Templo de las Carmelitas
- 19:00 Misa
- 19:30 Adoración al Santísimo. Confesiones
Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Juan 4-9
Señora elegida:
Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos
proceden con autenticidad,
según el mandamiento que el Padre nos dio.
Ahora tengo algo que pedirte, señora.
No pienses que escribo para mandar algo nuevo,
sólo para recordaros el mandamiento que tenemos desde el principio,
amarnos unos a otros.
Y amar significa seguir los mandamientos de Dios.
Como oísteis desde el principio,
éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta.
Es que han salido en el mundo muchos embusteros,
que no reconocen que Jesucristo vino en un cuerpo de carne.
El que diga eso es el embustero y el anticristo.
Estad en guardia, para que recibáis el pleno salario
y no perdáis vuestro trabajo.
Todo el que se propasa
y no se mantiene en la doctrina de Cristo,
vive sin Dios;
quien permanece en la doctrina,
vive con el Padre y el Hijo.
Salmo
camina en la voluntad del Señor.Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón.Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe
de tus mandamientos.En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré jamás.Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras.Ábreme los ojos y contemplaré
las maravillas de tu voluntad.
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre.
Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa que no baje por ellas si uno está en el campo, que no vuelva.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán; estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán.
Ellos le preguntaron:
¿Dónde, Señor?
El contestó:
Donde está el cadáver se reunirán los buitres.
Reflexión
De https://www.regnumchristi.org/es/viernes-13-de-noviembre-de-2020-la-vida-del-mundo-futuro/
Al menos cada domingo, la Iglesia nos invita en la celebración Eucarística a renovar nuestra fe mediante el rezo comunitario del credo. A veces lo recitamos con fervor y detenimiento; muchas, desafortunadamente, repasamos sus palabras de modo automático o como si fuera una letanía que, a base de ser repetida, ha perdido su atractivo. Mas ahí se encuentran condensados nuestros pilares. Y así, en el último enunciado, afirmamos creer en la vida del mundo futuro.
Detengámonos aquí. ¿Cuántas veces dedicamos tiempo a dialogar con Dios sobre esa verdad de fe? Tristemente, poco. Por una parte, no deseamos entrar en ello porque representa un reto a nuestro intelecto. ¿Cómo explicar la vida del mundo futuro? Por otra, desconocemos lo que significa, y por eso tememos. Precisamente de esta promesa escatológica es que nos habla el Evangelio el día de hoy. Visto de este modo, sus palabras –de por sí duras– se vuelven más comprensibles.
Jesús nos está advirtiendo dos cosas: primero, la innegable realidad de esa vida futura. Los eventos bíblicos citados son, de algún modo, prefiguración del tiempo de Cristo. A semejanza de cuanto aconteció en ellos, los discípulos estaban de fiesta en presencia del Maestro. Pero sabemos bien lo que habría de suceder cuando el Maestro fuese elevado en la cruz. Lo que sucedió en la primera venida, bien puede suceder en la segunda.
Aquí entra la segunda indicación de Jesús, es decir, la actitud que deben observar los discípulos cuando llegue esa vida futura. En una palabra, vigilancia. Cristo lo recordará a sus apóstoles en Getsemaní: vigilad y orad (Cfr. Mc 14, 38). El corazón que no vigila, ha dejado de esperar; y el corazón sin esperanza ha perdido la fe. Por eso es que hemos de vivir con esta actitud en el alma cada día. No olvidemos que ser cristiano es, sí, vivir esta vida en plenitud, pero conscientes de que estamos preparándonos para la eternidad.
«No creo que nuestros tiempos sean mejores que los tiempos del diluvio, no creo: las calamidades son más o menos las mismas, las víctimas son más o menos las mismas. Pensemos, por ejemplo, en los más débiles, los niños. La cantidad de niños hambrientos, de niños sin educación: no pueden crecer en paz. Sin padres porque fueron masacrados por las guerras… Niños soldados… Sólo pensemos en esos niños. Está la gran calamidad del diluvio, está la gran calamidad de las guerras de hoy, donde la cuenta de la fiesta la pagan los débiles, los pobres, los niños, los que no tienen recursos para seguir adelante. Pensemos que el Señor está sufriendo en su corazón y acerquémonos al Señor y hablemos con él, digámosle: «Señor, mira estas cosas, yo te entiendo». Consolemos al Señor: «Yo te comprendo y te acompaño», te acompaño en la oración, en la intercesión por todas estas calamidades que son fruto del diablo que quiere destruir la obra de Dios.» (Homilía SS Francisco, 19 de febrero de 2019, en santa Marta)
San Leandro, Obispo
De http://es.catholic.net/op/articulos/32114/leandro-de-sevilla-santo.html#modal
Martirologio Romano: En Sevilla, en Hispania, san Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y Florentina, que con su predicación y diligencia convirtió, contando con la ayuda de su rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana a la fe católica (c. 600).
