Virgen de la Medalla Milagrosa

Suspendida la Misa se traslada al Sábado 28 la celebración de la Medalla Milagrosa

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis 20, 1-4. 11—21, 2

Yo, Juan,

vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón,
la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.
Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

Salmo

Sal 83 R/. He aquí la morada de Dios entre los hombres

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,29-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Reflexión del Evangelio

De https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/27-11-2020/

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva

En la primera lectura de este pasaje del Apocalipsis nos hallamos ante un simbólico y difícil texto. Acudiendo a su final, y apoyados también en otros pasajes del Nuevo Testamento que tocan este mismo tema, podemos decir que nuestro destino último va a ser “un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado y el mar ya no existe”… “y el mismo Dios enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte nos existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo porque todo esto es ya pasado”.

El texto también alude al dragón, la antigua serpiente, el diablo… “que andará suelto por un poco de tiempo”. Es claro que los cristianos, los seducidos por el amor de Jesús, los que queremos seguir por el camino que él nos traza… nos encontramos con la tentación del mal, la tentación de dar la espalda a Jesús, pero con su ayuda tenemos la victoria final asegurada.

El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán

En su venida hasta nosotros, el tema principal de la predicación de Jesús fue el reino de Dios. Jesús se esforzó en convencernos de que nos apuntásemos al reino de Dios predicado por él. Que ya en esta vida dejásemos a Dios ser el Rey y Señor de nuestro existir. El que se adueñase de nuestro corazón, el que guiase y rigiese todas nuestras acciones. Pero bien sabemos que ese reinado en nuestro caminar terreno no lo vivimos en plenitud. A veces, vamos detrás de otros dioses, no somos fieles a la palabra dada… Todo parece indicar que el evangelio de hoy hace alusión al final terreno del reino de Dios predicado por Jesús y al comienzo de ese reino en plenitud, al final de los tiempos. Llegará un momento en que la vida terrena desaparecerá y todos los resucitados viviremos en plenitud el reinado de Dios. Solo Dios, que es Amor y nadie más que Dios será nuestro Rey. Nos espera el reinado del Amor. El mal y todos sus hijos serán derrotados para siempre. Es lo que nos ha prometido Jesús. “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo

Virgen de la Medalla Milagrosa

De https://www.aciprensa.com/recursos/virgen-de-la-medalla-milagrosa-3724

El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, y se le apareció de esta manera: La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina:

«Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan».

Entonces alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Y una voz dijo a Catalina: «Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen», y apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa