Templo de las Carmelitas
- 19:00 Misa
- A continuación, exposición del Santísimo hasta las 20:30 h
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1,5–2,2):
Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 123,2-3.4-5.7b-8
R/. Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R/.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes. R/.
La trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,13-18):
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»
Palabra del Señor
Reflexión
De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
La celebración de la fiesta de los santos inocentes nos recuerda, una vez más, a todas las personas que son víctimas y pierden la vida por causa del mal.
Dios es luz
La primera carta de Juan está dirigida a varias comunidades de Asia Menor a finales del siglo I. La carta hace gran hincapié en que Dios es luz y, sólo quien anda en la luz puede vivir en comunión con los demás. Es decir, quien anda en la luz, ama a su hermano. Esta es la señal del verdadero creyente.
El autor de esta carta responde posiblemente a una serie de circunstancias difíciles y complicadas. Es una llamada a la conversión personal, y por qué no, también comunitaria. El mal se hace presente en la realidad humana cuando egoísmo e intereses particulares invaden nuestra libertad.
La indiferencia y las situaciones de confort también nos instalan en una dinámica de omisión. Nuestra medida en el amor es el Amor de Dios. Por eso no podemos cerrar los ojos o los oídos ante las diversas manifestaciones de violencia que ocurren a nuestro alrededor. Hay gritos, que, aunque son silenciosos, desgarran el corazón de Dios.
Se ha escuchado un clamor, un gran llanto y lamento
El evangelio de hoy nos muestra como la ambición de poder convierte al ser humano en un verdadero monstruo. El ego, la autorreferencialidad, el capricho… petrifican el corazón.
Muchos son los dramas humanos… situaciones provocadas por la ambición y el poder. Parece que estas realidades ya no nos hieren. Ante el exceso de información y la repetición de las tragedias, desenvolvemos una coraza de protección que nos puede llevar a la indiferencia y a cerrar los ojos ante el dolor de tantas personas, víctimas inocentes que no consiguen salir por sí mismas de las situaciones de explotación, malos tratos, humillaciones.
La escucha de la Palabra de Dios nos ayuda a ver las situaciones donde la vida está amenazada. Cuando percibimos lo que ocurre a nuestro alrededor, quienes son los débiles y escuchamos los clamores y llantos silenciados, el Señor nos lleva a respuestas astutas, audaces y comunitarias. Incluso a veces es necesaria la huida, para que después se pueda retomar la vida: “Huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise, porque…” (Mt 2, 13).
La biblia nos revela constantemente que Dios está al lado de los pequeños, de los excluidos, de aquellos a quienes se les niega el derecho de ser, de tener oportunidades. Hoy la Palabra nos provoca y cuestiona: ¿De qué lado estoy? ¿De qué lado quiero estar? La fe nos urge, nos lanza… no para ser salvadores o héroes, sino para que, con sencillez y constancia, nos comprometamos con el Reino de Dios. Así lo expresa Dom Helder Cámara:
“No, no te detengas.
Comenzar bien
es una gracia de Dios.
Continuar por buen camino
y no perder el ritmo…
es una gracia todavía mayor.
Pero la gracia de las gracias,
está en no desfallecer,
con fuerzas todavía
o ya no pudiendo más,
hecho trizas o añicos,
seguir avanzando hasta el fin.”
Santos Inocentes
De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/santos-inocentes/
La Iglesia venera a los Santos Inocentes como los primeros mártires que tuvieron que derramar su sangre a causa de Cristo. Dice San Agustín que con razón pueden considerarse como las primicias de los mártires. Su celebración litúrgica estuvo unida en el siglo IV con la fiesta del nacimiento de Cristo.
Mateo (2, 16-18), dentro del evangelio de la infancia de Jesús y con el estilo midrásico que caracteriza a los dos primeros capítulos de este Evangelio, refiere la muerte de los niños inocentes de Belén. Fue una consecuencia de la actitud de los magos de Oriente que, avisados en sueños, regresaron a su patria sin volver a Jerusalén conforme a la indicación que les había hecho Herodes. Éste, al verse defraudado, con la intención de hacer morir al nacido «Rey de los judíos», da orden de matar a todos los niños inferiores a dos años en Belén y su comarca.
La actitud de Herodes
No tenemos constancia de este episodio en las fuentes históricas extrabíblicas, que sólo refiere, entre los evangelistas, San Mateo. Pero sí de los numerosos y horrendos crímenes llevados a cabo por Herodes, ante los cuales sería de menor relevancia la muerte de los niños de Belén. Según el testimonio del historiador judío Flavio Josefo, hizo matar a las siguientes personas: a su yerno José; a Salomé; a Hircano II, sumo sacerdote; a Mariamme, asmonea, su mujer, a quien amaba extraordinariamente; a Aristóbulo, hermano de ésta; a Alejandra, hermana de éstos; a sus propios hijos, Alejandro, Aristóbulo y Antípatro (a éste, cinco días antes de su muerte); a Kostobaro, noble idumeo; a otra mujer llamada Salomé; a Bagoas y a todos los siervos que habían concebido esperanzas mesiánicas. Hizo encerrar en el anfiteatro de Jericó a todos los personajes importantes de la ciudad, dando orden de que fuesen muertos a flechazos el día de su muerte (lo que no se cumplió) (cf. Antq. XVII, 1, 1; 2, 4; 3, 3. De bello jud., 28, 6; 29, 1).
Macrobio (siglo V) recuerda las palabras de Augusto al saber que Herodes había mandado matar a su propio hijo: «Vale más ser el cerdo (hys) de Herodes que su hijo (huión)» (advierte que los judíos no comían carne de cerdo). J. Klausner, judío, profesor de la Universidad hebrea de Jerusalén, caracteriza la historia de Herodes como una historia de «matanzas, confiscación de propiedades, duros tributos y desprecio de la Ley… Gota a gota Herodes drenó la sangre de los judíos durante los treinta y tres años de su gobierno. Raramente pasaba un día sin que alguien fuese ajusticiado» (Jesús de Nazaret. Su vida, tiempos y enseñanza. Buenos Aires, Edic. Paidós, p. 144). Podemos concluir que «Herodes es el prototipo de todos los opresores que asesinan sólo por miedo a perder un ápice de poder. En los inocentes de Belén vemos una realidad que siglo tras siglo, década tras década, empaña la historia de la humanidad y se torna en rostros concretos, independientes de las razas o religiones… Los santos inocentes están vivos hoy y siguen mostrándonos sus rostros perseguidos» (P. I. Fraile Yécora).
La Iglesia venera a los Santos Inocentes como los primeros mártires que tuvieron que derramar su sangre a causa de Cristo. Dice San Agustín que con razón pueden considerarse como las primicias de los mártires los que, como tiernos brotes, se helaron al primer soplo de la «persecución», ya que perdieron su vida no sólo por Cristo, sino en lugar de Cristo (cf. De Sanctis. Sermo CCXX. PL 39. 2i52). Los santos padres celebran su martirio con grandes alabanzas.
Su celebración litúrgica estuvo unida en el siglo IV con la fiesta del nacimiento de Cristo. En Occidente en el siglo V se asocia también a la de la Epifanía del Señor. Parece fue en ese siglo cuando se instituyó una conmemoración propia de los santos inocentes. En Roma y África se fijó como fecha de tal celebración el 28 de diciembre y en la liturgia morárabe el día 6 de enero.
Gabriel Pérez Rodríguez
Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.