Memoria Litúrgica: 13 de Noviembre
¿Qué secreto poseía aquella familia de Cartagena que supo poner en los altares a sus tres hijos? Porque no hay duda de la influencia de los padres en la vida de sus hijos tanto para bien como para mal. Eso no quiere decir que los hijos que han nacido en buena y cristiana familia tengan una póliza de seguro que les garantice la fidelidad a los principios que mamaron ni tampoco que quienes conocieron a unos padres mediocres estén condenados irreparablemente a la desgracia moral. No. Pero, hechas las salvedades y sabiendo que el uso de la libertad es privado y personal, no cabe duda -es testigo la historia- de la impronta que deja en los retoños el estilo de quienes los engendraron y educaron. En este caso, Leandro tuvo otros dos hermanos que están como él en los altares, Isidoro que le sucedió en el arzobispado de Sevilla, y santa Florentina.
Su nacimiento fue en torno al 535. La familia emigra a Sevilla y, cuando tiene la edad, Leandro entra el un monasterio. Es nombrado metropolitano de Sevilla. Funda una escuela de artes y ciencia que la concibe como instrumento para difundir la doctrina ortodoxa en medio de una España que está inficcionada de arrianismo, particularmente en la corte visigoda. Dos hijos del rey arriano Leovigildo están formándose en su escuela, Hermenegildo y Recaredo.
Leovigildo asienta en Toledo la capital del reino visigodo. Su hijo Hermenegildo será su igual en la Bética y residirá en Sevilla; por su ciencia, bondad y celo Hermenegildo se convierte a la fe nicena con el ejemplo y apoyo de su esposa Igunda. Pero en Toledo hay reales aires de grandeza; el rey piensa que el principio de unidad y estabilidad está en la religión arriana; se enciende la persecución contra la fe católica con fuego y espada, incluidos los territorios de la Bética, en la que su propio hijo Hermenegildo morirá mártir.
Leandro ha sido obligado a abandonar su Iglesia y su patria. Aprovecha el destierro para pedir ayuda al emperador de Bizancio. En Constantinopla se encuentra con Gregorio, que ha sido enviado por el papa Pelagio -lo sucederá luego en la Sede romana- con quien traba una gran amistad; le anima a poner por escrito los libros Morales -comentario al libro de Job- que influirán de un modo decisivo en la ascética de todo el Medievo.
Vuelve a Sevilla su Arzobispo al disminuir la tensión del rey Leovigildo y lo verá morir. Leandro, en el 589, convoca el III Concilio de Toledo donde Recaredo, que ha sucedido a su padre en el trono, abjura de los errores arrianos y hace profesión de fe católica lográndose la unidad del reino visigodo y la paz. Sobreviene como esperada consecuencia una renovación en la vida religiosa, un resurgir de las letras y una fresca ganancia en el terreno de las artes.
La conversión paulatina a la fe católica de los arrianos visigodos del reino es sincera y la deseada unidad ha encontrado el vínculo de cohesión en la unidad de la fe. Lo que intuyó el rey Leovigildo, pero con signo contrario; en esta ocasión, triunfó la verdad.
Ahora y hasta su muerte en el año 600, el sabio y santo Arzobispo deja de ser un hombre influyente en la política del reino. Le ocupa el alma el ansia de hacer el bien. Mucha oración, atención a las obligaciones pastorales, estudio de la Sagrada Escritura, penitencia por los pecados de su vida, y la carta que escribe a su hermana Florentina que llega a servir de pauta para la vida monástica femenina hasta el punto de ser llamada «la regla de San Alejandro» le llenaron su tiempo.
Sevilla tiene motivos para mostrar orgullo con un santo así ¿verdad? Hay quien afirma que los santos pertenecen a todos y posiblemente no les falte razón, pero ¿no podrán pertenecer a algunos un poco más?