si bien lo ha permitido, nos ofrece la redención. Sólo espera que se lo pidamos, necesitados.

Reconozcamos nuestra lepra con humildad, y confiemos en que Dios nos quiere siempre, tanto cuando nos vamos como cuando volvemos. Él espera. Pidámosle que nos abra el corazón a la acción del Espíritu Santo y nos abra los ojos para reconocer su Amor, para reconocer nuestra valía y su sueño sobre nosotros.

«El leproso, con su oración sencilla y milagrosa, logró obtener la curación gracias a la compasión de Jesús, que nos ama incluso en el pecado. Él no se avergüenza de nosotros. «Oh padre, yo soy un pecador, ¿cómo iré a decir esto?» ¡Mejor! Porque Él vino precisamente por nosotros los pecadores, y cuanto más grande pecador tú eres, más cerca de ti está el Señor, porque vino por ti, el más grande pecador, por mí, el más grande pecador, por todos nosotros. Tengamos la costumbre de repetir esta oración, siempre: «Señor, si quieres, puedes». Si quieres, puedes», con la confianza de que el Señor está cerca de nosotros y su compasión tomará sobre sí nuestros problemas, nuestros pecados, nuestras enfermedades interiores, todo.» (Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2020, en santa Marta).

San Juan de Ribera

De http://www.archivalencia.org/contenido.php?a=6&pad=6&modulo=37&id=20733

San Juan de Ribera nació en Sevilla en 1532, estudió en la universidad de Salamanca, de la que fue profesor hasta 1562, fecha en la que fue nombrado obispo de Badajoz. A los 35 años de edad fue nombrado arzobispo de Valencia por el papa San Pío V que le otorgó el título de Patriarca de Antioquía. En Valencia “fue el alma de la restauración espiritual de la diócesis valentina al aplicar las directrices del Concilio de Trento”.

En los 42 años que fue arzobispo de Valencia, entre 1569 y su fallecimiento en 1611, recorrió 11 veces la diócesis, hizo 2.715 visitas pastorales a sus parroquias, de las que dejó constancia en 91 volúmenes con 92.000 páginas, celebró siete sínodos o reuniones con todos los párrocos.

El propio papa Pío V lo definió como “lumbrera de toda España, singular ejemplo de virtud y de bondad, dechado de gloriosas costumbres y santidad… porque no sólo hace oficio de obispo sino de cura”.

Durante su pontificado como arzobispo de Valencia, el más largo de la diócesis valentina, fundó el Real Colegio Seminario de Corpus Christi, así como la orden religiosa de las agustinas descalzas. Fue beatificado por Pío VI en el año 1796 y canonizado por san Juan XXIII el 12 de junio de 1960.